La ambición magrebí de Erdogan
La Turquía del reelegido presidente islamista aspira a penetrar económica, militar y culturalmente en el norte de África con cada vez más fuerza
Erdogan ha sabido tejer buenas relaciones simultáneas con la monarquía de Mohamed VI y el régimen militar argelino
En las ciudades de Marruecos puede hacer uno hacer una vida prácticamente turca sin necesidad de viajar: salir a trabajar vestido con la económica y elegante ropa de las turcas De Facto o Maestro, hacer la compra al terminar la jornada en alguno de los omnipresentes supermercados turcos BIM, donde encontrará desde apetitosos cruasanes para el desayuno hasta pantallas de plasma low cost, y, al regresar a casa, disfrutar de la cena en compañía de alguna de las popularísimas series televisivas turcas –como Beni Afet (perdóname) o Kara Sevda (amor eterno)- acomodado en un sofá de la cadena turca Istikbal.
No es casual: la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, que acaba de convertirse nuevamente en presidente después de dos décadas en el poder, no ha ocultado nunca sus ambiciones políticas y económicas más allá de sus fronteras. Erdogan el neootomano pretende –ahora tendrá al menos cinco años más- hacer de su país el modelo e inspiración en tierras árabes y musulmanas. Entre ellas, las del Magreb (no obstante parte del territorio del actual Magreb político estuvo bajo el dominio del Imperio otomano). La región norteafricana es puerta de África, otra indisimulada ambición de Erdogan. Combinando penetración económica con colaboración militar, no en vano, Ankara ha firmado acuerdos de cooperación armamentística con 25 países africanos y acuerdos en materia de seguridad con tres decenas de países del continente.
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Si en los primeros años de Erdogan como jefe del Gobierno turco el líder del AKP se erigió en modelo de compatibilidad entre democracia e islam, ahora que el verdadero rostro del político islamista ha quedado descubierto es fácil colegir que sus ambiciones no son otras que el poder y la expansión de la influencia turca y su visión religiosa en el mundo.
Las empresas turcas experimentan en los últimos años una importante expansión en el mercado marroquí. Uno de los ejemplos paradigmáticos del éxito de los productos turcos es el de la cadena de supermercados BIM, que superará este año los 700 establecimientos en todo el país tras 14 años de implantación en Marruecos.
El mejor momento en la relación de Erdogan con Marruecos se produjo durante los gobiernos presididos por el Partido Justicia y Desarrollo, partido hermano del AKP (también siglas de Justicia y Desarrollo) de Erdogan, y concretamente cuando el gabinete marroquí estuvo encabezado por Abdelillah Benkirane (2011-2017). No en vano, la única visita de Erdogan a Marruecos se produjo hace ahora una década, los días 3 y 34 de junio de 2013, con el islamista Benkirane como jefe del Gabinete real.
Revisión del acuerdo de libre comercio
El éxito de las exportaciones turcas en Marruecos fue tal en los últimos años que el déficit comercial para el país magrebí obligó a sus autoridades a revisar en 2020 el acuerdo de libre comercio que los dos países firmaron en 2004 y entró en vigor un año más tarde. A finales de abril de 2022 entraría en vigor la modificación del acuerdo con la imposición de aranceles a ciertos productos turcos. Concretamente, 1.200 productos, fundamentalmente del sector textil, la automoción o la metalurgia, sobre los cuales se impusieron derechos de aduana del 90% del valor de los productos.
La prensa magrebí se hacía eco de que entre enero y agosto de 2022, prácticamente en los meses previos a la entrada en vigor de la modificación del acuerdo de libre comercio, las exportaciones turcas del sector textil y materias primas se habían incrementado un 30,4% interanual, como recogía el digital Bladi.net.
En los últimos años, que han coincidido con la ruptura del alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario, el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y el restablecimiento de relaciones entre Rabat y Tel Aviv, Turquía es un importante suministrador de material militar a Marruecos.
