El español que preside la Fundación Titanic: “Hay que prohibir las inmersiones, no hay que volver a bajar más”
Jesús Ferreiro lleva 60 años investigando sobre el Titanic y considera que las autoridades deben prohibir las inmersiones comerciales por el peligro que conllevan
"Bajar con el Titan era una auténtica locura y la pasión por el Titanic no justifica el riesgo que supone hacerlo", asegura a NIUS Ferreiro
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La fascinación por el 'buque de los sueños' le llevó a crear la Fundación Titanic en 2006 y desde entonces la preside. El periodista gallego Jesús Ferreiro es una de las personas que más sabe del transatlántico en todo el mundo. Hace ahora 60 años empezó a investigar sobre el 'insumergible'. Entrevistó a varios supervivientes e hizo una gran amistad con una de ellos, Millvina Dean, a la que acompañó en sus tres últimos cumpleaños. Cuando habla del navío se le nota la emoción y la pasión que siente por el barco británico. Pero precisamente por eso, lo ocurrido con el sumergible Titán le ha llenado de indignación. "La pasión por el Titanic no justifica la locura de bajar con ese aparato", explica a NIUS. "Son caprichos de millonarios, que quieren hacerse la foto para enseñársela a sus amigos".
Ferreiro ha pedido por carta a la Guardia Costera de Estados Unidos y de Canadá que se prohíban las inmersiones comerciales en busca del transatlántico. "Hay que impedirlo como sea. Ya sabemos todo lo que hay que saber del Titanic, no hace falta bajar más y correr esos riesgos. Y mucho menos con esos sumergibles, sin ninguna certificación oficial".
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El Titan implosionó el mismo domingo en el que se le perdió el rastro. Durante días se estuvo buscando al que empezó a ser conocido como 'el submarino del Titanic'. Hasta que el jueves se confirmó la peor de las noticias. Jesús Ferreiro "nunca" habría bajado en ese sumergible. La "fascinación" por el buque no "debe cegarnos".
Pregunta: Después de lo ocurrido con el sumergible Titan, ¿cree que habría que limitar de alguna manera las inmersiones de las empresas que ofrecen visitar el Titanic?
Respuesta: Sí, absolutamente. Hay que limitar o prohibir los viajes turísticos y las inmersiones como las del Titan. De hecho, he escrito una carta al jefe de la Guardia Costera de Canadá y al de Estados Unidos pidiéndoles que las prohíban y que en el caso de que las permitan, que al menos vayan un mínimo de dos vehículos. Así, si uno falla, que esté otro en comunicación permanente para poder ayudar. Aunque yo soy partidario de la prohibición total. Es que además, ya no hay nada más que mirar, ya se sabe absolutamente todo del Titanic. Es más, es que hay que tener en cuenta que en esas expediciones se ve muy poquita cosa, porque la oscuridad física a esa profundidad es total. Se ve muy poco y muy mal. Pero sobre todo hay que prohibirlas por el riesgo para la vida que suponen.
P: Usted tiene una gran fascinación por el Titanic, ¿se justifica el riesgo de estos viajes por esa pasión por el transatlántico?
R: No está justificado en ningún caso. La pasión por el Titanic no justifica bajar en esas circunstancias y correr ese enorme riesgo. Además, no es solo la fascinación por el transatlántico, es que hay que tener en cuenta que los que han bajado en los últimos años son millonarios. A muchos de ellos les daba igual que fuera el Titanic o la luna. Lo que quieren es hacerse la foto delante del Titanic para enseñársela a sus otros amigos millonarios. Para nada más.
P: Usted estudia el Titanic desde hace 60 años, ¿qué pensó cuando empezó a ver que empresas ofrecían bajar hasta los restos del buque?
R: Hace unos tres años me llegaron las primeras noticias de las excursiones de este tipo. Y lo que pensé fue que era una auténtica locura. Sobre todo en este tipo de sumergibles. Es increíble que se hayan atrevido a bajar con eso. No tiene nada que ver con el submarino de James Cameron, el director del Titanic, que puede bajar hasta 11.000 metros. Es una locura que las autoridades hayan autorizado este tipo de inmersiones, sin comprobar quién va a bajar, en qué condiciones, cómo era el submarino... Nadie comprobó nada. Se construyó sin ninguna certificación oficial.
P: ¿Qué le parece el papel que ha jugado OceanGate, la compañía del sumergible?
R: Empresas como OceanGate se han aprovechado de la fascinación que despierta el Titanic. Y han dicho, en lugar de hacer un documental y mostrar a los millonarios el Titanic, vamos a llevarlos a verlo. Pero claro, lo han hecho con un sumergible cuyo casco tenía 12 centímetros, cuando los técnicos exigen que tenga al menos 17. El que usó James Cameron tenía 21. Es que el milagro era que no implosionara. Todo ha sido una locura.
P: Y usted, siendo el presidente de la Fundación Titanic y un estudioso del buque durante décadas, ¿habría bajado?
R: No, rotundamente no. Tengo miedo porque sé lo que es. He hablado con varias personas del equipo de James Cameron que trabajaron con él para la película y hay que ser muy respetuoso con esas inmersiones. A mí no me atrae. Prefiero verlo con las filmaciones tan buenas que se han hecho. En esas grabaciones, bajan tres vehículos con focos. Bajar dos horas, con el riesgo, para ver tan poquita cosa, pues no merece la pena. A mí no me atrae el ver el Titanic aunque sea un apasionado del buque.
P: ¿Desde cuándo tiene usted esa fascinación por el Titanic?
R: Yo soy periodista y durante 30 años tuve un programa de radio dedicado al mundo de la mar llamado 'Onda Pesquera'. Y desde el año 63, cada 14 y 15 de abril dedicábamos el programa al Titanic y tuve la oportunidad de entrevistar a 9 de los supervivientes. Pero sobre todo con la más joven de todos los que iban a bordo, Millvina Dean, hicimos una gran amistad. De hecho celebré con ella sus tres últimos cumpleaños. Y es que, como te metas en el Titanic, te quedas enganchado. Yo descubrí que no había ninguna fundación ni en Reino Unido ni en Estados Unidos y decidí crearla.
Y ahí nació la historia de amor de Jesús Ferreiro con el Titanic. Ahora este gallego tiene 80 años y la ilusión de un jovencito por el 'buque de los sueños'. Ese que acabó en el Atlántico Norte y que despierta fascinación en todo el mundo.