Se llame trumpismo, lepenismo o, en España, trumpismolepenismovoxismo Así lo viene a decir en esta entrevista con NIUS el veterano periodista y escritor británico Edmund Fawcett (Londres, 1946).
Este ex integrante de la redacción del semanario The Economistes el autor de un estudio publicado por la prestigiosa editorial de la Universidad de Princeton titulado 'Conservatism: The Fight for a Tradition o “Conservadurismo: la lucha por una tradición” (Ed. Princeton University Press, 2020).
De dicho libro se ha dicho que es “una de las mejores explicaciones de la tradición intelectual conservadora publicada en los últimos años”, según ha podido leerse en la National Review, uno de los bastiones editoriales del conservadurismo estadounidense.
En el Reino Unido, en la también revista conservadora The Spectator ha señalado que las valoraciones de Fawcett debieran ser, no ya tenidas en cuenta, sino desmentidas por los conservadores en vista del panorama nada halagüeño que se les pinta en 'Conservatism: The Fight for a Tradition'.
Porque Fawcett, que analiza en su libro 200 años de historia de conservadurismo en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, termina su volumen dedicándolo a la fractura que representa la reaparición en el tablero político de lo que él llama “derecha dura” pero que otros califican de “ultraderecha” o “extrema derecha”.
La actual pujanza de esta parte de la familia política conservadora, según Fawcett, resulta tan amenazante para las democracias liberales como esa izquierda activista e identitaria surgida ante la inoperancia intelectual de la familia política progresista.
“Lo que está pasando con la izquierda identitaria, cuyas ideas son incoherentes y muy peligrosas, es algo realmente malo. Es como si las políticas identitarias hubieran sustituido el vacío ideológico dejado por la izquierda moderna, porque ésta, intelectualmente, no ha hecho gran cosa y las políticas identitarias se han metido en ese vacío”, explica Fawcett.
Ese debilitamiento de la izquierda, sin embargo, no son buenas noticas para el conservadurismo. Los conservadores, además de divididos como demuestra la aparición de las “derechas duras” europeas que señala Fawcett, se encuentra desorientado ideológicamente.
“A los conservadores, la izquierda les servía para diferenciarse, aplicando eso de que: ‘nosotros somos lo que sea que no es la izquierda’. Pero con la izquierda tan debilitada, los conservadores no saben qué pensar”, según Fawcett.
P: Usted analiza en su libro doscientos años de historia política conservadora en cuatro países. A la luz de su trabajo, y de cómo ha ido evolucionando lo que se entiende por ser conservador, parece que no hay una fórmula o unos términos claros para definir lo que es el conservadurismo. ¿Es así?
No se puede decir que los conservadores piensan esto o aquello fácilmente. No hay una definición simple de los conservadores. La cosa no funciona así. Pero yo no creo que sea complicado saber lo que son los conservadores. El conservadurismo político es, histórica y conceptualmente, la misma cosa que lo que entendemos por la derecha política. Es en el campo de la política, ya sea en Europa o en Estados Unidos, donde se acaba diferenciando sin dificultad que hay una izquierda y una derecha. Pero hecha esta diferencia, hay una segunda cosa, a saber, que los conservadores, da igual dónde estén, siempre han estado divididos.
Políticamente, a principios del siglo XIX, los conservadores crecieron separados de los liberales, o sea, de la izquierda. Pero conforme el capitalismo fue tomando forma, los conservadores más modernos y los liberales más a la derecha se unieron para formar el liberalismo conservador. En oposición a éste, sin embargo, hay un conservadurismo iliberal.
P: ¿Se aprecia hoy esa división política de los conservadores?
En todas partes. En España, tienes a Vox y el Partido Popular. En Francia, están Los Republicanos y la Agrupación Nacional (AN). En Estados Unidos tienes al Partido Republicano dividido entre los partidarios de Donald Trump y los no partidarios de Trump. Lo ves en el Reino Unido, donde tienes un Partido Conservador que ha sido tomado por una derecha dura pese a que en el partido dos tercios votó a favor de quedarse en la Unión Europea en el referéndum del brexit pues había una mayoría de liberales conservadores. Lo importante, en cualquier caso, es darse cuenta de que esa división entre conservadores es algo histórico. Siempre ha sido así.
