El Observatorio de la deconstrucción, una organización lanzada por la Unión Nacional Interuniversitaria (UNI), un sindicato de estudiantes francés, no existiría si no fuera porque, día sí y otro también, hay noticias que dan cuenta de que algo no va bien.
Por ejemplo, de algo es sintomático que la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), una de las grandes organizaciones estudiantiles galas, organice reuniones donde se prohibe la presencia de estudiantes blancos. Este tipo de cosas no pasan desapercibidas para el Observatorio de la deconstrucción.
Esta organización, que tiene a Olivier Vial (Chambéry, 1975) como responsable y portavoz, se dedica a vigilar la evolución de lo que él y compañía llaman “movimiento de la deconstrucción”, una corriente encarnada mayormente por activistas de izquierdas a los que se acusa de ir demasiado lejos en su lucha contra supuestas injusticias.
“Es una minoría muy influyente que controla muy bien dos herramientas que no existían antes: internet y las nuevas redes sociales”, dice Vial en esta entrevista con NIUS. Esa influencia es la que explicaría que Audrey Pulvar, la política apoyada por el Partido Socialista (PS) francés, entienda que a una persona blanca se le pida que se calle en un taller dedicado a las discriminaciones que sufren negros y mestizos.
Pero eso no es todo. Según Vial, esta corriente de la izquierda busca “poner en entredicho todo cuánto sabemos”, llegando a despreciar la ciencia. “Las ciencias duras es para esta corriente algo muy negativo. Se oponen a las ciencias cognitivas, al psicoanálisis o la biología. Por ejemplo, de la biología que dicen que es un saber levantado a base de cánones dominantes patriarcales”, constata Vial.
Su observatorio, dedicado a recoger el impacto de esta corriente de la izquierda en la sociedad, y especialmente en el ámbito universitario porque es ahí donde los militantes de la deconstrucción son más fuertes, también trata de concienciar sobre las derivas de según qué luchas feministas o antiracistas.
Pese a que la UNI es una organización liberal conservadora, Vial dice contar con apoyo de la “izquierda laica” de Francia, mientras que en la derecha sólo prestan ayuda desde hace poco. “Los políticos de derechas empiezan sólo ahora a darse cuenta del problema”, sostiene Vial.
P: Que haya noticias como esa según la cual, en Estado Unidos, la prestigiosa Universidad de Columbia ha organizado unas ceremonias de graduación voluntariamente segregadas, separando a estudiantes nativos americanos, miembros de la comunidad LGBTIQA+, asiáticos y negros ha generado muchos titulares y estupefacción. Pero a ustedes no les sorprende esto ¿Verdad?
No, no. Hace ya una veintena de años que vemos, poco a poco, aparecer cosas de este estilo. En realidad, desde hace ya diez años trabajamos en un primer observatorio que estaba centrado en las cuestiones de género. En Francia, todo esto comenzó con el género, la igualdad de género y demás. Entonces, las cosas que se planteaban sobre este tema eran percibidas como una broma para el conjunto de la sociedad. Hablamos, por ejemplo, de la escritura en lenguaje inclusivo, de la fluidez de género o del ser no binario.
Todo esto apareció en Francia hace unos diez años, tanto en las universidades como en las escuelas primarias. En ese momento empezamos a interesarnos de verdad por el tema. Hasta entonces se pensaba que esto era una tendencia que venía de Estados Unidos y que no teína posibilidad alguna de implantarse de forma duradera en Francia. Pero lo que pasó fue exactamente eso, que se implantó en Francia.
P: ¿Cómo ocurrió esa implantación?
A través de las universidades, concretamente de departamentos especializados en estudios de género. De ahí, algunos investigadores comenzaron a interesarse en estudios poscoloniales y luego, poco a poco, el fenómeno comenzó a desarrollarse. Así, llegamos a los últimos cinco años en los que este movimiento actúa a sus anchas en Francia. En términos de investigación, el fenómeno es mucho más antiguo, porque mientras estaba en las universidades, la gente, en general, no lo veía. Pero a partir de 2015 ya había movilizaciones contra según quién y también entonces se empezaron a producirse las primeras reuniones “no-mixtas” que hoy generan tanto debate.
