Apenas acababa de despegar del aeropuerto Jomeini de Teherán cuando el Boeing 737 de la aerolínea ucraniana Ukraine International Airlines (UIA), con 176 pasajeros, caía en picado hasta convertirse en una bola de fuego.
Entre el fuselaje y los restos del aeroplano, las pertenencias y los recuerdos de quienes viajaban en el avión dan cuenta de la tragedia, ocurrida apenas horas después de los lanzamientos de los misiles desde Teherán hacia las bases estadounidenses en Irak.
No ha habido supervivientes. Sus restos mortales han sido rescatados uno a uno en bolsas verdes. Una hilera de cadáveres, reagrupados en un descampado junto a los restos del aparato, mostraba la imagen más escalofriante tras el siniestro.
Se trabaja en identificar los cuerpos, mientras las autoridades competentes investigan las circunstancias del suceso, que fue captado por algunos vecinos en el instante en que se estrellaba y quedaba envuelto en llamas.
El avión, que había despegado apenas dos minutos antes, iba rumbo a Kiev. La embajada ucraniana en Irán descartaba inicialmente un ataque intencionado, si bien aseguran que habrá que investigar sobre el terrreno. Todo apuntaría a un fallo técnico, aunque los investigadores iraníes se reservan por ahora la exclusividad de las dos cajas negras recuperadas entre tantos enseres personales. Irán se niega a entregársela a Boeing, multinacional estadounidense.
Responsables de la compañía en Kiev aseguran que el piloto tenía mucha experiencia y que el avión de 2016 pasó revisión hace solo dos días. La mayoría de los fallecidos son iraníes y canadienses, aunque hay víctimas de otras 5 nacionalidades.
Desde Canadá, el primer ministro, Justin Trudeau, ha manifestado que está en contacto con las autoridades ucranianas y ha exigido respuestas a Irán por el siniestro, en el que han fallecido 63 ciudadanos canadienses.