P: No es nuevo entonces ese fenómeno que usted llama “derecha dura” y que otros llaman “ultraderecha” o “extrema derecha”. ¿Pero es ahora tal vez más evidente esa fractura conservadora que en otros periodos de tiempo?
En países como Estado Unidos o el Reino Unido, el sistema electoral va en contra de partidos pequeños. Por eso, lo que pasa es que la derecha y la izquierda tienden a manifestarse políticamente en sólo dos partidos. Republicanos y demócratas en Estados Unidos. Laboristas y Tories en el Reino Unido. En España, en Francia y en Alemania, es algo diferente, porque los sistemas electorales son más favorables a los pequeños partidos.
Por eso, cuando hay un auge de partidos como Vox en España o la AN en Francia, no ocurre como con los republicanos estadounidenses o los conservadores británicos. La “derecha dura” los ha conquistado desde dentro en Estados Unidos y Reino Unido, como un virus. Pero también puede pasar como con Vox en España o la AN Francia. Puede ser que estos partidos se muevan hacia el centro, y puede ser que pongan en peligro a los otros partidos de la derecha, que se quedan sin saber hacia dónde moverse. Pueden hacerlo hacia la derecha para acabar con la insurrección conservadora o mantener la líneas políticas para mantenerlos alejados.
P: Siempre que se habla de estos partidos de “derecha dura”, se habla de “iliberalismo”, como si estos partidos fueran un peligro para la democracia. ¿Cree usted que lo son?
Si eres liberal, ya sea de izquierdas o conservador, no deberías de estar preocupado por las diferencias entre los partidarios del brexit en el Partido Conservador en el Reino Unido, por la AN en Francia, por Alternativa para Alemania (AfD) o por Vox en España, sino por las similitudes y por el peligro común que presentan.
P: ¿Cuáles?
Primero, dicen que hablan en nombre de la nación, pero a menudo desprecian la idea de trabajar conjuntamente con otras naciones de modo multilateral porque prefieren que su país decida solo. Esto es especialmente verdad en mi país, el Reino Unido. Aquí, los partidarios del brexit hablan del 'Reino Unido, trabajando en el mundo'. Si eres Estados Unidos o China, ser unilateral es una idea plausible. Para el Reino Unido, es absurdo, porque es demasiado débil y pequeño como país para actuar por si sólo en el mundo. Con Francia y Alemania pasa lo mismo. Son demasiado pequeños para actuar por sí solos a nivel internacional.
Segundo, en esta derecha dura dicen que hablan en nombre de la gente de la nación. 'Hablamos en nombre de los franceses, los españoles, los alemanes', dicen. Esto son pamplinas. Estos partidos, como el resto de partidos en política, hablan por y para una fracción más o menos pequeña de periodistas, académicos, políticos, empresarios y responsables públicos que tratan de desplazar a la élite que está en el poder. En definitiva, esos partidos hablan por y para sí mismos, en nombre de la gente.
P: A lo largo de la historia, da la impresión que los conservadores han estado, siempre, aceptando e integrando más o menos las ideas de los liberales, ya sea el securalismo, la democracia, el capitalismo, el estado de bienestar, y otras muchas cosas. En pleno siglo XXI, después de dos siglos, ¿Qué les queda a los conservadores por aceptar?
Éste es el gran problema de los conservadores ahora. Los conservadores siempre han sido la resistencia. Me gusta usar esa metáfora del ajedrez. Los liberales juegan con blancas. Los conservadores juegan con negras. En esta metáfora, los liberales siempre mueven primero, y los conservadores se adaptan a ese movimiento. Por eso los conservadores siempre están adaptándose. Ahora, lo que ocurre es que el propio liberalismo, está en grandes dificultades. No está claro, de hecho, qué significa hoy ser liberal o de izquierdas. Por eso los conservadores no saben a ciencia cierta qué tomar de los liberales o de la izquierda, porque no saben, en último término, lo que van a obtener.
