Jonathan Haidt (Nueva York, 1963) ya decía en 2012 que Estados Unidos era un país polarizado. No le hizo falta ver a Donald Trump en la Casa Blanca ni los disturbios generados a raíz de las manifestaciones de Black Lives Matter para ver que en su país se estaban cavando peligrosas trincheras ideológicas.
Por eso, Haidt, psicólogo social de reputado prestigio mundial además de profesor de liderazgo ético de Escuela de Negocios Stern la Universidad de Nueva York, lleva años trabajando en contra de la polarización. Este fenómeno, según explica en esta entrevista con NIUS, se identifica en Estados Unidos con dos grupos de personas tan pequeños como ruidosos e influyentes.
Según Haidt, a estas alturas, en la derecha de su país, un grupo de radicales se ha hecho con el control del Partido Republicano. Eso explica el mandato presidencial de Donald Trump y, en último término, la traumática toma del Capitolio.
Por otro lado, en la extrema izquierda, una nueva religión con forma de “activistas progresistas” se afana en socavar la democracia estadounidense como sus homólogos de extrema derecha. “Que haya crecido el poder de los extremos ha hecho nuestra democracia algo disfuncional”, dice Haidt sobre la situación política de su país.
Sobre la capacidad del presidente Joe Biden para reconciliar a los estadounidenses, Haidt afirma que su éxito depende mucho de si el nuevo inquilino de la Casa Blanca logra gobernar sin dejarse llevar por los “activistas progresistas”. Si Biden “hace lo que quieren los 'activistas progresistas', entonces estará marginando a la mayoría de la sociedad”, avisa Haidt.
Usted decía en 2012 a cuenta de la publicación de su libro The Righteous Mind
A principios de los años 2000 vi que, dentro de Estados Unidos, la izquierda y la derecha tenían morales tan distintas que parecía que vivían en dos países distintos. Hablamos de poblaciones que tienen visiones de la historia, de la economía y de la ciencia relacionada con el clima cada vez más distinta. Creen en hechos distintos y en diferentes visiones de la Constitución. Pero lo más importante ya era entonces el odio que se tenían entre los militantes de los partidos, lo que se conoce como polarización emocional partidista.
¿Cómo ha sido la evolución de esa polarización?
Según muestran los estudios de los politólogos, hasta los años noventa, la polarización se mantuvo estable. A partir de entonces, no ha parado de crecer. Una democracia necesita el debate y el desacuerdo. Pero tenemos que vernos como conciudadanos con los que podemos estar de acuerdo o en desacuerdo, no como enemigos a los que hay que derrotar a cualquier precio si no se comparten las opiniones.
Si usted veía a su país polarizado en 2012. ¿En qué situación está ahora mismo?
Muchas cosas que han pasado en el país tienen sus orígenes en los años 80 ó 90. Algunas se asemejan a lo que pasa en algunos países europeos, otras son exclusivamente estadounidenses. Por ejemplo, la pérdida de la generación que quedó unificada por la guerra. Me refiero a la creciente distancia con la experiencia de la Segunda Guerra Mundial. Esto es algo que ha afectado a nuestra política. Porque lo que llamamos aquí la “Gran Generación” - la gente que vivió la Segunda Guerra Mundial -, todos ellos vivían una forma de patriotismo que les hacía más fácil vivir juntos. En los años 90, esa generación empezó a desaparecer. Fue remplazada por la generación del baby boom, y ésta ha estado peleándose permanentemente.
¿Qué papel han jugado los medios de comunicación en esa polarización?
Los cambios en la escena mediática es otra tendencia que explica la polarización. Los periódicos siempre fueron muy partidistas y estuvieron llenos de mentiras. Pero hubo un tiempo, breve, a mitad del siglo pasado, en el que sólo había tres televisiones. Éstas se dedicaban a presentar información de manera amplia. Y teníamos periódicos como el The New York Times o el The Washington Post que tenían estándares periodísticos muy altos. Pero a principios de los años 80, esto empezó a dejar de ser así. Además, llegó la televisión por cable, con lo que dejó de ser necesario la regulación de la televisión. Antes había algo que llamábamos “doctrina de imparcialidad”.
