Tras la deliberación de los 12 miembros que componían el jurado, Pablo Ibar, hispanoamericano de ascendencia vasca, de 47 años y declarado el pasado 19 de enero culpable de un triple asesinato cometido en 1994, ha sido condenado a cadena perpetua.
De este modo, Ibar, en prisión desde hace más de dos décadas, evita la pena de muerte, aunque la defensa, que viene denunciando irregularidades durante el que es ya su cuarto juicio, recurrirá la sentencia buscando su excarcelación, como había avanzado previamente.
Pablo Ibar lleva en prisión desde 1994 por el triple asesinato de Casimir Sucharski, propietario de un club nocturno, y de las modelos Sharon Anderson y Marie Rogers, en Mirarmar, Florida, EEUU. Son ya más de dos décadas de litigios en una batalla judicial que no ha estado exenta de irregularidades. Casi 25 años de cárcel durante los cuales pasó 16 en el corredor de la muerte.
El primer juicio, en el que también se juzgaba al otro detenido a raíz del triple asesinato, su amigo Seth Peñalver, llegó entre 1997 y 1998 y, por falta de unanimidad en el veredicto, fue declarado nulo. Un año más tarde, a principios de 1999, un segundo juicio se celebró hasta quedar aplazado porque quien fuese abogado de Ibar fue acusado de agredir a una mujer embarazada en un incidente de violencia doméstica. El proceso judicial de Peñalver, sin embargo, siguió su curso, y llegó a ser condenado a muerte, aunque después se le exculparía al no haber evidencias suficientes sobre su implicación en el caso.
En el 2000, a Pablo Ibar le condenaron a la máxima pena y sería dos años más tarde cuando el Supremo de Florida anuló la decisión dando paso a nuevos procedimientos. El último, el cuarto juicio de todos a los que se ha enfrentado, comenzó el pasado 26 de noviembre de 2018, y fue el 19 de enero del presente año cuando, derribando cualquier resquicio de las esperanzas que pudiese albergar, fue declarado, nuevamente, culpable de ese triple asesinato del que siempre se ha declarado inocente.
Ha sido la mujer de Pablo Ibar, Tanya, quien ha dado cierre a los testimonios de los testigos durante la segunda parte del cuarto juicio. Mediante un discurso desgarrador, ha defendido entre lágrimas que su marido es “un buen hombre” y un padre “ejemplar” para sus hijos de 7 y 12 años de edad, al que los pequeños “admiran”. Apelando “al corazón” de al menos uno de los 12 miembros del jurado para romper la unanimidad necesaria para recomendar al juez, Dennis Bailey, la pena de muerte, Tanya expresó que si ha pasado 21 años al lado de Ibar, pese a que éste le ha emplazado a rehacer su vida sin él, es porque conoce “firmemente” cuál es la verdad”. Por eso, ha dicho, destacando cuánto le “ama”, ha continuado acompañándole en su “lucha”.
Antes que ella, también su padre y sus tres hermanos habían testificado reivindicando que Ibar es “la persona más buena” que conocen, al igual que lo han hecho el embajador de España en EE.UU., Santiago Cabanas, el cónsul general español en Miami, Cándido Creis, quienes realizaron un alegato contra la pena capital con el propósito de evitar también su condena a muerte. "La vida de Pablo es importante para su familia y la familia de Pablo es importante para él. Merece la pena salvar la vida de Pablo", expresaron.
El jurado, formado por siete mujeres y cinco hombres, de los cuales cinco son afroamericanos, cuatro hispanos y tres anglosajonas, finalmente, no ha tenido la unanimidad necesaria para una sentencia de pena capital, como pretendía la Fiscalía.
No obstante, pese a los 25 años de proceso extraordinario, éste no concluirá con la sentencia del jurado, porque la representación legal del acusado ya prepara recurso, al considerar que tiene "armamento probatorio más que sobrado" para obtener su excarcelación.
De acuerdo al portavoz de la 'Asociación contra la Pena de Muerte Pablo Ibar', Andrés Krakenberger, esta vista oral ha estado "plagada de irregularidades", lo que les permite tener esperanzas en que se volverá a anular. No obstante, ha apuntado que, probablemente, este nuevo proceso del recurso de apelación se prolongaría durante seis años y considera que organizar una repetición de la vista oral supondría otros dos años.