No en vano, desde 2021 y coincidiendo con el aumento de las tensiones con Argelia y el Frente Polisario Marruecos viene adquiriendo drones turcos no tripulados Bayraktar TB2. En abril de aquel año medios turcos informaban de la compra por parte de Marruecos de 12 vehículos aéreos de combate Bayraktar –en septiembre desde las fuerzas armadas marroquíes se daba cuenta de que 13 de estos aparatos habían sido ya incorporados- y en diciembre la prensa marroquí avanzaba que seis unidades más venían en camino. Según defensa.com, las fuerzas armadas reales de Marruecos cuentan ya con 25 de esos aparatos. El país magrebí también adquirió entonces munición para los Bayraktar TB2.
En la venta de drones a Marruecos Turquía compite además con Israel, que ha vendido al país magrebí hasta 150 unidades de los WanderB y ThunderB VTOL, fabricados por la sociedad israelí BlueBird (que es en un 50% propiedad de Israel Aerospace Industries), según el medio digital marroquí Hespress.
Amigo a la vez de Argelia y Marruecos
El estratega y pragmático Erdogan, capaz de desempeñar un papel clave en el seno de la OTAN y mantener buenas relaciones con la Rusia de Putin o la China de Xi, ha sabido salvaguardar buenas relaciones de manera simultánea con Marruecos y Argelia. Incluso los medios de la región se hicieron eco de los esfuerzos de la diplomacia turca por acercar posturas cuando en los últimos meses las relaciones entre Rabat y Argel vivían momentos de máxima tensión. No en vano, el punto álgido de la escalada se vivió cuando drones del Ejército de Marruecos –precisamente de fabricación turca- atacaron en noviembre de 2021 un convoy de transportistas argelinos en territorio del Sáhara Occidental acabando con la vida de tres ciudadanos del gigante magrebí.
En espera de que el rey Mohamed VI acepte la invitación que le cursara Erdogan para visitar Turquía en octubre de 2022, los viajes entre los líderes de Argelia y Turquía a sus respectivos países han sido más frecuentes en los últimos años, ejemplo de la buena relación que existe entre Ankara y Argel.
El propio mandatario turco hizo escala en Argelia en el inicio de una gira que le llevaría por distintos países africanos en enero de 2020, mientras el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune hizo lo propio durante tres días en Turquía en mayo de 2022, en la primera gira oficial de un mandatario del gigante magrebí desde la de Abdelaziz Bouteflika en 2005. En rueda de prensa con su homólogo turco, Erdogan celebraba que el comercio bilateral se había incrementado un 35% a pesar de la pandemia, según recogía entonces el medio turco Daily Sabah recogía.
“Dado que los dos países juegan un papel importante en el mantenimiento de la paz y la estabilidad en África, tenemos la determinación de reforzar la cooperación en la industria de defensa”, afirmaba entonces el mandatario turco. En la carrera magrebí por los drones, Argelia no quiere ser menos que sus vecinos y habría adquirido una decena de dispositivos Anka-S –que produce Turkish Aerospace Industries-, según adelantaba el digital Middle East Eye en una información de finales de octubre de 2022.
Además, Argelia es el cuarto proveedor tradicional de gas natural a Turquía; en 2018 los dos países alcanzaron un acuerdo para establecer una central petroquímica en Adana por valor de 1.400 millones de dólares y cuatro años más tarde, en noviembre de 2022, las empresas Turkish Petroleum y Sonatrach crearon una sociedad conjunta para la exploración de gas natural y petróleo en la región.
Con Túnez, dirigido hoy con puño de hierro el presidente Kais Saied, las cosas no son tan cordiales. Desde que Saied se negara a finales de 2019 a que las tropas turcas utilizaran suelo tunecino para la intervención militar en Libia en apoyo de Fayed al- Sarraj –entonces reconocido internacionalmente primer ministro-, las relaciones entre los dos países no han sido buenas. Además, a los dos mandatarios les separan diferencias ideológicas: mientras Erdogan es un firme partidario del islamismo de partidos como Ennahda, Saied ha dado muestras claras de que la formación dirigida por Rachid Ghannouchi es su auténtica bestia negra.
Con cinco años más de crédito por delante tras su contundente victoria el pasado 28 de mayo y consciente de que la tercera década en el poder será probablemente la última, Erdogan, a sus 69 años, tratará de seguir expandiendo su influencia en el siempre turbulento norte de África (además de en otras zonas del continente), y lo hará con la mezcla habitual de pragmatismo: en busca de mercados para sus empresas, incluidas las armamentísticas, y de partidarios dispuestos a expandir las ideas islamistas.