Ésta consistía en que si, en un debate, alguien decía algo en televisión a favor de un tema, había que dedicar el mismo tiempo a alguien que mantenía sobre ese mismo asunto una opinión en contra. Con la aparición de la televisión por cable, esa práctica desapareció. Había tantos canales que no tenía sentido que todos se comportaran igual. Con lo cual, hubo más televisión partidista. En este contexto, Fox News, en los noventa, empezó a crear una identidad política con una gran capacidad de influencia en la derecha de Estados Unidos.
Y luego llegó Internet.
Así es. Internet permitió estar informado de cualquier cosa y apoyar cualquier creencia. A principios de los años 2000 aparecieron las redes sociales. Estos cambios en el paisaje mediático probablemente constituyan la principal razón por la que Estados Unidos está dividiéndose. Hay que decir que las redes sociales, al principio, no eran un factor de polarización. Facebook era en origen una manera de mostrar al mundo quién eras, quiénes eran tus amigos y demás. Así, ni Facebook ni MySpace, por ejemplo, eran problemas para la democracia. Pero en 2009 todo cambió. Facebook creó el botón de “Me gusta”, Twitter creó su versión de lo mismo. Ambas plataformas empezaron a copiarse y, resultado de esto es que las dos empezaran a tener mucha información sobre el uso – el engagement – de quienes están en la plataforma. Sobre lo que gusta y lo que no.
A partir de ahí, las plataformas se dedicaron a orientarse a maximizar ese engagement. A partir de 2009, Facebook, Twitter y otras plataformas cambiaron para implicar más y más a los usuarios, buscando optimizar esa implicación, algo que se consigue a través de las emociones. Y las emociones negativas son más fuertes que las positivas. Así, en 2011, Facebook y Twitter ya habían creado toda una máquina de indignación. Por supuesto, estas plataformas se pueden usar para buenos fines. Pero son muy eficaces en la difusión de la indignación. En 2012 ya había tanta gente recibiendo su información sólo a través de esas plataformas que los grandes medios de comunicación tuvieron que aceptar los poderes de las redes sociales.
¿Por qué es esto tan nocivo?
Un ejemplo: los rusos se han estado inmiscuyendo en la democracia de Estados Unidos desde los años 40 ó 50. Aquí enviaban agentes para crear hostilidad mutua entre los ciudadanos de Estados Unidos, vandalizando, por ejemplo, sinagogas o pintando eslóganes racistas. Lo hacían para hacernos creer que estábamos llenos de odio los unos hacia los otros.
Pero en 2014, los rusos se dieron cuenta de que no tenían que mandar a nadie hacia Estados Unidos. Porque podían quedarse en San Petersburgo y soltar afirmaciones indignantes a través de las redes sociales. La máquina de indignación creada por las redes sociales, una máquina que ya estaba funcionando a pleno rendimiento en 2014, explica por qué parece que hay una explosión social en 2015, justo antes de que Trump llegue a la Casa Blanca. Por todo esto y lo anterior, la década de los 2010's ha sido tan difícil para las democracia y tan fértiles para los demagogos y dictadores.
¿Dónde queda la responsabilidad de los partidos políticos?
Para cualquier país, el peor número de partidos que tener es uno. Eso es terrible. Pero el segundo peor número es dos. Porque esto activa al máximo el sentimiento de: 'ellos contra nosotros'. En Estados Unidos, nuestros partidos eran más o menos heterogéneos. En ambos partidos había políticos más progresistas y más conservadores. Pero a principios de los años 70 y 80, los partidos se “purifican”. Todos los conservadores acaban en un partido y todos los progresistas en otro.
Así, llegamos a la situación en la que tenemos dos partidos en los que la gente es diferente, en su moral, en su estilo de vida, en lo que les gusta culturalmente. Esto ocurre en los 90. En Europa, la mayoría de países tienen muchos partidos y esto puede causar otros problemas. Pero la polarización es mucho menor, en general, cuando hay muchos partidos que cuando hay dos.
