La ciudad inteligente concebida como el proyecto urbano más ambicioso que hay sobre la tierra, en la que no habrá carreteras ni coches, ni emisiones de carbono, sino que en su lugar se verán taxis voladores para ir al trabajo mientras los mayordomos robots se encargan de la limpieza de las casas, y donde la fina arena de una playa en el desierto brillará en la oscuridad bajo una luna artificial, ya está viendo importantes progresos para su construcción.
El poderoso sueño de 500.000 millones de dólares bautizado como NEOM, fue imaginado por el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman como “un destino y un hogar para las personas que sueñan en grande y quieren ser parte de la construcción de un nuevo modelo de habitabilidad excepcional”.
Bajo un clima relativamente templado en comparación con la mayor parte del país, NEOM se dibuja sobre el mapa al norte del mar Rojo, en la región de Tabuk, y tendrá una extensión de 25.500 kilómetros cuadrados. Será tan grande como Bélgica o Massachusetts, o la superficie de Chipre multiplicada por tres.
Con este ambicioso plan, que se construirá desde cero, Arabia Saudí pretende reducir la dependencia del petróleo, diversificar su economía y orientarla al exterior, así como desarrollar los sectores de servicio público, bajo un proyecto que funcione en su totalidad con fuentes de energía renovable.
Su enclave principal, The Line, configurado como una ciudad lineal de 170 kilómetros de largo, formará parte del proyecto que, según el reino monárquico, creará más de 700.000 puestos de trabajo y planea tener un millón de habitantes.
La inteligencia artificial controlará la ciudad y utilizará modelos predictivos y de datos para encontrar formas de mejorar la vida diaria de sus ciudadanos, quienes serán rastreados gracias a la tecnología inteligente con reconocimiento facial y redes 5G como estándar. La robótica se encargará, desde controlar la seguridad y la logística, hasta la notificación de delitos, el cuidado de las personas o las entregas a domicilio.
"Estamos construyendo fundamentalmente la primera ciudad cognitiva del mundo", ha declarado Joseph Bradley, director de tecnología y digital de NEOM, quien añadió que un sistema operativo conocido como NEOS tendrá como objetivo conseguir el consentimiento para usar datos del 90% de residentes.
Concebido como el lugar que en 2030 suplantará al centro tecnológico estadounidense Silicon Valley, y que en los años venideros sustituirá al Hollywood del entretenimiento, o a la Riviera francesa como lugar de vacaciones, NEOM contiene además un proyecto de modificación genética para hacer más fuerte a su población. Su financiamiento provendrá del fondo soberano de Arabia Saudita, el Fondo de Inversión Pública.
Según el príncipe saudí, conocido también como MBS, el proyecto urbano funcionará legalmente de manera independiente al "marco gubernamental existente" en el reino monárquico absolutista, con sus propios impuestos y mano de obra, así como nuevas leyes que predominarán bajo "sistema judicial autónomo".
Mensajes como “El futuro tiene nuevo hogar”, “Es un área que tiene mucha belleza” o “Mejores humanos, mejor sociedad”, se reflejan en la web de la extravagante ciudad futurista, en la que incluso habrá una atracción al estilo de Jurassic Park, con robots con la apariencia de dinosaurios que interactuarán con los visitantes.
Pero debajo de la deslumbrante apariencia de NEOM, se esconden otras dramáticas situaciones que contienen amenazas, desalojos forzosos y derramamiento de sangre. El idílico proyecto de Mohammed bin Salman, vio sus primeras acciones criminales en 2020 cuando miembros de la tribu Huwaitat – extendida por Arabia Saudí, Jordania y la península del Sianí durante generaciones-, fueron advertidos de que tenían que abandonar sus casas para el desarrollo de NEOM. Cerca de 20.000 saudíes estaban viviendo en el futurista enclave tecnológico.
