En medio de tanta barbarie y destrucción, en ciudades ucranianas tan devastadas como Irpín, también hay momentos para la emoción y la felicidad. Rencuentros inolvidables de quienes dejaron a sus familias para luchar por su país y consiguen volver a casa.
Es el caso de este soldado ucraniano que ha vuelto a su casa, junto con su familia, tras estar combatiendo. La emoción se abre paso cuando su hijo mayor entorna la puerta. Ya en el pasillo, se encuentra con sus dos hijas más pequeñas que lloran sin consuelo abrazadas a él. Su padre, a quien pensaron no volver a ver, está en casa de nuevo, sano y salvo.
Ciudades como Irpín o a Bucha se han convertido en escenario de la barbarie de la guerra. Tras el paso de las tropas rusas son prácticamente una escombrera. La alegría ucraniana de haberlas recuperado, se transforma en congoja, en asombro, al pasear por sus calles, porque lo hacemos entre cadáveres. Se cuentan por decenas, sobre las aceras, uno tras otro o sobre el asfalto. Una estampa más, devastadora, del horror de la guerra.