En la conmemoración de la independencia de Estados Unido, este 4 de julio, hay aspectos del país que llaman la atención, especialmente desde los ángulos de la comunicación, como es el comportamiento de Joe Biden en el último debate de candidatos. Ahí quedó en evidencia que se puede comunicar bien, mal o regular, pero desde la senectud del candidato se transmite el disimulo por querer salir airoso de momentos en blanco, bloqueos, falta de reflejos verbales y gestos "parados" y autómatas.
Nos encontramos desde hace meses con un presidente de caminar lento y poco seguro, con la mirada perdida en el horizonte y con la intención de convencer al mundo de que está en su mejor momento físico y mental.
Y lo que serían puntos débiles de sus mermadas habilidades de comunicación están dando resultados asombrosos tras el primer debate presidencial. Del defecto una virtud, y es que ha conseguido lo que los expertos en marketing denominan "un puñetazo en el ojo" con su desastrosa comparecencia. Ha logrado llamar la atención y fidelizar. De hecho, su campaña ha conseguido recaudar 264 millones de dólares, de ellos 38 millones han sido obtenidos tras el debate.
El arte del disimulo puede a veces transgredir los límites de la persuasión y la seducción. Y Biden ha intentado por todos los medios que se aprecie lo menos posible su falta de fluidez y concentración para expresar y manifestar.
Las capacidades de expresión de Biden se van debilitando día a día y sus muestras quedan evidentes en una voz temblorosa, con poca fuerza, que agota los finales de frase por no manejar bien la respiración. Su mirada no se concentra en la cámara, que es el ojo del espectador, sino que se mueve de un lado a otro del espacio escénico sin ofrecer adecuadamente la mirada al espectador.
Aunque en este caso es evidente que las cualidades de comunicación de Biden van mermando con los años, no siempre ocurre así en todas las personas. Hay personajes públicos que adquieren más experiencia y tablas a medida que cumplen años porque ponen de relieve y atesoran las mejores armas de la comunicación: templanza, convicción, seducción y atracción.
La imagen de un personaje público tiene que estar equilibrada en el tono de voz, el movimiento de manos, la mirada, la posición de cabeza y cuerpo. Hay signos de "perder los papeles" y falta de concentración en el mensaje cuando Biden aparece con la boca abierta sin saber qué decir a su contrincante, Donald Trump. Hay equívocos en palabras y frases que no se terminan. Y la voz se muestra cansada y ronca porque está apoyada y sustentadas en las cuerdas vocales, esenciales en el aparato fonador humano.
Estas debilidades de Biden son la punta de lanza de Trump para hacer mensajes enérgicos cargados de grandilocuencia con el trasfondo de noticias falsas que siembran la duda en el espectador porque el candidato no tiene las claves de la noticia y no sabe cómo dar por finalizada una frase o todo un discurso.
Meterse en un jardín, querer remarcar un titular y dudas al expresar, se manifiestan en su forma de mirar como si estuviera escudriñando al candidato y donde más que debatir lo que hace es examinar.
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