P: Hace referencia usted a las reuniones del sindicato Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), que para muchos jóvenes ha sido un lugar de formación del Partido Socialista (PS) francés, en las que no podían participar personas que no sean de color. ¿Cómo se comporta ahora el PS con ese sindicato?
La historia de la UNEF es muy emblemática de cómo aparece esta nueva izquierda. Es síntoma de un giro que se ha operado en la izquierda. La UNEF tiene un centenar de años. En principio, es un movimiento extremadamente laico y universalista. Nosotros en el UNI hemos tenido muchos debates con ellos. Pero hasta hace muy poco los debates sobre los temas de género y demás no ocupaban un papel importante. Hasta 2010, la UNEF era considerada como la antesala del PS. Ha sido habitual que muchos de sus responsables hayan sido después parlamentarios del partido y hasta ministros.
Pero a partir de 2010 hemos visto que la UNEF se ha separado del PS, especialmente, debido a Manuel Valls, porque cuando éste era primer ministro, Valls formaba parte de una corriente del PS que se oponía a la UNEF. La relación tensa entre Valls y la UNEF generó una separación entre el sindicato y el PS. Pero, al mismo tiempo, la UNEF se ha ido acercando a la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélénchon. En este giro, muchos miembros de la UNEF acabaron abrazando las teorías segregacionistas de la descolonización y la racialización. Por eso todavía hoy hay cuadros del PS que son muy hostiles a la UNEF, más cercana hoy a Francia Insumisa o a parte de los partidos ecologistas, que aquí son muy radicales.
P: ¿Qué ha pasado después de que se haya hecho público el hecho de que haya reuniones de ese sindicato en el que no pueden participar personas que no sean de color?
Ha habido una fuerte polémica, que dura ya varios días. Pero no ha habido consecuencias. Y tememos que no pase nada, más allá de la polémica. La ministra de la Educación Superior, Frédérique Vidal, que ha criticado a la UNEF en la polémica, acaba de decir que no va a tomar medidas como la disolución de la UNEF o retirarle la financiación al sindicato, porque la UNEF está financiada con dinero público. O lo que es peor, ha nombrado a un representante de la UNEF en el Consejo Económico y Social, a saber, en Francia, la tercera cámara de representación, por detrás de la Asamblea Nacional y del Senado. Es una cámara de representación, entre otras cosas, de la sociedad civil. Es muy difícil formar parte de él, pero la ministra acaba de decidir nombrar a alguien de la UNEF en plena polémica.
P: Pero esto quiere decir que el presidente Emmanuel Macron, que está dando mucho que hablar con su ley contra el separatismo y su política de defensa de los valores universales de la República, también les está dando juego esta ique está dando mucho que hablar con su ley contra el separatismo y su política de defensa de los valores universales de la Repúblicazquierda identitaria.
Lo que tenemos con Macron es la política del “al mismo tiempo”. Es decir, por un lado hay un Macron que tiene un discurso muy firme contra el separatismo, pero luego sus ministro hacen justamente lo contrario. Parece que Macron está reivindicando ser capaz de mantener los dos discursos. Pero esto crea una gran impresión de incoherencia. Por eso hay ministros capaces de dar a la prensa grandes discursos – como los de Vidal frente al islamo-izquierdismo en las universidades –, pero, al mismo tiempo, sabemos que no va a pasar nada respecto de este tema. Resumiendo, tenemos polémicas, reacciones de los políticos, reacción de la opinión pública en defensa del modelo francés y republicano, y, sin embargo, entre bastidores, el lobby de los racialistas, porque es muy eficaz, impide que se tomen medidas.
P: Habla usted de un lobby bien organizado. ¿Pero, en número, hablamos de que hay una mayoría de activistas en el sector universitario francés?
