El voluntario ucraniano Igor Chumak, acogido de pequeño en España, ha acudido a Bucha para proporcionar ayuda humanitaria. Entre sus calles desoladas ha descrito el horror que se vive en la pequeña localidad cercana a Kiev. "No me entra en la cabeza", cuenta tras ver los centenares de cadáveres de civiles.
"Estamos buscando cuerpos para después enterrarlos", explica mientras graba la nueva realidad de Bucha. Antes era una acogedora localidad residencial, ahora solo quedan ruinas y muerte. Chumak y sus compañeros han recuperado decenas de fallecidos que estaban abandonados en las calles. Uno estaba junto a su bicicleta todavía. Los cubren con lo que tienen, bolsas de plástico en unas ocasiones y con mantas en otras, hasta que los sepultan.
Los supervivientes recorren desesperados las distópicas calles en busca de alimentos. Apenas tienen para comer, ya que los rusos arrasaron con todo en su huida. "Hay gente allí, buscando comida. Viene solo a por pan para comer", relata mientras varios habitantes pasan a su lado con la mirada perdida y bolsas vacías.
Otro de los problemas es el frío al que está sometida la población. La mayoría de las viviendas están derruidas o con boquetes causados por las bombas. "Aquí todo está roto", cuenta Chumak una vez tras otra según recorre Bucha.
Moverse es complicado porque las carreteras están repletas de vehículos abandonados. "Uno, otro y muchísimos más", dice en una avenida llena de blindados y tanques rusos calcinados. Las balas y los proyectiles para lanzacohetes yacen intactos en el suelo. Los soldados ucranianos los recogen para utilizarlos contra los rusos. Además, hacen labores de rastreo en busca de minas antipersona y antitanques para retirarlas. Bucha se ha convertido en ceniza y destrucción.