Ismail Kilincer, un hombre turco de 32 años, abrazó, besó y se disculpó con su hijo, Huseyin, de 10 años, antes de estrangularlo hasta la muerte. El pequeño, aterrorizado, dijo "papá, yo también lo siento".
Según los informes, el hombre se consideraba culpable por su propio estilo de vida y sentía que lo único perfecto en él era su hijo. Aseguró que, a diferencia de él, su hijo era un alma pura que nunca había hecho nada malo, por lo que había decidido "enviarlo al cielo mientras aún estaba sin pecado".
El impactante crimen tuvo lugar en el distrito de Karatay, en la provincia turca de Konya, alrededor de las 19:00 horas del pasado 8 de marzo. Fue entonces cuando Kilincer le pidió a su esposa, Rabia, de 31 años, que fuera a comprar al mercado.
El acusado explicó a los agentes cómo, una vez estaba su mujer fuera de casa, se dirigió a su hijo para asegurarle que "lo iba a matar". Se sentó sobre las piernas del pequeño y lo asfixió con sus propias manos.
Luego cerró la puerta con llave y llamó a la Policía para confesar que había "matado a alguien". Cuando los agentes llegaron, encontraron al niño ya fallecido. Su cuerpo fue trasladado al hospital de la ciudad de Konya para practicarle la autopsia.
La Policía indicó que el asesinato fue planeado con dos semanas de antelación. Kilincer les dijo que "mi hijo también pecaría a medida que creciera. Cuanto más vive una persona, más peca. No quería que mi hijo cayera en la tentación mientras crecía y se volvía como yo". Los agentes continúan con la correspondiente investigación.