Al economista estadounidense de origen serbio Branko Milanovic (Belgrado, 1953) se le considera uno de los intelectuales más influyentes del momento. Ha pasado 20 años liderado el análisis económico del Banco Mundial y actualmente ejerce de profesor en la Universidad de la Ciudad de Nueva York como uno de los grandes expertos internacionales en desigualdad.
Después de haber presentado su último libro, Capitalism, Alone o “Capitalismo, nada más” (Ed. Harvard University Press, 2019), el mensual británico The Prospect lo consideraba en 2020 un “un guía indispensable” para el mundo en el que la COVID-19 eclipsa a Estados Unidos. The Prospect situaba a Milanovic en su última lista de los 50 pensadores “más sobresalientes”. The Prospect
Milanovic, en contra de lo que puedan afirmar algunos, no ve al capitalismo sufrir su última crisis por culpa de la pandemia. Tampoco ve buenas noticias en lo que respecta a las relaciones entre Estados Unidos y China tras la elección del demócrata Joe Biden como nuevo inquilino de la Casa Blanca.
En esta entrevista con NIUS, Milanovic sostiene que “con la administración Biden, las diferencias entre China y Estados Unidos se van a mover en otro escenario, el de los valores y el poder”. Su pesimismo no se queda ahí.
Milanovic cree que habrá años tumultuosos tras la pandemia y señala a socialdemócratas y liberales. Los critica por su actuación ante la crisis de confianza que ha generado la globalización en esa parte de la clase media occidental que ahora tiene fe en los populistas.
Se dice que la pandemia está acelerando muchos procesos, ya sea la digitalización, la automatización o el auge de China como potencia internacional. ¿Qué está pasando en el mundo a causa de la COVID-19?
Se están acelerando varios procesos, efectivamente. Y hay procesos que van a empeorar. Las relaciones entre China y Estados Unidos van a continuar deteriorándose a pesar de la nueva administración en Washington. Respecto a esto, yo soy pesimista con la administración Biden.
Con Trump en la Casa Blanca, se hablaba ya de guerra comercial entre Estados Unidos y China. ¿Cómo pueden empeorar las cosas en este frente?
Fácilmente. Con Trump había una pelea económica que llevó a la guerra comercial. Luego hubo una batalla irracional por la aparición de un virus que Trump veía casi hecho por los chinos contra él. Pero cuando hay un desacuerdo comercial, el que tenía Trump, esto es algo que se puede resolver, al menos potencialmente. Pero con la administración Biden, las diferencias entre China y Estados Unidos se van a mover en otro escenario, el de los valores y el poder. Trump nunca se interesó por los asuntos de derechos humanos y democracia en China.
Biden lo hará y esto significa desacuerdos con temas básicos. Esto quiere decir, al final, que el gobierno de Estados Unidos verá como ilegítimo al de China, aunque no lo diga oficialmente. Éste es un asunto que no se puede resolver. En esto no hay compromiso posible. Estados Unidos es un país muy poderoso y creará una coalición de países, con Japón, India, Australia y presionará a la UE para que la situación de China empeore más que cuando estaba Trump.
Pero hay países en Europa que están fuertemente vinculados a la economía china, como por ejemplo la Alemania de Angela Merkel. ¿Cómo ve usted la posición de este tipo de países europeos?
Es cierto que Alemania está en una situación complicada. No sólo por su relación con China, sino también por el Nord Stream 2. En ambos casos, Alemania tiene intereses económicos. Pero la presión de Estados Unidos y otros países será algo muy duro a lo que resistir.
La crisis económica causada por la pandemia ha lanzado a los estados en el salvamento de sus economías, entrando por ejemplo en el capital de grandes empresas. ¿Mueve la pandemia al capitalismo liberal propio del mundo occidental hacia un capitalismo de estado como el chino?
No lo creo. El inmenso apoyo financiero que se ha puesto en marcha para salvar las economías es algo sin precedentes. El gasto público con el que los estados están tomando el control de empresas para salvarlas es algo temporal. Son medidas como las que tienen lugar en las guerras, excepto que la de ahora – esperémoslo – será más corta. Sin embargo, espero que el estado gane fuerza en el área de la salud.
Porque en esta crisis hemos visto la debilidad del estado y lo que han hecho las políticas de austeridad aplicadas al sector de la salud, del mismo modo que las políticas neoliberales de optimización del sector de la salud. Con estas políticas, ante un drama como el actual, el sistema es incapaz de reaccionar. Ha habido falta de material médico, de camas en las unidades de cuidados intensivos, incluso de doctores. Ahora mismo, en California, se está seleccionando a los pacientes para darles o no tratamiento en el hospital.
Como experto en desigualdad económica, ¿Cómo afecta la pandemia a este problema?
Es difícil pronunciarse. Todavía estamos en la pandemia. De hecho, probablemente estemos ahora en el pico de la pandemia. Lo que hemos visto es que hay mucha gente de los sectores esenciales que, o bien han tenido que trabajar más, o bien han perdido el trabajo. Otra gente, la que puede trabajar a distancia, no se ha visto muy afectada por la pandemia, ni siquiera en términos de ingresos.
Otros, en la clase media-baja, se han visto muy afectados porque se han infectado y han sufrido el virus. Luego tienes la gente de muy arriba, multimillonarias como Jeff Bezos o Elon Musk que estaban en una buena posición en la pandemia y que han sacado réditos de la crisis. Parecería que hubo un incremento de la desigualdad entre países, pero también ha habido mucha política expansionista de la que se han beneficiado los segmentos de población con menos ingresos.
