Mientras en Europa los termómetros arden ante una ola de calor extremo que hace que se superen con creces los 40 grados en múltiples regiones, en China la población se estremece ante el paso del tifón Talim, que tras tocar tierra ha provocado múltiples estragos, levantando hasta las raíces de los árboles y haciendo peligrar la vida de los ciudadanos.
Arrancando estructuras y hasta pedazos de edificios a su paso, convirtiéndolos en armas letales para los transeúntes, su fuerza descomunal, capaz de hacer también que vuelquen camiones y otros vehículos, se hace también sentir a través de su amenazante sonido.
Los vientos huracanados del primer tifón que toca China este año rondan los 140 kilómetros por hora; un verdadero peligro para los conductores, que ponen a prueba su equilibrio en la carretera, y para los peatones, que se aferran a los troncos y a todo lo que pueden para evitar salir volando, literalmente.
En este escenario, varias localidades del sur de China mantienen suspendidos sus transportes ferroviarios, aéreos y marítimos ante olas que llegan a superar hasta los nueve metros, haciendo que también se tambaleen las plataformas petrolíferas.
Hasta 230.000 personas han sido ya evacuadas, y la cifra sigue aumentando. Por su parte, las actividades en escuelas y fábricas se han suspendido, mientras se multiplican las alarmas. Los hogares tampoco son 100% seguros.
Pendientes de la previsión aferrándose a un respiro esperanzador, se espera que el miércoles el tifón Talim llegue a Vietnam, debilitado a tormenta tropical, aunque todavía con mucho poder de destrucción.