Fue la peor pesadilla del expresidente Barak Obama, y amenaza con convertirse en el drama del primer año de la administración Biden. Miles de pequeños, menores de edad llegados desde Centroamérica, recorren miles de kilómetros, solos, en manos de las mafias a las que sus padres pagan en la esperanza de que en Estados Unidos tengan una oportunidad.
La realidad que se vive en la frontera sur de Estados Unidos es el reflejo del drama de millones de personas que huyen de sus países de origen en busca de un mejor futuro. Un drama, que se ha visto incrementado en las últimas semanas cuando se ha conocido, por un lado, el altísimo número de menores indocumentados que están llegando sin la compañía de un familiar adulto; y por otro, las angustiosas condiciones en las que están siendo custodiados los niños y adolescentes por la Patrulla Fronteriza, hacinados en celdas, pasando hambre, duchándose una vez cada cinco días o más, sin salir al exterior ni ver apenas la luz del sol, y excediendo los límites de tiempo de permanencia establecidos por ley, a la espera de ser reubicados en instalaciones más acondicionadas.
En febrero, 9.457 niños no acompañados fueron detenidos por las autoridades, según los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU (CBP por sus siglas en inglés), lo que supone un aumento de más del 60% respecto del mes anterior, con 5.858 niños registrados. Inmigración en Estados Unidos depende del gobierno federal (Washington) y es una agencia absolutamente independiente.
Sabido es que los niños, procedentes sobre todo de Centroamérica, huyen de la miseria, la violencia y los problemas económicos a los que se ven sometidos. En ocasiones, se han sumado también otros factores provocados por desastres naturales como los huracanes y, en este último año, los devastadores efectos de la pandemia. El objetivo final, para ellos, es conseguir el asilo político en Estados Unidos, o la reunificación con sus familias ya asentadas en el país.
A esta combinación de situaciones, hay que añadir que Joe Biden, durante su campaña, insistió en que la política de inmigración que llevaría a cabo, en caso de llegar a la Casa Blanca, sería muy diferente a la de Trump (gestionada bajo la “tolerancia cero”), destacando que su enfoque sería más humano. La presidencia de Biden, ha supuesto una esperanza para los padres de estos niños, pero la realidad, es muy diferente. Cumpliendo con su programa, Biden está llevando a cabo significativos cambios migratorios en los primeros días de su mandato, pero ninguno respecto de los migrantes que llegan a la frontera de forma ilegal.
A Obama le pasó algo similar. El presidente del titular fácil se encontró con 80.000 niños en la frontera sur del país y llegó a hacer una comparecencia pública para explicar que "no entraría un solo migrante ilegal en Estados Unidos". Pidió a los padres que no enviaran a sus hijos a Estados Unidos. Y comenzó la construcción y ampliación de los grandes centros de detención con las famosas "celdas" para los pequeños.
“Las oleadas tienden a responder a la esperanza. Y había una esperanza significativa de una política más humana", ha dicho esta semana Roberta Jacobson, la principal asesora del presidente Biden sobre política fronteriza entre Estados Unidos y México, tras reconocer el repentino aumento de datos. El titular fácil sobre el que reposan vidas de miles de niños que saben, como sucedió con Obama, que serán deportados.
Joe Biden y su administración se enfrentan ahora un importante y complejo reto: trasladar a los niños migrantes de las cárceles fronterizas y centros refugios saturados, tan pronto sea posible, más aún teniendo en cuenta lo que previsiblemente se avecina. Pero Biden mantiene exactamente las mismas leyes que Obama y Trump de detención y separación de familias en la frontera.
La semana pasada, Russell Hott, un funcionario migratorio, envió un mail a los trabajadores previniendo que la llegada de familias y niños sin acompañantes este año “registrará los números más altos vistos en los últimos 20 años", según informó The Washington Post.
Si la experiencia de cruzar la frontera en la que los inmigrantes se juegan la vida ya es dura de por sí, más espeluznante aún se torna cuando se trata de niños. Pero, una vez que lo consiguen ¿dónde van?, ¿cuál es su destino?, ¿cómo se van a mantener?, ¿qué van a hacer Joe Biden y su administración para gestionar esta demanda?, ¿en qué condiciones se encuentran ahora?
Aunque la mayoría de los adultos que llegan a la frontera son expulsados inmediatamente bajo una medida amparada en la pandemia del Covid-19, en el caso de los menores de edad, se está gestionando de manera diferente.