No son una mayoría, aunque sea difícil ofrecer un número concreto. Es una minoría que es muy influyente y que controla muy bien dos herramientas que no existían antes: internet y las nuevas redes sociales. Gracias a esto, esta minoría logra avanzar.
P: ¿Cómo tiene lugar ese avance?
El ejemplo de la escritura en lenguaje inclusivo es un ejemplo muy claro. Hace diez años eran, tal vez, una par de decenas quienes pedían la aplicación de la escritura inclusiva. Pues bien, esas personas hoy han logrado imponer la escritura inclusiva en todas partes. Hoy se utiliza esa escritura inclusiva de forma cotidiana incluso en centros donde no hay militantes de la escritura inclusiva. El modo de funcionamiento de estos militantes parte de un núcleo duro que impone cosas y una gran mayoría de franceses que, a menudo de forma inconsciente, acaba retomando esas ideas. Esto ocurre ante muchos conceptos.
P: ¿Por ejemplo?
Al igual que ha ocurrido con la escritura en lenguaje inclusiva, hemos tenido el mismo proceso respecto a la identidad de género. Hace diez años era anormal decir que un niño pequeño debía ser considerado en su clase como una niña pese a que era un niño de siete u ocho años. Porque algo así no puede ser una decisión tan simple como satisfacer una voluntad de cambio y ya está. Hace falta un proceso médico, que sea validado por un juez, etcétera. Pero hoy, una gran parte de la opinión pública considera que ese cambio de niño a niña es correcto, que la sociedad tiene que aceptar cambios así sin que haya una opinión médica o una opinión de un juez. Este tipo de ideas está progresando.
P: ¿Qué sector de la sociedad está más afectado por estas ideas?
Los jóvenes. Hay estudios recientes que indican que hay una auténtica fractura generacional entre los jóvenes de 18 a 25 años ante el resto de la sociedad sobre este tipo de cuestiones. En ese grupo de jóvenes, conceptos como 'racismo sistémico o 'privilegio blanco' son conocidos y aceptados entre un 30% y un 50%, cuando en el resto de la sociedad no ocurre así. Por eso, insisto, una cosa es que el núcleo duro del movimiento sea pequeño en número de personas, pero luego está la capacidad de influencia sobre el resto de la sociedad o sobre parte de la sociedad. Hemos llegado a que, según un estudio reciente del instituto de sondeos IFOP, había un 22% de los jóvenes de entre 18 y 25 años que no se consideraba binarios, es decir, que no estaba a gusto con la etiqueta hombre o mujer.
P: Evoca usted términos como 'racismo sistémico' o 'privilegio blanco'. Pero estas ideas, ¿Qué base científica tienen?
La corriente intelectual que ha producido estos conceptos nace en la universidad. Esta corriente, que nosotros llamamos de la deconstrucción, nació en los años 50. Tiene por objetivo poner en entredicho todo cuanto sabemos. Para ellos, el concepto precede a la realidad. Es decir, que si usted escribe sobre una mesa, usted ve la mesa. Pero esta corriente de la deconstrucción le dirá que la mesa sólo existe cuando que haya pensado en qué es la mesa.
Para esta corriente hay primero que liberarse de lo que sabemos, en todos los ámbitos, ya sea del concepto de familia, por ejemplo, u otras ideas que sirven para construir el mundo en que vivimos. Deconstruyen para crear otra realidad. No es casualidad que este fenómeno haya surgido, primero, de la fenomenología y de la lingüística. Expertos de literatura y el lenguaje son los primeros en lanzar esta corriente en la que las palabras crean las cosas. El proyecto es casi prometéico, porque se interesan por todo. Ponen todo en entredicho.
P: Hasta la ciencia...
