Al igual que muchos ciudadanos de América Latina, una mujer colombiana, Adriana Reyes, y sus dos hijas tenían la ilusión de llegar a Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Son miles de personas las que sufren miseria y hambre en campamentos improvisados a escasos metros del gigante norteamericano. Uno de ellos es Marcos, un venezolano que sufrió tres robos y dos intentos de secuestro.
El pasado 3 de mayo, Adriana y sus hijas llegaron en un vuelo a Ciudad Juárez, en México, desde donde caminaron durante más de cuatro horas hasta el municipio de El Paso, en el estado de Texas, según informa Noticias Caracol. Allí fueron separadas por las autoridades americanas tras entregarse.
Fue entonces cuando comenzó el suplicio para la familia. Adriana y su hija menor, de 13 años, estuvieron retenidas durante una semana sin comunicación alguna, les dieron poca comida y ni siquiera les permitieron asearse durante todo este tiempo. A los ocho días, fueron deportadas a su país.
Sin embargo, María Ángel Caballero, de 19 años y embarazada de siete meses, fue liberada. Emprendió una peligrosa travesía, sin saber todo lo que le esperaba, y llegó sola a Chicago, la ciudad con mayor población de Illinois.
Este pasado martes, 20 de junio, se puso de parto e hizo una videollamada a su madre. Apenas charlaron unos minutos puesto que la comunicación se cortó en medio de las convulsiones de la joven durante el nacimiento de su bebé.
María fue diagnosticada con un extraño síndrome que la dejó en coma y sin un familiar cercano que se haga cargo de su pequeña. Y es que lo que había empezado siendo un sueño se convirtió poco a poco en la peor de sus pesadillas.
En una entrevista concedida al citado medio, Adriana explicó que el estado de salud de su hija "es aún delicado. Abrió los ojos, pero está bastante mal".
Además, esta desesperada mujer afirmó que "lo único que pido es que, por favor, me ayuden porque ella está indefensa, sola y con su bebé". Su objetivo es que le faciliten el viaje a Estados Unidos para poder acompañar tanto a su hija como a su nieta, añadiendo que no sabe "ni cómo está" la recién nacida.
Respecto a las autoridades norteamericanas, denunció que "el trato con nosotras fue terrible, siete días en los que no nos dejaron bañarnos y ni siquiera lavarnos los dientes".
"Siempre pedía una comunicación o una llamada a Colombia y nunca me lo permitieron", concluyó Reyes.