Más de un millar de muertos y más de 44.000 casos de contagio confirmados. Es el último balance del coronavirus, que continua avanzando y propagándose a pesar de que el Gobierno chino no deja de multiplicar sus esfuerzos para contener la epidemia.
El virus ha alcanzado a todo, mermando a una población que vive presa del pánico al contagio. Los hospitales están plagados de pacientes, al tiempo en que se han convertido en uno de los focos principales de propagación. El personal sanitario extrema la precaución y la cuarentena que se aplica tanto a los pacientes contagiados como a aquellos que están en estudio, se sigue de forma meticulosa y tajante. Tanto es así que el coronavirus ha llegado también a los paritorios, desde donde llegan imágenes en las cuales se aprecia cómo las madres, desde la camilla y con mascarilla, tienen que observar a su recién nacido a través de la pantalla de un teléfono móvil, sin poder abrazarle, tocarle o aferrarse a él.
Es lo más cerca que pueden estar de sus bebés las progenitoras que permanecen en cuarentena por la epidemia. Una videoconferencia con las enfermeras a través de un smartphone es la vía que tienen para verles y coger fuerza.
La situación es de seria preocupación en un país que está intentando todo por contener la epidemia. Incluso cerrar sus puertas, con todo lo que ello conlleva para una economía que también está siendo atacada por el virus. Y no solo afecta a China. Sus efectos tienen su eco también en la economía mundial. El ejemplo más reciente es la cancelación del Mobile World Congress, –que se iba a celebrar en Barcelona–, debido a la fuga de más de una treintena de compañías de renombre. Sin el evento, se dice adiós a los 110.000 visitantes que dejaban casi 500 millones de euros en la Ciudad Condal, donde además generaba 13.000 puestos de trabajo.
La situación sigue siendo crítica pese a las distintas medidas adoptados por el Gobierno, como la cuarentena a ciudades enteras; la imposición del uso de mascarillas por las que la gente ha llegado a pelearse mientras hacían cola en las tiendas para poder adquirirlas; el cierre de fronteras y de los medios de transporte; o una de las últimas apuestas para luchar contra el contagio: túneles que garantizan una desinfección completa y se están colocando en algunas empresas.
También los ciudadanos, por su parte, han extremado las precauciones: barrios tapiados; edificios cerrados ante la sospecha de que en su interior había contagiados; brigadas de aldeanos vigilando que nadie entre o salga de sus territorios; transeúntes con botellas en la cabeza… Medidas desesperadas ante una situación desesperada.
Con todo, como explica desde allí el español Kevin Vidaña, entrenador de fútbol del Guizhou Fengyun, de la ciudad de Guiyang, situada a tan solo hora y media de Wuhan, el epicentro del contagio, las autoridades están haciendo todo lo posible por proteger a la gente:
"Se están realizando muchos controles. El Gobierno aconseja no salir de casa y hace obligatorio el uso de mascarillas. Las calles siguen desérticas; la gente está protegida en su casa. Tanto colegios como universidades, así como centros comerciales, restaurantes y demás lugares, siguen cerrados, aunque se ha dicho que en esta semana empiezan a trabajar los sectores más imprescindibles. La reincorporación al trabajo se hará de manera gradual. Los transportes siguen limitados, y la policía investiga de manera individual a todo aquel que entra y sale de la ciudad”, ha contado.
En su caso, lleva casi dos semanas encerrado en casa y solamente ha salido dos veces al supermercado para comprar comida. Cuando sale, al volver debe “firmar un papel y pasar un control de temperatura”.
Por eso, dice, se siente protegido y parte de la lucha de todo el país por frenar la propagación de la epidemia: “Son muchas las personas que están trabajando sin descanso para evitar la propagación del virus. Las medidas que se están tomando creo que son las adecuadas. Hay mucha gente que cooperamos positivamente para el control del brote", asegura, destacando que el comportamiento de los ciudadanos chinos, en general, está siendo “ejemplar” ante un virus que mantiene a todos en vilo.