Abdul Rahim al-Huwaiti, uno de los hombres autóctonos que publicó videos en internet alertando al mundo de que las fuerzas de seguridad sauditas estaban tratando de desalojarlo a él y a otras personas, fue asesinado por las autoridades saudíes. La activista Alia Hayel Aboutiyah al-Huwaiti, residente en Londres, que también divulgó los vídeos, denunció a la policía británica las amenazas que estaba recibiendo por parte de personas que, según su declaración, apoyan a Mohamned bin Salman.
Para contrarrestar las críticas y censuras internacionales suscitadas en torno a estos hechos y otros derivados, como el arresto de varios familiares del difunto al-Huwaiti que protestaron contra la orden de desalojo, el príncipe MBS contrató a varias empresas estadounidenses de relaciones públicas y lobbying. Una de ellas es la compañía fundada en Nueva York, Ruder Finn, con la que firmó inicialmente un acuerdo de 1,7 millones de dólares.
De la misma manera que el desarrollo de la gran metrópolis tecnológica está plenamente ligado al príncipe heredero, MSB también está implicado de lleno tanto en la sangrienta guerra de Arabia Saudita en Yemen, como con el brutal asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi que conmocionó al mundo.
Khashoggi, quien los dos últimos años de su vida escribió para el Washington Post, había criticado duramente al régimen de su país natal. En 2018, viajó a Turquía para obtener la documentación necesaria para contraer matrimonio con su prometida, de nacionalidad turca, pero Khashoggi no salió con vida del consulado saudí en Estambul. El columnista exiliado en Virginia (EEUU), fue estrangulado dentro de las dependencias oficiales por 15 agentes del Gobierno de Arabia Saudita, y posteriormente su cuerpo fue descuartizado y eliminado. La aprobación de la bárbara y atroz ejecución, fue dada por el príncipe heredero Mohammed bin Salman.
Así lo concluyeron en noviembre de 2018 las investigaciones llevadas a cabo por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, aunque el informe no vio la luz hasta la pasada semana.
Desde 2017 MBS, "ha tenido el control absoluto de las organizaciones de seguridad e inteligencia del reino, por lo que es muy poco probable que los funcionarios sauditas llevaran a cabo una operación de esta naturaleza sin la autorización del príncipe heredero", dice el documento de la CIA.
Las primeras explicaciones del régimen saudita fueron contradictorias y confusas hasta que en 2019, en una entrevista en televisión, Mohammed bin Salman negó tener conocimiento del asesinato, aunque asumió la responsabilidad como líder tras admitir que fue perpetrado por “personas que trabajan para el gobierno saudita”.
También ahora, tras la publicación del informe de la CIA, el departamento de Exteriores saudí, ha rechazado “categóricamente” las acusaciones en un comunicado.
El asesinato provocó -y continúa suscitando-, un intenso escrutinio global con infinidad de críticas al Reino de Arabia Saudita. El presidente Trump en su momento, cuestionó las evaluaciones de la CIA, expresó su apoyo a bin Salman, y declaró que la investigación sobre la muerte de Khashoggi debía continuar. Estados Unidos y Arabia Saudita habían firmado un acuerdo de armas de casi 110.000 millones de dólares el año anterior.
Pero ahora la batuta para el manejo de las relaciones con Arabia Saudita está en manos de Joe Biden.
Cuando el informe de la Agencia de Inteligencia estadounidense fue publicado el pasado 25 de febrero, Biden cumplió una de las promesas que hizo en campaña electoral antes de ser proclamado presidente.
El actual inquilino de la Casa Blanca también dijo al Consejo de Relaciones Exteriores el año pasado durante las primarias demócratas, que reduciría el apoyo a Arabia Saudita en temas clave, señalando que “terminaría con el apoyo de Estados Unidos a la desastrosa guerra liderada por Arabia Saudita en Yemen y ordenaría una reevaluación de nuestra relación con Arabia Saudita”, dijo Biden. La guerra de Yemen ha provocado la muerte de más de 233.000 personas y ha creado una de las mayores crisis humanitarias del mundo.