¿Quién decide polarizarse primero en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos ?
A través de Fox News, los republicanos se radicalizan primero. Este partido no era un partido radical. Sólo lo es a partir de los años 90 que empiezan a ser más populistas y, creo yo, menos responsables. Y esto es, en parte, por la importancia que gana Fox News en el Partido Republicano, en el ambiente republicano, su propaganda y su sistema de donaciones.
Y los demócratas, ¿Cuándo se polarizaron?
Los demócratas, por su parte, no han llegado a ser tan radicales. Pero hay demócratas blancos que han girado mucho a la izquierda en 2015, en lo que se ha venido a llamar The Great Awokening [algo así como “El gran Despertar de la izquierda”, ndlr.]. Esto es algo muy importante en Estados Unidos y en el Reino Unido. La expresión alude al revivir religioso del siglo XVII y del siglo XVIII. Pero con el 'awokening' nos encontramos con una religión.
Así que ahora tenemos a unos republicanos que creen en todo tipo de teorías de la conspiración, informados en un panorama de medios que ha perdido el contacto con la realidad, y en la izquierda, hay una batalla entre la extrema izquierda, los del 'awokening', centradas en el racismo y el sexismo, y la izquierda moderada, más centrada en la clase trabajadora y temas económicos tradicionalmente de la izquierda.
¿Dónde se sitúa el nuevo presidente Joe Biden, quien supuestamente debe reconciliar al país en estos tiempos de polarización?
Por naturaleza, Biden es un demócrata muy moderado. Pero tiene que gestionar la tensión que genera la izquierda de la izquierda y el resto del Partido Demócrata.
A cuenta de su libro 'La mente de los Justos' usted ha señalado que, por esa idea de la supuesta superioridad moral de la izquierda o de los progresistas, éstos son más cerrados a la hora de comprender a quienes no piensan como ellos. ¿Cómo influye esto en una situación como la de gran polarización que vive Estados Unidos?
Hay un estudio muy bueno realizado por la organización More In Commun que se llama “Las Tribus Ocultas de Estados Unidos” que ofrece una visión clara de esto. Este grupo hizo encuestas a miles de estadounidenses para después formar grupos de personas en función de cómo eran. Hay siete grupos – o tribus –. Las presentaban en un gráfico.
A la derecha del todo del gráfico están los “Conservadores devotos”, un eufemismo para hablar de autoritarios de derechas. Éste es el grupo más racista. Lo componen los que atacaron el Capitolio. Son la extrema derecha, un grupo al que los republicanos han dado la bienvenida. En los “Conservadores Tradicionales”, encontraríamos a políticos como George H. W. Bush. Son políticos que no quieren revoluciones. “Los Conservadores devotos”, donde hay también neo-nazis o gente del Ku Klux Klan, son sólo un 6% de la población, pero tienen una gran influencia sobre el partido republicano.
¿Cual es su equivalente en la izquierda?
Los “Activistas progresistas” son sólo un 8% de la población. Son los que están 'woke'. Piensan que Estados Unidos fue, es y siempre será el equivalente del supremacismo blanco. Usan mucho los términos “supremacismo blanco”. La gran mayoría de la población es lo que se llama en el estudio de More In Common “la mayoría exhausta”. Ahí dentro hay dos grupos de progresistas, los “progresistas tradicionales” y los “progresistas pasivos”. Esta gente vota al Partido Demócrata pero no son 'woke'.
En Estados Unidos prácticamente todo el mundo odia la corrección política y el Awokeness. Así que, volviendo a su pregunta sobre si Biden podrá unificar estos siete grupos. ¡De ninguna manera! Su mensaje nunca llegará a la extrema izquierda porque sus miembros están en una religión. Lo mismo pasa con los “Conservadores devotos”. Para el presidente de Estados Unidos, el desafío va a ser unificar los otros cinco grupos de personas, compuestos por gente razonable.
