El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ha abandonado su refugio para consolar a los heridos en un hospital de Kiev. En todo el país se suceden los ataques a zonas residenciales y crecen las bajas civiles, especialmente en Chernígov. En el bombardeo a un teatro de Mariúpol, de momento no ha habido víctimas pero continúa la búsqueda bajo los escombros.
Es difícil imaginar que el piloto del avión ruso que bombardeó el teatro de Mariúpol no viera la palabra niños escrita en letras gigantes al lado del edificio del teatro.
Dentro había cientos de menores y de mujeres. En el momento de la explosión se encontraban en el refugio antiaéreo. Lo que evitó una tragedia insoportable. 130 personas ya han sido rescatadas con vida. Pero continúan las labores de desescombro.
En Chernígov ha sido una familia entera -dos padres y sus tres hijos- los que han fallecido tras el bombardeo de su vivienda. También Kiev, la capital, ha vivido una noche en la que el objetivo era sembrar el terror en zonas civiles. Destrozar hogares, hundir la moral y obligar a llorar muertos. Sin embargo, en la capital de Ucrania resisten. Los mayores tienen que irse de sus casas, lo único que en muchos casos les une ya a este mundo. Incluso a los tipos duros les fallan las piernas, se doblan, como un bombero que toma aire antes de seguir ayudando tras un ataque.
Pero Ucrania no se quiebra. Los heridos en los hospitales saludan al presidente Volodimir Zelenski como un soldado ante un general. O como un adolescente delante de su ídolo. Ucrania llora, pero son lágrimas de las que apagan fuegos.