Mientras asistimos a la destrucción material que las coladas de lava del volcán de La Palma están dejando a su paso, muchos se preguntan si puede evitarse, de alguna manera. El lento avance de la columna de rocas incandescentes permite que se desalojen casas y propiedades, pero los daños materiales parece inevitables, parece que no hay manera humana de luchar contra esta fuerza de la naturaleza. Pero, ¿se ha intentando alguna vez parar el avance la lava?
La respuesta es sí. A lo largo de la historia el hombre ha intentado controlar esta fuerza destructiva de los volcanes, y lo ha hecho con mayor o menor éxito, pero siempre con un esfuerzo casi titánico. Desde los primeros intentos documentados que nos cuentan como los labradores de Catania intentaban desviar las coladas de lava del Etna con picos y palas mientras se protegían del calor cubiertos con pieles de oveja empapadas en agua, la ingeniería en la lucha contra la lava ha mejorado bastante.
Pero hay muchos más ejemplos, y mucho más recientes. La lucha contra muros de materiales en movimiento que se encuentran a unas temperaturas que rondan los 1.000ºC es muy desigual. Los ríos de lava destruyen y sepultan todo lo que se encuentran en su camino y su trayectoria es muy difícil de predecir.
Uno de los primeros intentos modernos de parar las coladas de lava de un volcán se produjo en Hawai, en una de las erupciones del Mauna Loa, en el año 1935. La lava discurría por varios tubos ya formados de erupciones anteriores y se dirigían al pueblo de Hilo. Para intentar salvarlo, el entonces director del Observatorio Hawaiano del Volcán, Thomas Jaggar, sugirió que podían intentar volar los tubos volcánicos.
Las voladuras destruyeron los tubos pero, aunque tardaron un poco más, la lava terminó por rellenarlos de nuevo y el avance de las colados no se desvío y siguió su camino hacia la ciudad de Hilo. Ésta finalmente se salvaría, pero no por el efecto de las bombas, sino porque el volcán detuvo la expulsión de materiales y las coladas se detuvieron.
Otro de los intentos más conocidos es el que protagonizó la población de Vestmannaeyjar para intentar salvar su pueblo de la erupción del volcán Eldfell en 1973. La erupción se mantuvo durante cinco meses y los vecinos se dedicaron a arrojar agua marina helada sobre las coladas de manera constante para intentar detenerla. A favor de esta técnica tenían la orografía del terreno, la especial lentitud de la lava y una fuente. de agua helada constante y muy cerca: el mar.
Utilizando grandes carros para acarrear el agua estuvieron cinco meses enfriando la lava del volcán para intentar detenerla o desviarla. Un objetivo que sol consiguieron en parte. Al final, tan sólo una quinta parte del pueblo fue destruida y salvaron el valioso puerto.
Otro de los intentos más habituales en las erupciones volcánicas ha sido el de reconducir la lava. La idea es construir grandes canales o muros de contención para que las coladas de materiales incandescentes tomen una determinada dirección o no traspasen las zonas pobladas.
Uno de estos intentos lo protagonizaron, de nuevo, los vecinos de las inmediaciones del monte Etna. En la erupción del año 1983 intentaron evitar la destrucción de tres pueblos amenazados por la lava. Para ello se construyeron grandes barreras con rocas con la intención de desviar las coladas. La primera de ellas, de unos 18 metros de altura, fue rebasada por la lava, pero una segunda consiguió desviar el flujo. Varios de los muros lograron salvar muchos edificios.
Casi una década después, de nuevo el Etna puso en peligro el pueblo de Zafferana. Las autoridades aplicaron las técnicas de sus vecinos, pero además crearon una trinchera realizada con explosivos para retener la lava. Encima colocaron bloque de hormigón para conseguir hacerla más alta y obligar a la colada a desviarse. el invento funcionó, pero también gracias a que las erupciones cesaron en el plazo de pocos días.