Una vez son interceptados por los oficiales fronterizos, los niños son conducidos a las celdas administradas por la CBP por un periodo máximo de 72 horas establecido por ley. Pasado este tiempo, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) atiende las necesidades de menores asignando a cada inmigrante un trabajador social.
Mientras tanto, la agencia HHS por su parte, se encarga de examinar a las “familias patrocinadoras” que se ofrecen para acoger a los niños (y también a jóvenes adolescentes menores de edad), a la par que se adjudican los casos para que sean tratados por los tribunales de inmigración. Normalmente estos niños tienen familiares de segundo o tercer grado en Estados Unidos. Unos tíos, unos primos de sus padres, o incluso alguno de sus progenitores y la esperanza es que las autoridades les trasladen a vivir con ellos.
Durante este periodo de revisión, el gobierno tiene la obligación de abastecerles de alojamiento, alimentación y cuidado en general, además de educación, para que puedan ser entregados a sus correspondientes tutores y familias de acogida.
La falta de medios para la reinstalación de los menores ha provocado que el tiempo de permanencia en las celdas exceda las 72 horas, siendo la media ahora de 107 horas (35 horas más de lo permitido).
Además, los refugios del HHS, donde los niños no deben permanecer más de 21 días de acuerdo con las disposiciones judiciales, tienen una capacidad de 13.000 camas para albergar a los menores. Sin embargo, en muchos casos debido a la carencia de familias que califiquen y por la pandemia, el tiempo de permanencia en los centros de menores, excede del límite, alcanzando un promedio de 37 días hasta que el niño es liberado.
Ante esta nueva oleada migratoria, según el WP, cerca de 3.500 menores (170 con menos de 13 años), se encuentran detenidos en las estaciones de la Patrulla Fronteriza esperando camas disponibles. Las condiciones en las que se encuentran, son especialmente tristes. Y no sólo porque las celdas, construidas para adultos en la época de Obama, son sombrías y tétricas, sino por las condiciones que presentan:
“Los jóvenes esperan en celdas estrechas y austeras con suelo y bancos de cemento. Las luces permanecen encendidas las 24 horas del día”, ha relatado un agente, quien señala además que para los niños “hay pocos lugares para jugar”.
Las celdas a las que se refiere el funcionario, son conocidas también como “hieleras” o “jaulas”. Ante las presiones que recibió el expresidente Trump por las condiciones en las que estaban los inmigrantes, algunas de estas celdas fueron reacondicionadas, pero las actuales instalaciones “no son mucho mejores” que las anteriores. “Los menores alojados en las estaciones “tienen acceso completo a comidas, refrescos y atención médica, así como duchas cada 48 horas”, ha declarado Troy Miller, director interino de CBP, quien asegura que, los agentes de patrulla hacen todo lo que está en sus manos para atender a los niños. Pero las ONG denuncian que no es así.
En el intento de empezar a tomar el control de la situación, cumplir con la ley y prever a los menores de unas condiciones de vida mínimas saludables, a mediados de febrero, el gobierno reabrió la primera instalación de emergencia utilizada durante la legislatura de Trump, construida a base de grandes carpas en la localidad de Donna, Texas, cerca de la frontera con México, para albergar a 700 adolescentes.
Sin embargo, las últimas noticias del Centro Nacional de Derecho Juvenil, avista un panorama mucho más dramático que el dibujado por la Administración Biden. Más de 1.800 niños y adolescentes se encuentran en las instalaciones de Donna en condiciones deplorables, alcanzando el 729% de su capacidad legal.
“Algunos de ellos llevan retenidos una semana o incluso más (a pesar del limite de los 3 días) y a muchos niños no se les ha permitido llamar por teléfono a sus padres u otros parientes”, han manifestado los abogados sin fines de lucro que supervisan los centros de detención de inmigrantes, según informa la agencia AP.
A pesar de las prevenciones que se deben tomar por la pandemia del coronavirus, los niños “están tan juntos que pueden tocar a la persona que está a su lado. Algunos tienen que esperar cinco días o más para ducharse, y no siempre hay jabón disponible, sólo champú”, denuncian los abogados a los que se les ha denegado el acceso a las instalaciones de la carpa.
Neha Desai, abogada que representa a jóvenes migrantes bajo la custodia del gobierno de Estados Unidos, a denunciado que los niños a los que entrevistó le dijeron que tenían hambre, que duermen en el suelo: "Uno de ellos dijo que sólo podía ver el sol cuando se duchaba, porque puede verlo por la ventana", dijo Desai.