Le hablo, por ejemplo, de que desde 1989 no tenemos una idea de cómo funciona el mundo. La 'Guerra Fría', con el comunismo y el mundo libre enfrentados, era un concepto geostratégico del mundo estupendo, porque daba mucha coherencia. Pero ese concepto ya no está ahí y nada lo ha remplazado. En los 70's, en los 80's y hasta la crisis de 2008, había un consenso sobre la economía según el cual, grosso modo, el problema era el estado y el mercado la solución. Esto, aunque no fuera cierto, lo pensaba mucha gente y daba coherencia. Pero ya nadie cree en esto. Sin estos consensos sobre economía y geopolítica de los que hablo, la derecha política ya no sabe qué pensar.
P: Pero esto también afecta a la izquierda, ¿no es así?
La izquierda, en sí, es ahora mismo muy débil e intelectualmente está muy indecisa. La izquierda ofrecía una oposición frente a los liberales conservadores. A los conservadores la izquierda les servía para diferenciarse, aplicando eso de que: “nosotros somos lo que sea que no es la izquierda”. Pero con la izquierda tan debilitada, los conservadores no saben qué pensar.
P: La fractura de la que usted habla en la derecha también existe en la izquierda. Ideológicamente, la izquierda acusa falta de ideas y orientación. Esto explicaría el surgir del movimiento de la izquierda identitaria, también llamado movimiento 'woke
Por su puesto. Yo soy de izquierdas, pero soy liberal. Y lo que está pasando con la izquierda identitaria, cuyas ideas son incoherentes y muy peligrosas, es algo realmente malo. Es como si las políticas identitarias hubieran sustituido el vacío ideológico dejado por la izquierda moderna, porque ésta, intelectualmente, no ha hecho gran cosa y las políticas identitarias se han metido en ese vacío.
P: Con esos divorcios en la familia política conservadora y en la de los progresistas, ¿Es posible que los del centro de uno y otro lado se unan, separándose de lo que usted llama “derecha dura” y la “izquierda identitaria”?
Eso es lo que debería pasar. Sería lo mejor. Pero pueden pasar otras cosas. Por ejemplo, del movimiento 'woke' podemos esperar que sea sólo una obsesión capaz de agotarse. Hay fenómenos a los que les pasa eso, especialmente en Estados Unidos. Hay fenómenos que son como un virus iliberal. Logran que la gente esté muy activa, de modo muy iliberal durante cierto tiempo y luego esa fiebre pasa.
Cosas como que Audrey Pulvar, la teniente alcaldesa de París, diga que haya reuniones en las que la gente blanca debe callarse, es algo que divide y horrendo. Es algo tan inconsistente que no se puede mantener. Entre tanto, los políticos, medios de comunicación, intelectuales, etcétera, que sean liberales de derechas o de izquierdas, deben mantenerse firmes en sus principios liberales y no tener miedo. Eso sí, hay un gran problema. Hay mucha gente que tiene muy buenos argumentos para estar decepcionados con quienes llevan décadas gobernando, ya sea en gobiernos de centro-izquierda o de centro-derecha. Tenemos que enfrentarnos a los muchos problemas sociales y económicos en las sociedades liberales y democráticas.
P: Antes de escribir sobre el conservadurismo, usted escribió un libro sobre el liberalismo, 'Liberalism: The Life of an Idea
Creo que el libro que hay que escribir ahora, siguiendo la secuencia de liberalismo y conservadurismo, sería un libro sobre la nación, la raza y la identidad. Porque estas ideas, ya sean en la izquierda o en la derecha, son muy fuertes. El liberalismo, en el centro, está siendo mordisqueado desde la izquierda y la derecha. Ese sería un libro interesante.