Mientras en Mariúpol se abren corredores humanitarios de día para la salida de los civiles, de noche caen las bombas de Rusia. Y en Irpín, los vecinos lloran temerosos de que vuelvan los soldados de Vladimir Putin. La guerra sigue a pesar de las negociaciones de paz. Hay movimientos del Ejército Ruso pero occidente cree que buscar reagruparse para aumentar la ofensiva sobre le Donbás.
Los estruendos aterrorizan en Mariúpol, que es una ciudad fantasma que ha perdido a 5.000 de sus habitantes con los ataques de Rusia sobre la población civil.
No es la única ciudad de Ucrania desolada, Irpín ha quedado desolada. Sus vecinos temen que vuelvan las tropas de Rusia, a las que han conseguido echar las fuerzas ucranianas. “Rezo porque no vuelvan”, dice una mujer emocionada.
La incertidumbre ha empujado a muchos hacia Kiev. Aunque los civiles admiten que “no sabemos lo que puede pasar mañana”.
La estrategia de Vladimir Putin apunta ahora hacia este, a la región del Donbás, donde las tropas rusas se reagrupan, preparadas para una posible ofensiva final.
Abandonan también la central nuclear de Chernóbil, aunque por otro motivo: 300 soldados se han contaminado. Llevan días cavando trincheras, levantando e inhalando polvo radiactivo.
Asfixiada resiste Járkov, donde los misiles han impactado sobre un gasoducto dejando sin suministro a decenas de miles de personas, que ven arder su ciudad con resignación.
Mientras, con enorme entereza despiden a los suyos en Leópolis. Con flores, lágrimas y un respeto profundo.