Sí, las ciencias duras es para esta corriente algo muy negativo. Se oponen a las ciencias cognitivas, al psicoanálisis o la biología. Por ejemplo, de la biología que dicen que es un saber levantado a base de cánones dominantes patriarcales. A esta corriente de la izquierda, la ciencia basada en lo real, la experimentación y la validación no le interesa. Para ellos lo importante son sus nuevos conceptos y sus teorías. La experimentación que proponen no tienen nada que ver con la ciencia. Ellos parten de que la realidad que uno observa es falsa porque uno está condicionado. Ellos quieren que cambiemos la forma de ver la realidad, por eso están todo el rato creando conceptos, porque así crean nuevas realidades y discriminaciones.
P: ¿Puede poner un ejemplo de esto?
Sí, el manspreading, por ejemplo. Los hombres separan más las piernas cuando se sientan en el transporte público. Claramente los hombres no pueden cruzar las piernas tan fácilmente como las mujeres. Esto ha pasado siempre. Pero ha hecho falta crear la palabra manspreading para que esa cosa tan cotidiana se convierta en un combate político porque ha pasado a tratarse como una discriminación.
Así se ha llegado a hacer campañas para luchar contra la voluntad política de los hombres de querer ocupar el espacio público abriéndose de piernas. Otro ejemplo de esto es el colectivo LGBT, que luego ha sido LGBTI+ y así sucesivamente. No paran de crear nuevas identidades y nuevos combates políticos.
P: Pero en esa lógica de combates, ¿se llega a ser anticientífico?
Sí, se puede decir que son anticientíficas. Porque se entiende que las ciencias naturales, incluida la medicina, constituyen un yugo ideológico del que hay que liberarse gracias a la creación de identidades. Por eso, intelectuales de esta corriente como la estadounidense Judith Butler hace un llamamiento a enturbiar las ciencias y los conceptos científicos. Muchos de los autores de esta corriente piensan que hay otros modos de conocer la realidad que no son los científicos. En este movimiento hay quien habla de la 'objetividad fuerte', como la también estadounidense Sandra Harding. Ella dice que sólo las personas militantes y las personas afectadas por un fenómeno concreto son objetivas.
Esto es lo contrario de lo que se enseña, desde siempre, en la sociología clásica, donde el sociólogo necesita una mirada distante respecto del sujeto que estudia. Esta diferencia explica lo de las reuniones no-mixtas, porque, para ellos, debido a que eres de un color, puedes hablar de discriminación, si no lo eres, entonces no tienes ese derecho a intervenir. Esta lógica la aplican a todo. Por eso, según ellos, los heterosexuales no pueden hablar de temas de homosexualidad.
P: ¿Cómo es la experiencia de encontrarse frente a esta izquierda a través de un trabajo como el que hacen ustedes en su observatorio?
Lo que nos da esperanza es que comienza a haber polémicas y que comienza a verse que la gente dice de forma espontánea que este fenómeno ha llegado demasiado lejos. Pero lo cierto es que, durante mucho tiempo, estas ideas han progresado mucho. Antes, nadie se interesaba por esto. Nosotros tratamos de estar atentos a todos los debates que se lanzan desde este movimiento de la deconstrucción para criticar los conceptos que se presentan. Lo hacemos para que así la gente pueda entender qué implican esas ideas, antes de que las integren, banalicen y usen. Lo que ocurre es que, en frente, tenemos gente que gestiona muy bien la comunicación.
P: ¿Quién apoya políticamente su trabajo en el Observatorio de la deconstrucción?
Tenemos una parte de la izquierda laica a nuestro lado y una parte de la derecha desde hace poco. Porque, aunque en la derecha los hay que están de acuerdo con nuestras ideas, en general, los políticos de derechas empiezan sólo ahora a darse cuenta del problema. Hasta ahora, estos políticos restaban importancia a estos temas. Pensaban que no eran importantes y esto explica, entre otras cosas, que este movimiento de la deconstrucción haya tenido tanto éxito. La izquierda laica que le mencionaba se dio cuenta de esto antes, entre otras cosas porque este movimiento surge de la izquierda y han tenido verlo nacer.