El papa Francisco, una máquina de destruir portavoces
El papa Francisco lleva cuatro portavoces en dos años.
Los cambios de estrategia del Vaticano son la causa de las dimisiones de los portavoces.
Alessandro Gisotti vivió por unos meses el síndrome de Pedro Sánchez. Se convirtió en portavoz interino del papa ante la renuncia por sorpresa del anterior equipo de comunicación y en poco tiempo se hizo con el cargo como si llevara en él toda la vida. La diferencia es que aquí es el propio Gisotti quien no ha querido continuar, pese a que desde el Vaticano han intentado convencerlo. Casado y con dos hijos, se marcha por la imposibilidad de atender sus obligaciones familiares y un cargo con el que no contaba. Desde este lunes lo sustituye Matteo Bruni, un funcionario vaticano que había desempeñado hasta ahora un papel secundario.
Bruni es el tercer director de la oficina de prensa en menos de un año y el cuarto en la era Francisco.
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Bruni es ya el tercer director de la oficina de prensa en menos de un año y el cuarto en la era Francisco. Desde que se creó este órgano, en 1966, nunca antes un papa había contado con tantos portavoces. La Santa Sede ha cambiado tantas veces la estrategia en el periodo más reciente que este puesto se ha convertido en un trabajo con fecha de caducidad cercana. Estos son los últimos portavoces del Vaticano de Francisco:
Federico Lombardi (2006-2016)
El primer portavoz de Francisco fue el sacerdote jesuita Federico Lombardi. Llegó poco después de la elección de Benedicto XVI y se mantuvo en el puesto durante una década. Correcto en las formas aunque tajante en el trato, era la voz de la autoridad. Sin embargo, la espontaneidad en el discurso del papa argentino y el cambio que supuso con los tiempos de Ratzinger invitaban a una renovación. Cuando Lombardi fue sustituido, en 2016, tenía 73 años.
Greg Burke y Paloma García Ovejero (2016-2018)
El relevo corrió a cargo de un ticket formado por Greg Burke y Paloma García Ovejero. Él, estadounidense de 57 años; y ella, española, de 40. Más jóvenes y con amplia experiencia en medios de comunicación. La llegada de García Ovejero, hasta entonces corresponsal en el Vaticano de la Cadena COPE, supuso la primera vez que una mujer ocupaba una posición de este tipo. Su tarea era modernizar la oficina de prensa, adecuarla a los ritmos dominados por las redes sociales y dotarla de un perfil más internacional.
Aportaron ese dinamismo y una gran entrega, pero su capacidad estuvo limitada por el control que ejercía la Secretaría de Estado vaticana, el órgano de gobierno de la Santa Sede. El año pasado Francisco atravesó posiblemente su peor momento, con la eclosión de numerosos escándalos por pederastia y las críticas internas de un sector ultraconservador de la Iglesia que cada vez se hacían más visibles.
El Vaticano modificó entonces su estructura comunicativa y nombró al periodista Andrea Tornielli, que hasta entonces había trabajado como reportero en el diario La Stampa, como director editorial de los medios de comunicación del Vaticano. Era necesario construir un “relato” y Tornielli, amigo personal de Bergoglio, se puso al mando. Colabora también el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, director de la revista Civiltà Cattolica, que no tiene un cargo oficial pero sí acceso directo al papa. Apenas dos meses después de esta reforma, Burke y García Ovejero presentaron por sorpresa su dimisión.
Alessandro Gisotti (enero 2019 – julio 2019)
Ocurrió el pasado 31 de diciembre. Hacía falta alguien rápido y de la casa, como ocurre en los equipos de fútbol en crisis que cesan a su entrenador, y pensaron en Alessandro Gisotti, un periodista de 45 años procedente de Radio Vaticano. Le encargaron una labor interina, pero le tocó curtirse a golpes, con la relevante cumbre sobre pederastia celebrada en el Vaticano en febrero y el periodo más viajero de Francisco.
Su profesionalidad, eficacia y atención a los medios anglosajones -los más incisivos en los casos de abusos sexuales- le otorgaron la confianza de sus superiores y de los propios periodistas. Encajaba bien en el perfil, aunque el ritmo frenético del trabajo le ha empujado a cumplir únicamente de modo temporal, como se había comprometido en un principio.
Con la multiplicidad de medios, la información digital y las redes sociales, el trabajo del portavoz se ha convertido en un mero transmisor de mensajes entre los informadores y la Secretaría de Estado, que decide lo que se comunica y lo que no. En la época de Lombardi o de su predecesor, Joaquín Navarro-Valls, el director de comunicación era un consejero directo del papa, pero eso ahora ha cambiado. Sobre todo después de la reforma en la estructura comunicativa, con Tornielli y Spadaro ejerciendo esa función.
La oficina de prensa se limita más bien a cuestiones burocráticas y de procedimiento. Con la llegada de Gisotti se creó un equipo internacional de cuatro personas para que respondieran a las dudas de los periodistas en función del idioma, aunque eso no ha impedido que el portavoz siga atendiendo mensajes desde el amanecer hasta bien entrada la madrugada. Con estos ritmos y la restricción de sus funciones, el Vaticano ha escogido ahora a un hombre que conoce los pasillos.
Matteo Bruni (julio 2019)
Tras el rechazo de Gisotti, tampoco era la primera opción. Se exploraron otros perfiles, pero el cargo fue finalmente para Matteo Bruni. Italiano -aunque nacido en Reino Unido-, de 42 años, el nuevo portavoz no es periodista, a diferencia de sus predecesores. Estudió Lenguas y Literatura extranjera y su tarea hasta ahora ha estado centrada en resolver cuestiones logísticas en la oficina de prensa y acompañar a los periodistas en los viajes del pontífice.
Con su nombramiento, el portavoz del papa asume definitivamente un rol auxiliar. La comunicación queda en manos del personalismo de Bergoglio en su discurso, sus asesores directos y la Secretaría de Estado. Aún falta por designar un número dos para la oficina de prensa, un cargo para el que Francisco querría una mujer. El Vaticano acepta currículos.