Los números de muertos ofrecidos por los Gobiernos de Rusia y Ucrania son dispares. Atendiendo a ambos, más de 10.000 personas, militares y civiles, de ambos bandos han perdido la vida. Los crematorios ucranianos son un buen reflejo de lo que está sucediendo. La guerra los ha desbordado. Trabajan rápidamente, pero la llegada de cadáveres es incesante. Acumulan cientos de urnas con cenizas a la espera de que las vengan a recoger familiares.
Los entierros han pasado a un segundo plano en Ucrania, aunque se han habilitado cementerios en desuso. No hay tiempo prácticamente para llevarlos a cabo porque las morgues están llenas de fallecidos. Además, las explosiones suponen un riesgo añadido. Más allá de las fosas comunes, la opción más habitual está siendo la incineración. Los crematorios llevan trabajando a pleno rendimiento desde inicios de mes.
Al crematorio del principal cementerio de Kiev llegan cuerpos sin vida todos los días. Son enviados, en su mayoría, desde el frente de Irpín, que está a unos 20 kilómetros de la capital. En el edificio administrativo se acumulan cientos de urnas con cenizas de soldados y civiles ucranianos. Sus familias las han recogido todavía, algunas por miedo y otras porque han huido del país, según los trabajadores del lugar.
La situación es complicada para el sector funerario. A la sobrecarga de trabajo se suma la falta de material y mano de obra. La elevada cifra de defunciones ha provocado la escasez de ataúdes en el país. Igualmente, desde Kiev señalan que no encuentran enterradores en estos momentos.