“No van a darse por satisfechos hasta que echen abajo esas dos malditas torres”. Lo había dicho muchas veces ante asesores presidenciales pero John O’Neill, el mayor experto del FBI de Osama Bin Laden, volvió a decirlo el 10 de septiembre, al salir del restaurante: "Por lo menos siempre voy a poder decir que mientras yo estuve en la oficina del FBI, en Nueva York nunca se produjo un atentado”. Lo desvelaba el New York Magazine y el documental 'The Man Who Knew', donde se descubre el carácter premonitorio del agente. Chris Isham, de ABC News, le había dicho, en broma: "Ahora tienes un trabajo suave en el WTC. Allí no van a meterte bombas otra vez". Después de reflexionar, O’Neill contestó: "Todavía tienen en mente terminar el trabajo. Lo harán de nuevo". Lo hicieron el día siguiente.
John O'Neill había aceptado un trabajo como jefe de seguridad del World Trade Center. Era su destino, el hombre que más obsesionado estaba con Bin Laden y la amenaza que suponía para EEUU, iba a perder la vida el 11S intentando, de nuevo, salvar vidas. Cuenta su historia y la de la falta de comunicación entre la CIA y el FBI, con distintos intereses y motivaciones, la serie The Looming Tower. Y si no fuera verdad, sería catalogada como un guión increíble aunque lo que muestra es una rivalidad que pudo impedir que el 11S se frenara. Al menos ese día.
John O'Neill dedicó su vida a evitar un atentado en Nueva York. Siempre quiso ser agente. Era un mago de los contactos que hacía en restaurantes, bares, viajando a Arabia Saudí o Yemen.
Nacido en Atlantic City en 1952, O'Neill cumplió el sueño de su infancia de convertirse en agente del FBI y, finalmente, trabajó en la agencia durante 31 años. Comenzó como empleado de huellas digitales y guía turístico en Washington, D.C., antes de convertirse en agente especial en el verano de 1976. Durante los siguientes 15 años, trabajó en áreas del FBI como delitos de cuello blanco y contrainteligencia extranjera, y ascendió hasta ser un actor importante en las operaciones antiterroristas de la agencia en la década de 1990. En 1995 fue nombrado jefe de la división antiterrorista del FBI en Washington, D.C., y en 1997 se convirtió en agente especial a cargo de la división de seguridad nacional del FBI en Nueva York.
A partir de 1997 ya había dirigido la investigación de los atentados contra las embajadas en África y contra el navío de la Armada USS Cole en Yemen. Pero su carácter no era fácil. Y eso le provocó enfrentamientos. Cuando en 2000 se produjo el relevo en la dirección de la oficina del FBI en Nueva York, cargo al que él aspiraba, no fue el elegido. Tenía claro que era hora de marchar. Y sí, precisamente se fue a las malditas torres.
O'Neill desarrolló rápidamente un profundo interés en grupos terroristas transnacionales como al-Qaeda. "Muchos de estos grupos ahora tienen la capacidad y la infraestructura de apoyo en los Estados Unidos para atacarnos aquí si así lo desean", dijo O'Neill en un artículo de Associated Press de mayo de 1997.
“Fueron incontables las veces que me dijeron que consultara a John ONeill para asegurarme sobre una u otra cuestión”, confesaba Janet Reno, la que fuera fiscal general en la era Clinton en uno de los documentales que le recuerdan. “Si entraba en una sala y estaba él, era señal de que iba a contar con un análisis razonado de la situación. O'Neill tenía muchísima personalidad”. Y varias vidas paralelas. Su viuda oficial fue Christine O’Neill, con la que se había casado en 1971 y con la que seguía casado y con dos hijos en común, pese a estar separados desde 1991. Pero sus relaciones amorosas no se quedaban ahí. Valerie James estuvo con él una década, y tenía otra amante. Todo un Bond.
O'Neill hizo el 11S lo que estaba destinado a hacer. Tomar el mando. Evacuó y habló con su familia por teléfono asegurándole que estaba bien y evaluando la situación. "Es horrible. Hay cuerpos destrozados por todas partes. Tengo que ayudar a la gente. Vuelvo a llamar". También fue visto por su viejo amigo y compañero agente del FBI, Wesley Wong, quien vio por última vez a O'Neill dirigiéndose hacia la Torre Sur, probablemente para ayudar en la evacuación del edificio y recopilar imágenes de vigilancia de las oficinas de seguridad de la torre. Seguía pensando en cazar a Bin Laden. No sobrevivió. Tenía 49 años.