En los exteriores del Bunderstag hoy ondea la bandera ucraniana entre la de Alemania y Europa. Dentro la presidenta del Parlamento, Bärbel Bas, anuncia el nombre del embajador de Ucrania Andriy Melnyk, que se pone la mascarilla, las gafas, se levanta y recibe la ovación de todos los diputados.
Es la escenificación del cambio radical en la política exterior germana. Del no, al sí a drásticas sanciones contra Rusia; sí a sacar a los rusos del sistema global de pago SWIFT; sí a suministrar a Ucrania 1.000 armas antitanque y 500 misiles tierra aire; sí al corte de los bancos rusas y empresas estatales; y sí a un incremento del 2% del presupuesto para reforzar y modernizar el ejército alemán. La inversión asciende 100.000 millones de euros.
"El presidente Putin no debe subestimar nuestra determinación de defender cada metro cuadrado del territorio de nuestra alianza junto con nuestros aliados", dice el canciller Olaf Scholz. Un cambio de 180 grados pese a la dependencia casi total que tienen los alemanes del gas procedente ruso.