EEUU agasaja a India y evita condenar el abuso de Modi a los derechos humanos
Washington ha preferido no acusar a Nueva Delhi de lo que sí culpa a Pekín: de cometer abusos contra los derechos humanos
La manera en la que el presidente estadounidense, Joe Biden, agasajó a su homólogo indio, Narendra Modi, durante su reciente encuentro ha puesto de relieve que los argumentos que se usa EEUU para demonizar a algunas naciones no sirven para otras. Las diferencias entre EEUU y China han provocado un mayor acercamiento entre Washington y Nueva Delhi, cuyo vínculo se ha estrechado en materias como defensa, tecnología y comercio. Desde la Casa Blanca han definido su amistad como “profunda y estrecha”, y como una asociación con “cálidos lazos familiares”. Esta manera de describir su mutuo apego ha pesado tanto, que los abusos contra los derechos humanos que se producen en el país más poblado del mundo han quedado totalmente eclipsados por este conveniente romance geoestratégico.
La sociedad entre ambas naciones está siendo clave, dicen sus líderes, para mantener la estabilidad en el Indo-Pacífico. Ambos forman parte del diálogo de seguridad a cuatro bandas, QUAD, que también incluye a Japón y Australia, y realizan maniobras militares conjuntas en las que intercambian “las mejores prácticas, tácticas, técnicas y procedimientos”. Durante su encuentro, los máximos mandatarios cerraron acuerdos en defensa como la construcción en India de motores a reacción para aviones de combate o la reparación en astilleros indios de buques de la Marina estadounidense desplegados en la zona. Nueva Delhi acordó adquirir aviones no tripulados MQ-9B SeaGuardian por valor de casi tres millones de euros.
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“Estados Unidos se ha convertido en uno de nuestros socios más importantes en materia de defensa”, afirmó Modi en la capital estadounidense. “Cuando crecen la defensa y el sector aeroespacial en India, prosperan las industrias de los Estados de Washington, Arizona, Georgia, Alabama, Carolina del Sur y Pensilvania”, continuó.
Socios, no aliados
Sin llegar a ser una alianza, la relación entre India y EEUU depende enteramente de las diferencias que ambos países tienen con China. En los dos lados de la frontera de los gigantes asiáticos -comparten casi 3.400 kilómetros- hay desplegadas alrededor de 50.000 tropas. En diciembre de 2022, se produjo un choque entre Nueva Delhi y Pekín en el que fallecieron 20 soldados indios y al menos cuatro chinos. Se trata de una de las razones por las que la política exterior india se ha decantado más por la asertividad que por el acercamiento con sus vecinos. Fue precisamente la tensión geopolítica la que propició la prohibición de la aplicación de origen chino, TikTok, en India, una decisión que todavía no se ha tomado en EEUU -sí se ha llevado a cabo en teléfonos de trabajadores gubernamentales- a pesar del intenso debate y las presiones para eliminar la plataforma por motivos de seguridad nacional.
La tecnología también ha sido uno de los puntos en los que Biden y Modi se han dado un fuerte apretón de manos. Micron Technology, la empresa estadounidense de semiconductores -cuya actividad fue prohibida en China en mayo por suponer “graves riesgos para la seguridad”- se ha comprometido a invertir más de dos 2.500 millones de euros en la construcción de una planta de ensamblaje y pruebas en India. El acuerdo llega en plena guerra tecnológica entre Pekín y Washington, en la que EEUU ha prohibido el acceso a China a la tecnología de chips más puntera. Desde octubre de 2022, la Administración de Biden restringió a las empresas e ingenieros estadounidenses asistir a China en la producción de chips igual o inferiores a 16 nanómetros. Además, cualquier producto que cuente con algún elemento que provenga de EEUU ha quedado restringido. Con esta medida, que se une a otras sanciones impuestas anteriormente, los estadounidenses pretenden, entre otras cosas, privar a los chinos de contar con semiconductores de última generación para uso militar y para desarrollar tecnología de inteligencia artificial.
Alternativa a la dependencia económica de China
EEUU ve en India la alternativa a la dependencia económica de China, aunque hay muchas voces que abogan por la mesura. “En lo que respecta a la economía y los mercados, no es del todo correcto considerar a India como una alternativa a China. En 1990, las economías de China e India tenían aproximadamente el mismo tamaño. Hoy en día, la economía china es cinco veces mayor que la india. Los niveles de educación e infraestructuras en China están muy por delante de los de India”, afirman Rana Foroohar y Edward Luce en Financial Times.
