Desde el inicio de la pandemia se ha realizado un esfuerzo mundial sin precedentes por parte de investigadores de muchas disciplinas para obtener y sintetizar conocimientos que sirvan de base a las respuestas políticas al SARS-CoV-2. En un plazo de tiempo récord se secuenció el nuevo código genético del virus, y durante los primeros meses de la pandemia se estudiaron las principales vías de transmisión del virus. Todo esto condujo al establecimiento de medidas para evitar la transmisión por parte de las autoridades.
Asimismo, el comienzo de la pandemia se caracterizó por las evaluaciones de la eficacia de distintos tratamientos farmacológicos –solo algunos mostraron resultados prometedores–, así como por el desarrollo urgente de las nuevas vacunas que ahora están ayudando al control de la pandemia.
Por otro lado, adquirimos nuevos conocimientos acerca de las intervenciones no farmacológicas cuyas características son más difícilmente evaluables a través de un ensayo clínico al uso. Es el caso del uso de las mascarillas.
Muchos países han fallado al adoptar las medidas, o no lo han hecho de manera eficaz. En muchos casos la causa ha podido ser una clara falta de recursos y de estructuras previamente establecidas. Y no solo en el ámbito de la salud pública, como se ha comentado en numerosas ocasiones.
Un análisis profundo de las actuaciones frente a la pandemia desde los distintos ámbitos económicos, políticos, sociales y sanitarios permite evaluar los déficits existentes. Lo que es más importante: permite detectar qué oportunidades hay de mejora.
Por encima de todo destaca la necesidad de establecer una red social más fuerte, mejor salud pública, y una mayor capacidad de respuesta no solo del Estado, sino a través de la cooperación internacional.
La vulnerabilidad de las estructuras de salud pública, incluyendo los sistemas de vigilancia epidemiológica, ha quedado más que patente durante la pandemia. No solo en España sino en otros países.
Países que ya cuentan con estructuras propias de salud pública, como el National Institute for Health and Care Excellence en Reino Unido (NICE), han redefinido sus prioridades para los próximos años a raíz de la pandemia. Han establecido centrarse en aspectos clave como la reducción de las desigualdades en salud, mejorar el acceso a los tratamientos más recientes y efectivos, y una actividad centrada en la implementación de la Agencia 2030 y el Desarrollo de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).
En España, la creación de un centro similar ya se describía en la Ley 33/2011, de 4 de octubre, Ley General de Salud Pública, pero no ha sido desarrollada ni implementada hasta la fecha.
Para lo que sí ha servido la pandemia es para impulsar la creación del Centro Estatal de Salud Pública. De acuerdo al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (Gobierno de España, 2021), tendría dos principales ámbitos de actuación:
Además de déficits en las estructuras relacionadas con la salud pública, ha quedado patente la falta de recursos. Un déficit que afecta principalmente al ámbito de la salud pública y la atención primaria si se comparan con la asignación a la atención hospitalaria, como muestra la Estadística del Gasto Sanitario Público del año 2019 publicada por el Ministerio de Sanidad.
Una evaluación detallada de la distribución de los recursos destinados al gasto sanitario contribuirá a centrar los esfuerzos en las medidas preventivas de la enfermedad.
Por otro lado, y dado que la salud pública y la atención primaria tienen funciones comunes que convergen en la salud comunitaria, es necesario coordinar ambas para mejorar su ámbito de actuación con una utilización más eficiente de los recursos existentes, tal y como indica la Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud.
La recuperación socioeconómica tras la pandemia de covid-19 debe llevarse a cabo teniendo en cuenta la mayor amenaza a la que nos enfrentamos: el cambio climático. Eso implica impulsar el desarrollo de una economía más sostenible.
Según la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen, la pandemia de coronavirus covid-19 ha de verse como una oportunidad para construir una “economía diferente, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida”.
Asimismo, y dado que la mayor parte de la población vive en entornos urbanos y que son las ciudades las que emiten alrededor del 70 % del dióxido de carbono, la lucha contra el cambio climático debe partir de las ciudades, tal y como ha indicado Naciones Unidas. Es por ello por lo que dentro de la agenda de recuperación de las ciudades, la acción climática debe encuadrarse como una acción prioritaria.
Durante este último año, se ha producido un avance en la investigación sin precedentes tanto en tratamientos como en vacunas. No obstante, no se ha producido el mismo esfuerzo en la investigación relacionada con aspectos propios del ámbito de la salud pública.
La OMS ha marcado directrices en este sentido. Dicen desde la organización que las prioridades deben ser la investigación en ciencias sociales, la investigación multidisciplinaria relacionada con la salud pública y la reducción del riesgo de desastres.
Tal y como se ha visto, los más vulnerables sufren más el efecto de la pandemia, que a su vez, aumenta el número de personas con esta condición. Por eso la investigación en ciencias sociales contribuirá al establecimiento de políticas basadas en la evidencia que contribuyan a reducir las desigualdades sociales.
Por otro lado, el aislamiento físico durante la pandemia ha conllevado la utilización de soluciones digitales para mejorar la atención sanitaria. Con sus limitaciones y retos, es un campo que unido al desarrollo de la inteligencia artificial y el big data puede ayudar a obtener diagnósticos y predicciones de enfermedad más precisos.
Aunque queda mucho camino por recorrer, desde el Gobierno se ha desarrollado la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, que tiene como objetivo proporcionar un marco de referencia para el desarrollo de una inteligencia artificial inclusiva, sostenible y centrada en la ciudadanía.
Por tanto, y sin olvidar la dramática situación que ha traído la pandemia, no solo desde el punto de vista sanitario, sino también social y económico entre otros, es momento de emprender las mejoras que harán que el mundo sea capaz de enfrentarse a los retos que están por llegar.