Una mujer sigue teniendo síntomas de coronavirus 100 días después de su contagio

  • La mujer se infectó después de una cirugía cardíaca el pasado marzo

  • Sigue teniendo fiebre y los síntomas no le desaparecen del todo

Jenny Lorraine, una mujer de Texas, en Estados Unidos, fue diagnosticada con coronavirus el pasado mes de marzo. A pesar de que lleva todo este tiempo encerrada en su casa, sigue teniendo síntomas más de 100 días después del contagio.

La mujer se infectó después de una cirugía cardíaca, y aunque tras el primer mes comenzó a recuperar fuerzas, asegura que los síntomas nunca se han ido del todo. Incluso en su día 90 de aislamiento tuvo fiebre alta.

Su médico le informó de que era contagiosa y que debía permanecer en cuarentena, y aún sigue así, una situación que también tiene que vivir su familia, incluida sus niños pequeños, ya que también se han contagiado, según The New York Post.

Por lo general, los pacientes de coronavirus se suelen recuperar en un periodo de media de dos semanas. Los expertos aseguran que el caso de Lorraine no es habitual y que puede haber problemas subyacentes detrás de la enfermedad por la COVID-19.

Las consecuencias del COVID-19: los síntomas depresivos de muchos pacientes

Investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (Ibima), han trabajado en el papel que desempeña la intervención psicológica y su traducción en cambios fisiológicos, biológicos y cognitivo-conductuales en pacientes que tienen un cuadro depresivo leve o moderado. Además, también tiene aplicabilidad a la actual circunstancia de pacientes que han sufrido COVID-19.

La metodología empleada para el estudio de estos biomarcadores ha sido gracias a la participación en el ensayo de 66 pacientes con una depresión leve o moderada, atendidos desde la propia Atención Primaria del Distrito Sanitario Málaga-Guadalhorce, y 60 controles, según han informado desde el Gobierno andaluz a través de un comunicado.

La medición de los biomarcadores antes y después de la intervención psicológica online, de una duración de 12 semanas, ha generado una disminución de hasta nueve puntos en la 'Escala BDI', un cuestionario de reputada validez científica autoadministrado que consta de 21 preguntas de respuesta múltiple, siendo una de las herramientas más comúnmente utilizadas por los profesionales para la medición de la severidad de una depresión.

Este estudio clínico también tiene aplicabilidad a la actual circunstancia de pacientes que han sufrido COVID-19. Según Rodríguez de Fonseca, "el coronavirus tiene la capacidad, como otros virus, de activar profundamente en paciente el sistema inmunológico provocando una tormenta de citoquinas, provocando un aumento de señales proinflamatorias que al llegar al cerebro pueden generar numerosas alteraciones".

El propio investigador responsable de Ibima ha apuntado que algunas de esas alteraciones pueden ser "abrir la barrera hematoencefálica, provocar cambios en neurotransmisores, generar inflamación y modificar la transmisión". Todos estos cambios biológicos-fisiológicos tienen su traducción en cambios de comportamiento en el paciente que pueden desembocar en un estado afectivo negativo o, incluso, en una depresión.

"No es de extrañar que enfermedades virales provoquen cambios en estos sistemas monoaminérgicos, que pueden provocar enfermedades como el parkinsonismo, la depresión o el agravio de trastornos como la psicosis". En definitiva, en palabras del propio Rodríguez de Fonseca, "lo importante es que pueden llegar a alterar el cambio de ánimo".

Para combatir esta circunstancia, el investigador del Hospital Regional de Málaga propone a la terapia cognitivo-conductual por parte de psicólogos, ayudada por la aplicación de las nuevas tecnologías de la comunicación para reducir la activación del sistema inmunológico con pacientes que están en casa, que no son graves, o que no han pasado un cuadro clínicamente grave por COVID-19, pero que pueden tener una situación depresiva.

La intervención psicológica puede regular el sistema inmunológico del paciente mejorando así su sintomatología. El aislamiento, el miedo, el estrés; así como la propia infección, contribuyen a que el sistema nervioso se inflame y aparezcan cuadros afectivos a veces muy importantes. El papel de los psicólogos en estos casos es esencial para ayudar a estos pacientes aislados.

Ambos profesionales coinciden en que "en la lucha contra el COVID-19 hay que luchar con todas las herramientas, y en el aspecto de la salud mental, la intervención psicológica supone una vía que no supone excesivos riesgos para mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida de los pacientes", han subrayado Pablo Romero y Fernando Rodríguez.