Entre los socialdemócratas en Europa se tiende a pensar que hay que subir los impuestos para pagar los efectos de la pandemia. ¿Qué piensa usted?
Hay que tener en cuenta que nunca vimos un incremento de liquidez en la economía como el actual, después del incremento que vimos en la crisis de hace diez años. Ahora en los Estados Unidos hay quien plantea usar la Teoría Monetaria Moderna, según la cual los déficits no importan, porque éstos pueden financiarse suministrando más dinero. Yo creo que, llegado el caso, habría que reducir el nivel de deuda y aumentar los impuestos. Pero ese aumento de la fiscalidad no tiene nada que ver con el aumento de los impuestos que parte de la izquierda ha estado defendiendo desde hace ya tiempo para reducir la desigualdad.
¿Cómo quedan la democracia liberal y el capitalismo liberal tras el asalto al Capitolio de la semana pasada?
Creo que no hay duda de que la victoria de Trump en 2016 y que obtuviera en 2020 70 millones de votos – con un 40% de los estadounidenses sin votar – son muestras del malestar que hay en esa parte de la clase media de Estados Unidos que no se ha beneficiado de la globalización. Ésto es algo que sabemos empíricamente, es algo que no se puede discutir. Esta situación, trasladada al espacio político, adopta la forma de un relato razonable según el cual gran parte de la sociedad de Estados Unidos, y también del resto del mundo occidental, ha sido atacada.
Por un lado porque el capital ha abandonado su país dejándoles sin trabajo y, por otro, porque los productos que estaban fabricando ahora se pueden importar más baratos desde otros países, especialmente desde China. Las turbulencias causadas por los chalecos amarillos en Francia, el auge de Vox en España, la inestabilidad de Italia, el peso de Alternativa para Alemania en Alemania o el brexit son todos fenómenos que tienen que vincularse con esos procesos económicos.
¿Cómo ve usted la respuesta que se está dando a esto desde los gobiernos europeos? Me refiero, por ejemplo, a Macron en Francia o Merkel en Alemania.
No me gusta mucho llamar a estos movimientos populistas. Pero estos que llaman populistas tienen una desventaja respecto a políticos como Macron, por ejemplo. Y es que la Agrupación Nacional no tiene una propuesta para Francia. Macron sí la tiene. Si partidos como el de Le Pen llegan al poder, no van a saber qué hacer con él. Estos movimientos pueden hacer mucho ruido, pero no tienen una alternativa política, y lo saben.
Si Le Pen llega al poder en Francia, le pasará como a Trump. No sabrá que hacer. Pero yo no creo que vayan a llegar al poder. Entre otras cosas, porque no creo que quieran llegar al poder. Se sabe, por ejemplo, que Trump no quería llegar al poder. Él llegó al poder por una victoria accidental.
Figuras como Trump son entonces resultado de que hay partes de la sociedad defraudadas con una globalización que les supone perjuicios. ¿Cómo se puede tratar ese malestar?
Los partidos de izquierda en Europa parece que están siguiendo el ejemplo danés. Allí el camino es algo así como nacional y social a la vez. Consiste en limitar la inmigración y mantener el estado de bienestar para los ciudadanos autóctonos. Se está restando a esa izquierda el componente tradicional internacionalista. En Dinamarca se quiere así fortalecer la clase media y hacer, además, más difícil que el capital salga del país. Es una respuesta, en suma, parecida a las políticas de los años 60 y 70, cuando había mucho menos movimientos de capitales y de trabajadores. Esta solución danesa, más allá de afectar a un país o dos, no se puede aplicar a todo el mundo con lo lejos que ha llegado la globalización.
¿No se puede ir en contra de la globalización?
Yo estoy en contra de moverse en contra de la globalización, porque ésta, desde un punto de vista global, ha traído consigo grandes ventajas a los países en Asia. China está en camino de acabar con la pobreza extrema, India ha estado creciendo, antes de la crisis, a niveles del 6%, 7% y del 8% o Etiopía, del 10%. La globalización ha hecho el mundo un lugar transformado, más rico. Ir en contra de la globalización es ir a favor sólo de un grupo muy pequeño del mundo. La clase media europea es, en el mundo, el 4% o el 5% de la población.
¿Qué respuesta política se puede dar entonces en el mundo occidental?
La izquierda debería pensar mucho más en cómo se pueden realizar las redistribuciones de la riqueza para que se beneficien quienes se han visto afectados por la globalización.
¿Y los liberales y conservadores, en qué tendrían que pensar?
Ellos han estado en el poder los últimos cuarenta años. Los liberales han cometido un gran error ignorando asuntos como la redistribución de la riqueza. Las política liberales, incluso cuando funcionaron, no lo han hecho lo suficiente para eliminar el malestar de grandes partes de la población. Pero, en mi opinión, al menos en los Estados Unidos, los liberales se han encerrado en sí mismos, estando dispuestos a que todo se vaya al traste siempre y cuando Trump les rebaje el impuesto de sociedades. Se han comportado de manera sorprendentemente cortoplacista.
Y tras la pandemia, ¿qué se espera usted?
Tras la pandemia me espero que haya alteraciones políticas. Porque, al principio, cuando la pandemia está en marcha, la gente trata de seguir las reglas. Pero cuando termine, mucha de las cosas que pasen por la pérdida de trabajo, como la pérdida de nivel adquisitivo mientras que otros se han hecho extremadamente ricos, o que muchos gobiernos sean corruptos o que hayan gestionado mal la pandemia; todo esto tendrá consecuencias políticas. Habrá años políticamente tumultuosos.