Uno de los objetivos de EEUU es que India deje de depender de Rusia, razón por la que la Administración de Modi se ha abstenido de condenar la invasión de Ucrania en Naciones Unidas. Detrás de esta decisión está el fuerte vínculo entre Nueva Delhi y Moscú, a quienes adquieren el 80 por ciento del armamento que usa India. Además, durante la guerra, los indios han seguido comprando petróleo ruso. Washington desea y necesita que Modi mire hacia Occidente y deje de congeniar con Vladimir Putin. Este anhelo, que va desde lo estratégico a lo comercial, pasando por la esfera tecnológica, ha hecho que Biden haga la vista gorda con Modi en uno de los asuntos que más le achaca a Xi Jinping: los abusos contra los derechos humanos.
Derechos humanos quedan a un lado
Barack Obama lo dijo durante la semana: “si mantuviera una conversación con el primer ministro Modi, a quien conozco bien, parte de mi argumento sería que si no se protegen los derechos de las minorías étnicas en la India, existe una gran posibilidad de que en algún momento la India empiece a separarse”, especificó en una entrevista. Algo más duros fueron los alrededor de 70 legisladores demócratas, encabezados por el senador Chris Van Hollen y la representante Pramila Jayapal, que firmaron poco antes del encuentro entre Biden y Modi una carta en la que instaron a su presidente a que los derechos humanos fueran un elemento central de las negociaciones. Las críticas más agudas fueron por el “aumento de la intolerancia religiosa, la persecución de organizaciones de la sociedad civil y de los periodistas y las crecientes restricciones a la libertad de prensa y al acceso a Internet” en el subcontinente.
Modi, quien tuvo prohibida la entrada en EEUU durante casi una década por “violar la libertad religiosa”, forma parte de la gran mayoría hindú de India -que compone casi un 80 por ciento de la población-. Su partido, el nacionalista Bharatiya Janata Party (BJP), lleva décadas realizando una política represiva contra las minorías y la disidencia. Según los analistas, cada vez se desliza más hacia el autoritarismo mientras elimina de la carrera política a sus rivales más francos. Uno de los últimos ejemplos es el de Rahul Gandhi, líder de la oposición- al que podrían caerle dos años de cárcel por difamación. Modi es el máximo mandatario desde 2014 y durante décadas tuvo posiciones de liderazgo a nivel nacional y local. Precisamente, el bastión de su partido se encuentra en Gujarat, de donde es oriundo, y durante su gobierno fue vinculado con las represalias que se tomaron ante los disturbios de 2002 que acabaron con la vida de más de mil personas, la gran mayoría musulmanes.
Silencio de EEUU ante los abusos
Precisamente, el trato a los musulmanes (14 por ciento de la población) y a otras minorías son uno de los asuntos que más persiguen a Modi. Está acusado por grupos pro derechos humanos de alentar el ultra nacionalismo hindú contra el Islam. Desde su llegada al poder, se ha producido una especie de ‘fundamentalismo vegetariano’ donde las trabas a la comercialización de carne de vacuno son constantes. La vaca es el animal sagrado para los hindúes y un producto ampliamente consumido por los musulmanes, que son perseguidos y atacados por grupos violentos que cuentan con el beneplácito de las administraciones.
Durante décadas, las comunidades musulmanas han sufrido discriminación en el empleo y la educación y han encontrado obstáculos para alcanzar puestos elevados en la sociedad. Además, según el Consejo de Relaciones Internacionales “son víctimas desproporcionadas de la violencia comunal”. Según esta institución, Modi y el partido gobernante “han actuado para limitar los derechos de los musulmanes.
El mundo del periodismo también se las ha visto con el Gobierno nacionalista. En marzo, agentes fiscales indios realizaron registros en las oficinas de la BBC en Nueva Delhi y Bombay. La orden llegó apenas unas semanas después de que la cadena televisiva británica emitiera un documental que precisamente criticó el trato del primer ministro con la minoría musulmana. En 2022, siete periodistas indios fueron encarcelados, todos son musulmanes acusados de financiar a terroristas. Este año se han encarcelado al menos a tres reporteros más.
Los distintos gobiernos de EEUU, que históricamente se ha mostrado muy críticos con China por el trato a la minoría uigur, por la persecución a los opositores, por la censura y demás coacciones a las libertades, no ha usado la misma vara de medir con Modi.