“Ya es hora de restaurar un sentido de equilibrio, perspectiva y fidelidad a nuestros valores en nuestras relaciones en el Medio Oriente. El presidente Trump ha emitido a Arabia Saudita un peligroso cheque en blanco”, añadió Biden entonces, quien también prometió que su administración no “vendería más armas” a Arabia Saudita.
Una vez que Biden asumió el cargo, su equipo de seguridad nacional comenzó a diseñar una nueva política diferente a la de su antecesor Trump, pero el mandatario demócrata no ha impuesto ningún castigo contra el heredero de Arabia Saudita.
En su lugar se han atribuido prohibiciones de viaje y sanciones financieras contra algunos de los subordinados que participaron en el asesinato de Khashoggi. Estados Unidos también sancionó a la Fuerza de Intervención Rápida, una unidad de élite que protege al príncipe bin Salman y que sólo responde a él.
Por otro lado, Biden también prometió ayudar a Arabia Saudita a defenderse de los rebeldes hutíes de Yemen, que han atacado territorio saudí con misiles y drones, lo que presupone que Estados Unidos continuará vendiendo algunas armas y brindará asistencia militar a los saudíes con fines defensivos.
Los grupos de derechos humanos por su parte, presionan por una congelación más amplia de las armas en Arabia Saudita hasta que el príncipe heredero se enfrente a la justicia.
El 25 de febrero, 41 miembros progresistas del Congreso enviaron una carta a Biden, pidiendo a su administración que aclare cómo va a distinguir entre ventas de armas "ofensivas" y "defensivas" y otros tipos de apoyo militar para los saudíes.
El príncipe Mohammed fue el artífice de la intervención saudí en Yemen en 2015 y esperaba una rápida victoria contra los hutíes, aliados de Irán y rivales del Reino de Arabia Saudí. Pero la guerra fue la primera de una serie de políticas destructivas aplicadas por el príncipe heredero que desestabilizaron el Medio Oriente.
La preocupación y el recelo por interrumpir la relación de Estados Unidos con Arabia Saudita, con los intereses que hay sobre la mesa, prevalecen en las decisiones de Biden, quien parece concebir que el príncipe MBS es demasiado poderoso para ser castigado, aunque sea de manera simbólica.
Mohammed bin Salman, como líder de facto del Reino Saudí, ascenderá al trono después de que su padre enfermo de 85 años, el rey Salman fallezca o abdique. Quienes apoyan la actitud de Biden, consideran que su posición se debe a una cuestión de prudencia para no arriesgarse a enfrentamientos mayores con el príncipe heredero, de 35 años, quien se prevé que será rey durante décadas.
Cuando la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, fue preguntada esta semana sobre la reacción de Biden a las críticas de que se había "acongojado" al imponer sanciones a Mohammed, el líder de facto del país, respondió:
“No creo que nadie se presente a la presidencia o sea elegido si tiene la piel fina”, dijo. "Creo que esperaba que pudiera haber algunas críticas".
Pero el papel de Biden, señaló, “es actuar en el interés nacional de Estados Unidos. Y eso es exactamente lo que está haciendo". La situación, dijo, es "complicada".
Antes de que el servicio de inteligencia estadounidense publicara el informe de Khashoggi, la oficina de medios del gobierno saudí y NEOM dijeron que el proyecto había atraído el interés nacional e internacional.
"NEOM está en conversaciones con varias empresas de diversas industrias que están interesadas en participar", informaron en un comunicado.
El asesinato de Khashoggi provocó, además de la protesta internacional, la renuncia de algunos miembros de la junta asesora de NEOM. No obstante, los expertos consideran que es poco probable que el informe de la CIA cambie la posición de los inversores hacia Arabia Saudita en ausencia de una acción de Estados Unidos contra el príncipe.
"Se podría haber esperado una mayor rechazo por parte de la administración (de Biden), pero si es así, la señal es bastante débil", ha manifestado Neil Quilliam, director gerente de Azure Strategy, una consultora centrada en Oriente Medio.
"Así que no creo que esto sea un impedimento importante para la mayoría de las empresas que buscan oportunidades en el reino", concluyó.