"Varios niños dijeron exactamente lo mismo: la única vez que me levanto es para tirar la basura o ir al baño", lamenta la abogada, quien destaca que muchos de ellos “estaban llorando histéricamente porque quieren hablar con su familia, es muy preocupante ver a niños pequeños en las instalaciones durante días y días, sin poder ducharse, llamar a sus familias o ver la luz del sol".
El Departamento de Seguridad Nacional en sus últimas declaraciones, ha manifestado que los agentes de la Patrulla Fronteriza están trabajando para transferir "rápida y eficazmente" a los menores no acompañados a la agencia de refugiados de Estados Unidos, que el Congreso a solicitado para albergar a estos niños.
Leecia Welch, abogada del Centro Nacional de Derecho Juvenil, por su parte, considera que “es bastante sorprendente que la administración (de Biden) hable de la importancia de la transparencia y luego no permita que los abogados de menores vean dónde se quedan. Me parece muy decepcionante".
La administración de Biden está considerando alojar a los menores de edad indocumentados en edificios escolares no utilizados, también en bases militares e incluso contempla habilitar las instalaciones del aeródromo federal Moffett de la NASA, ubicado en Mountain View, California.
"Este esfuerzo no tendrá ningún impacto en la capacidad de la NASA para llevar a cabo sus misiones principales", ha dicho Darryl Waller, portavoz de la NASA, confirmó en un comunicado, señalando que las "propiedades están actualmente desocupadas".
Para abordar el aumento de la migración, Biden ha rescatado un programa de su etapa como vicepresidente de Obama, que permite a los niños centroamericanos solicitar, desde su país de origen, la admisión a los Estados Unidos. El objetivo de ese plan, que Trump derogó en 2017, conlleva también evitar el peligroso viaje que realizan los menores para reunirse con los padres que ya están instalados en Estados Unidos.
No es la primera vez que surge una oleada de estas características. En la era de Obama la cifra fue mayor: durante el año fiscal de 2016, el número total de niños no acompañados detenidos fue de 59.692, lo que supuso un incremento del 49% respecto de 2015, cuando la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza capturó a 39.970 menores.
Sin embargo, la mayor cifra de desplazamiento de niños hacia Estados Unidos se dio en 2014, cuando 68.541 menores fueron detenidos, de los cuales 18.244 eran hondureños; 17.057, de Guatemala; 16.404, de El Salvador, y 15.634, mexicanos. Según los datos oficiales la Administración Obama deportó el récord de más de 3 millones de personas entre 2009 y 2016, entre ellos miles de niños.
La visión de los miembros del Partido Republicano es crítica con respecto a la gestión de Biden, al considerar que el presidente invitó a la oleada de inmigrantes la frontera. Al mismo tiempo, los conservadores advierten que el plan del líder demócrata Biden que modifica las estrictas normas migratorias de su antecesor, Donald Trump, puede desembocar en una emergencia en la frontera.
El republicano James R. Comer, miembro de la Cámara de Representantes de Kentucky, calificó el miércoles el aumento de la migración como una señal "para que el mundo entienda que nuestras leyes de inmigración pueden ser violadas con pocas consecuencias, si es que tienen alguna". La Administración Trump llegó a acuerdos con los países fronterizos con México para evitar las tristes famosas "caravanas" de migrantes, y con México para luchar contra las mafias de personas.
Mientras los menores esperan que su destino hacia la acogida y el asilo político en el mejor de los casos, sea redirigido, a ser posible a la mayor brevedad, la administración de Biden ha dicho que necesita más tiempo para lograr su objetivo, al considerar que la política aplicada por Trump “era inhumana". Pero lo cierto es que la Administración Biden mantiene la frontera cerrada y se niegan a reconocer el drama.
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha declarado que varios miembros del gobierno viajaron el pasado fin de semana a la frontera, para evaluar la situación: "Estamos trabajando diariamente para garantizar el mantenimiento seguro a estos niños, y procurando trasladarlos tan pronto sea posible de las instalaciones de la Patrulla Fronteriza a refugios donde tengan acceso a recursos educativos, de salud, mentales, legales, etc.", dijo.
Jacobson, asesora del presidente Biden sobre política fronteriza, también ha destacado por su parte que traficantes de migrantes están divulgando una información que invita a los migrantes a cruzar la frontera, cuando, insiste repetidamente, que las fronteras “están cerradas”.
Joe Biden, en sus últimas declaraciones para frenar la llegada de caravanas de inmigrantes a Estados Unidos, ha dicho: "Lo puedo decir con bastante claridad: No vengan".
La lucha por la supervivencia, estremece a un lado y al otro de la frontera. El escenario es, en cualquier caso, abrumador.