Los políticos italianos suelen presumir de que, pese a la inestabilidad de sus gobiernos, a ellos no les afecta la cuestión territorial, como les ocurre a sus colegas españoles. Las diferencias entre el norte y el sur más allá de los Alpes son mucho más pronunciadas que en nuestro país, pero rara vez este tema ha amenazado la supervivencia del Ejecutivo. Italia no se enfrenta a un caso como el de Cataluña, con una parte del territorio reclamando la independencia, pero el deseo de mayor autonomía en las regiones más ricas sí que podría terminar provocando un adelanto electoral.
El vicepresidente y ministro del Interior, Matteo Salvini, lleva meses con la mano colocada encima del botón nuclear. Amaga con que todo salte por los aires, pero finalmente no dispara. Cada semana los sondeos le colocan más cerca de una hipotética mayoría absoluta, por lo que los líderes territoriales de la Liga -su formación- intentan convencerle de que rompa el pacto de gobierno con el Movimiento 5 Estrellas (M5E). Son tantas las discrepancias políticas entre los aliados que podrían haber servido muchas excusas, de modo que la cuestión territorial es sólo la última de ellas.
¿Por qué quieren más autonomía?
En octubre de 2017, el Véneto y Lombardía -dos de las regiones más ricas de Italia- aprobaron en referéndum reclamar más autonomía al Estado. Entre la veintena de materias solicitadas, se incluía un mayor control de sus infraestructuras, del sistema educativo o de la sanidad. La reforma cumple todos los requisitos constitucionales, pero dos años después todavía no ha habido ningún trasvase de competencias. Entre otras cosas, porque las autonomías no han empujado lo suficiente. Ahora, con el Gobierno pendiente de un hilo, lo han hecho.
Antes de afrontar los presupuestos del año próximo, desde Véneto y Lombardía exigen libertad para contratar a los profesores, pagarles un sueldo según las bases regionales y seguir un programa escolar específico. Ésta es ahora mismo la cuestión más espinosa, aunque detrás del ámbito educativo se abriría el espacio para una reforma sanitaria y del resto de la veintena de competencias que se aprobaron en el referéndum.
¿Qué piden los partidos?
El Gobierno de Giuseppe Conte ya les ha dicho que no, que el sistema educativo se basa sobre la identidad nacional y es imposible “fragmentar un modelo social”. Lo que hay sobre la mesa son dos realidades contrapuestas: la de Conte y el Movimiento 5 Estrellas -cuya base electoral se concentra en el sur-, que centran su mensaje político en una mayor integración de las regiones meridionales; frente a una Liga fundada por las clases empresariales del norte, donde los líderes territoriales responden a ese electorado que siempre ha buscado emanciparse del resto del país.
Salvini actúa así de funambulista, intentando ampliar su espectro político hacia el sur sobre las bases de un partido nacional, al tiempo que no puede descuidar su bastión del norte, donde la Liga supera el 40%. Mientras, los barones regionales tensan la cuerda para abandonar al M5E, a quienes consideran un lastre. Y piensan que éste es el momento justo.
El gobernador del Véneto, Luca Zaia, y el de Lombardía, Attilo Fontana, lo han expresado con una carta pública en la que amenazan a Conte con no firmar ningún acuerdo que si no acepta sus exigencias de mayor autonomía. Mientras, el primer ministro responde también con una misiva en Il Corriere della Sera que cualquier reforma territorial debe ser “por el bien de Italia” y no convertirse “en bandera ideológica”.
La ventana de oportunidad
Los últimos sondeos, publicados también por Il Corriere della Sera, le otorgarían a la Liga un 36% de los votos en caso de nuevas elecciones. Un porcentaje que acariciaría la mayoría absoluta, pero que no lo tocaría. Concentrado en apartar a Silvio Berlusconi y ocupar todo el espacio en la derecha, Matteo Salvini debería recurrir a Fratelli d’Italia, una formación de marcado carácter soberanista, con la que la Liga podría desarrollar toda su agenda política.
El problema, como siempre, está en los detalles. En primer lugar, en Italia hay una amplia tradición de gobiernos breves, pero no de adelantos electorales. Significa que en caso de ruptura de la coalición con el M5E, estos podrían buscar un nuevo pacto con los socialdemócratas del Partido Democrático (PD) sin necesidad de pasar por las urnas.
Tras las últimas elecciones, ya se exploró la posibilidad, pero el desplome del PD y su necesaria reconstrucción, lo impidió. Ahora sería la opción preferida para el presidente de la República, Sergio Mattarella, y tabla de salvación para el M5E, que se hundiría en una hipotética repetición electoral. Más dudosa sería la respuesta de los socialdemócratas, que aspiran a recuperar el electorado que se fue al 5 Estrellas y no a convertirse en su muleta.
Además, ante los pocos precedentes, quien rompe un Gobierno en Italia suele salir bastante penalizado en las urnas. Y, por último, a la Liga le ha estallado recientemente un escándalo por posible financiación ilegal rusa que ha noqueado temporalmente a Salvini. En las últimas semanas, su hábil manejo de la comunicación se ha perdido en medio de una marea de rectificaciones.
Según los analistas italianos, julio supondría el fin de la ventana de oportunidad para votar de nuevo este año. En caso de disolver el Parlamento de forma inmediata y seguir una vía exprés, los plazos legales llevarían a los italianos a las urnas a finales de septiembre. Más allá de esa fecha, el escenario se complicaría demasiado, ya que el Gobierno debe aprobar unos presupuestos bajo la amenaza de un procedimiento de infracción de la UE por deuda excesiva.
Resulta complicado pensar que Mattarella, guardián de las instituciones, acepte precipitar así al país a un nuevo vacío de poder. Pero Salvini se enfrenta a la última ocasión por ahora y la cuestión territorial se ha convertido en el mejor de sus asideros.