Pérdidas de más de 10.000 millones en 2021 de la empresa Meta, ambiente externo hostil por la preocupación acerca del control de la desinformación y el discurso del odio, desafíos tecnológicos, restricciones legislativas de la privacidad digital y una crisis de reputación alrededor de su creador, Marck Zuckerberg, son sólo algunos de los problemas a los que se enfrenta el metaverso.
Porque Meta,el nombre otorgado por el enfant terrible de la tecnología a su última creación, parece ser la próxima fase de internet, un mundo en el que la realidad física y virtual se mezclarán para crear espacios en los que “los usuarios podrán comunicarse y compartir experiencias”, según su propia definición del invento que promete cambiar nuestra forma de vivir en los próximos años.
Un universo donde se podrá disfrutar de una segunda residencia comprada de forma virtual, siendo habitada de manera remota pero con los últimos muebles de diseño y unas vistas estupendas; o descansar tumbado en una hamaca escuchando el ruido del mar, sintiendo el sol y la arena, sólo un minuto después de haber terminado la jornada de trabajo, o incluso donde animar al equipo de fútbol desde dentro del estadio, aunque este se encuentre en otro continente, pudiendo casi tocar a los jugadores.
Este mundo ideal que cualquiera, en principio, firmaría tener a mano, son algunas de las promesas del Metaverso de Mark Zuckerberg: un paraíso virtual que permite estar “dentro de la experiencia, no sólo mirándola” y donde los usuarios podrán disfrutar juntos a través de “distintas capas de realidad”, según dijo durante la presentación de esta iniciativa, el pasado mes de noviembre.
Dicho anuncio supuso el bautizo de su última creación, realizado en plena crisis de que la que fuera su primer invento, la red social Facebook, que vive sus horas más bajas entre acusaciones de desinformación y difusión de fake news, desprotección de menores y recopilación de datos personales, entre otras. Todo ello ha provocado el mayor peligro de reputación que Zuckerberg ha tenido que afrontar hasta ahora.
Pero sobre todo, Meta ha llegado precedido por la estampida de los usuarios más jóvenes, que están abandonando en masa Facebook, lo que augura una bajada considerable de ingresos publicitarios y el fin de una era para su creador. Por ello urge que esta generación, nativa digital y convencida de las bondades de la tecnología, abrace sin escrúpulos los cascos visuales Oculus diseñados para acceder al nuevo mundo virtual y el universo de pago que este incluye.
Un cosmos que abarcará entornos laborables sin tener que desplazarse, prácticas deportivas con movimiento dentro de la propia vivienda o conciertos con experiencias hasta ahora inexploradas. Un mundo tan amplio que dominará la forma en la que hasta ahora entendíamos la cultura, el trabajo, la forma de comunicarnos o las compras. Todo a un precio desconocido de momento.
Y es ese pequeño detalle el que se está discutiendo, y de forma encarnizada en algunos foros, como el Congreso de los Estados Unidos, que debate cómo legislar la privacidad, identidad y seguridad de la ciudadanía ante las nuevas propuestas de los gigantes tecnológicos como Meta, Microsoft o Apple.
Porque otro de los problemas a los que se enfrenta Zuckerberg es la competencia. Él no es el único que en estos momentos está trabajando e invirtiendo enormes sumas de dinero en el desarrollo del metaverso. Roblox y Epic Games, a un nivel más pequeño, y Microsoft y Apple a otro mayor, también están sumergidos en el diseño del internet del futuro.
Zuckerberg simplemente ha sido el primero que se ha atrevido a presentarlo, intentando capitalizar el momento para eclipsar los graves problemas que tiene con Facebook, como el tope ya alcanzado con su número de usuarios (perdió medio millón de fieles durante el último trimestre de 2021), los cambios de las normas de privacidad de Apple (que permiten evitar el seguimiento de Facebook y con ello la recopilación de datos de los usuarios) y la competencia que supone para Instagram (propiedad también de Facebook) la popularidad de la red social china Tik Tok .
A todo ello se unen las altísimas cifras de dinero invertido en Meta, que se ha convertido en un pozo sin fondo. Más de 21.000 millones de dólares en los últimos tres años, una cantidad que, según dijo Dave Wehner, el director financiero de la compañía, aumentará a lo largo de 2022. Y teniendo en cuenta que aún podría quedar una década o incluso 15 años para que Meta sea una realidad, la financiación puede convertirse en un problema.
Pero el económico no será un inconveniente menor que el temor que despierta el hecho de que sea Zuckerberg quien decida el futuro de la relación del nuevo internet con las próximas generaciones y la posibilidad de extrapolación de los problemas ya vividos con Facebook, a una herramienta más potente todavía. Las dudas son muchas aún, en relación con la protección de los más pequeños, pero también acerca del control que sobre los adultos podrá tener esta herramienta, en un mundo donde el ciudadano cada vez decide menos por sí mismo.
La inquietud sobre ello se ha instalado en el Congreso estadounidense. Tanto la senadora republicana Marsha Blackburn como la demócrata por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, ya han cuestionado el nuevo universo de Meta, que tiene más de 10.000 personas trabajando en el proyecto y planes para doblar próximamente su plantilla. Y las regulaciones legislativas se mascan en el ambiente.
Mientras, todo un mundo paralelo al que ahora vivimos y que será parte importante de nuestra existencia, en un futuro muy cercano, sigue creciendo. Aunque aún no se conozca el precio a pagar por el consumidor ni si el producto que se anuncia será tan seductor como para querer vender nuestro alma al diablo.