Lo repiten las autoridades sanitarias de todo el mundo y lo reiteran también numerosos expertos desde uno y otro rincón del planeta: “aún hay muchas cosas que se desconocen del nuevo coronavirus”. Es por eso por lo que la comunidad científica se afana en una carrera contrarreloj que pretende entender la complejidad del SARS-CoV-2 para, con ese trabajo, poder llegar al desarrollo de tratamientos eficaces y, en última instancia, la ansiada vacuna. No es ni mucho menos una tarea fácil, porque, de hecho, ya desde el punto de partida surgen muchas dudas: ¿Cuál es el origen del coronavirus?
Desde la Organización Mundial de la Salud recientemente han afirmado y reiterado que “todas las pruebas sugieren que el virus tiene un origen animal natural”, precisando que el salto del coronavirus hacia los humanos no tuvo por qué producirse directamente desde un murciélago, dado que existe un contacto "limitado" con esta especie, sino que es "más probable" que hubiese otro animal "intermedio", tanto salvaje como domesticado, que hiciese las veces de transmisor.
Sin embargo, son muchos también los que recelan del hermetismo chino y varias hipótesis, como la defendida a capa y espada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, señalan que el verdadero origen del coronavirus que provoca el COVID-19 estaría en un laboratorio de Wuhan, el epicentro del brote desde el cual se convirtió en una pandemia que hoy deja más de 3,6 millones de casos confirmados y más de 254.000 víctimas. Así lo reflejan las cifras de la Organización Mundial de la Salud, que ha anunciado que trabaja para desarrollar una nueva misión en China, --la tercera ya-- para investigar el auténtico origen del virus, que insiste en definir como “zoonótico”, es decir, que “la mayoría de los patógenos emergentes provienen de animales”.
En la misma línea apuntaron los servicios de inteligencia estadounidenses, que, pese a la postura incondicional de Trump, concluyeron tras un estudio que "no fue creado por el hombre o modificado genéticamente”, si bien dejaban abierta, --y esto ha de enfatizarse--, la necesidad de “determinar si la epidemia comenzó por un contacto con animales infectados o si fue el resultado de un accidente de laboratorio en Wuhan”.
En este contexto, es ahora Australia quien alza la voz manifestando su preocupación por la teoría estadounidense de que el origen del virus podría, efectivamente, estar en un laboratorio de Wuhan, razón por la cual han llamado a actuar con precaución recordando que “hace no mucho tuvo lugar el fiasco de las armas de destrucción masiva". “No podemos repetir los errores del pasado”, subrayan fuentes de seguridad citadas por The Sydney Morning Herald.
A este respecto, Australia considera que existe una gran posibilidad de que las teorias y acusaciones cruzadas entre EEUU y China acaben tirando por la borda los intentos de acabar con la venta de animales exóticos y los mercados de animales salvajes tanto en el gigante asiático como en el resto del mundo, centrando así la atención sobre otro de los epicentros desde los que se cree que pudo surgir el brote: "Sabemos que el virus empezó en Wuhan y que el escenario más probable es que esté relacionado con los mercados de animales salvajes”, ha dicho el primer ministro australiano, Scott Morrison, reiterando que Australia ha instado a la apertura de una investigación independiente sobre el origen de la pandemia y defendiendo que la postura del país es “consistente”.
El mismo Morrison escribió hace unos días a los líderes del G20 con el objetivo de lograr su apoyo para llevar a cabo una pesquisa al respecto, mientras el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, insistía esta misma semana en que existen "grandes indicios" de que la pandemia de coronavirus se originó en el laboratorio chino, sin aportar más datos al respecto.
Precisamente, en torno a esto último, Australia cuestiona la teoría estadounidense que vincula el origen al laboratorio por la falta de material de inteligencia recabado por Washington.