Habla usted del concepto de 'woke
En la historia ya hemos visto muchos ejemplos revelación de la verdad presentada como “despertar”. Es como en la película de Matrix: te tomas la píldora roja, te despiertas y ves la realidad como es de verdad. 'Wokeness' o estar 'awoken' significa que ves el racismo que hay escondido en la sociedad. Parte del fenómeno está bien, porque hay racismo que hay gente que no ve. Pero 'woke' ahora mismo significa aceptar una visión de la sociedad que viene de Karl Marx y de Michel Foucault según la cual la sociedad es una batalla entre grupos.
Así, la sociedad es sólo una cuestión de poder y de grupos. Algunos grupos son buenos, porque son víctimas y otros son malos, porque tienen poder. 'Woke' es una religión fundamentalista que establece el bien absoluto y el mal absoluto. La madurez moral y la política consiste, sin embargo, en darse cuenta de que hay grises y de que las cosas no son tan simples. Pero en 'woke', al estar el bien y el mal asociado a grupos, se constituye una forma pre-moderna e iliberal de ver el mundo.
Que los “Conservadores devotos” tienen mucha influencia en el Partido Republicano se ve en que muchos de sus políticos creen que la elección de Biden fue un fraude. Pero, ¿cómo de importantes son su equivalente en la izquierda, los “activistas progresistas”, en el Partido Demócrata?
Son extremadamente poderosos en universidades, en el periodismo, en los medios de comunicación, en las artes en y muchos puntos clave de la cultura están dominados por esta minoría. Ahora bien, no tienen el control del Partido Demócrata. Esto ya se vio en las primarias, porque ganó un candidato moderado como Biden. Sin embargo, eso no quiere decir que los progresistas moderados tengan el control del Partido Demócrata. Hay una tensión en la izquierda de Estados Unidos. Biden va a tener que gestionar esto. Si hace lo que quieren los “activistas progresistas”, entonces Biden estará marginando a la mayoría de la sociedad.
¿Cuál debe ser la prioridad de Biden a la hora de reconciliar el país?
Es muy importantes que cambie el foco de Trump, que estaba puesto en los ricos y las grandes empresas. Biden tiene que centrarse en la clase media y la clase trabajadora. Pero si lo hace de modo que se pueda identificar a los sujetos de sus políticas por su raza, los estadounidenses van a odiar a eso. La mayoría de los estadounidenses ama esa frase de Martin Luther King según la cual él quería que sus hijos fueran juzgados por su carácter y no por el color de su piel. Pero alguna gente en la “izquierda woke” dice que hay que hacer políticas especiales o ayudas en función del grupo racial al que se pertenezca.
Estados Unidos, para las democracia occidentales, siempre ha jugado un papel de vanguardia. Lo que pasa allí no tarda en pasar en Europa. ¿Qué deberíamos aprender los europeos de la situación que está viviendo su país?
Que la democracia es algo frágil. Que funciona mejor cuando está gestionada desde el centro. Que los extremistas tienen voces muy escandalosas y que su poder ha sido amplificado por las redes sociales. La democracia es un sistema con muchos reguladores. En los últimos años han pasado cosas que han cambiado la configuración de esos reguladores y en Estados Unidos no estábamos preparados para eso. Por eso hemos visto crecer la influencia de estas locuras, en la izquierda, con el movimiento 'woke', y en la derecha, con los neonazis. Esto ha hecho que nuestra política haya sido un caos. Ante esto hay que buscar la manera de reducir el poder de los extremos y fortalecer el centro.
España también hay mucha inestabilidad política y no sé que la está causando. Pero en Estados Unidos tenemos un sistema de primarias, en la que sólo los demócratas votan su candidato a presidente y sólo los republicanos votan su candidato a presidente. ¿Pero quién vota en esas elecciones? Mayoritariamente los extremos. Por eso, en el Partido Republicano, por ejemplo, un conservador moderado tiene que parecer que está en la extrema derecha o, de lo contrario, perderá las primarias. En definitiva, que haya crecido el poder de los extremos ha hecho nuestra democracia algo disfuncional.