Hans Zollner comunicó a finales del mes de marzo que dejaba la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, el organismo creado hace casi una década por el papa Francisco, pensando para afrontar de forma definitiva el tema de los abusos en la Iglesia y recoger las denuncias de miles de víctimas. Zollner, jesuita alemán, psicólogo y teólogo, profesor de la Universidad Gregoriana, fue llamado para formar parte porque su conocimiento en la materia y su experiencia en la escucha de las víctimas lo han convertido en uno de los mayores expertos sobre abusos dentro de la Iglesia, sino el mayor. “Es una decisión muy meditada”, dijo esta semana en una rueda de prensa en la que intentó explicar su salida, en la que sopesó, entre otras cosas, cuánto podría decepcionar a Bergoglio con su paso al lado. Pero Zollner no podía más, la Comisión en la que puso las esperanzas de un nuevo enfoque sobre una lacra que ensucia la Iglesia se desvanecieron en sus múltiples intentos para cambiar las cosas desde dentro. Era, en definitiva, David contra Goliat.
El experto Piero Schiavazzi, docente de Geopolítica Vaticana de la Link Campus University de Roma, describe la situación que se creó en la Comisión Pontificia con un paralelismo de la Revolución francesa. “Hay quien quiere llevar la revolución hasta el final, y ese es el padre Zollner, y hay quien cree que los cambios, por revolucionarios que hayan sido hasta ahora, son suficientes y que ir más allá comprometería la estabilidad misma de la institución”, explica. Una institución ya dañada por la credibilidad de pérdida "moral" y "patrimonial" tras demandas por daños y prejuicios. La idea de que los trapos sucios ya no se lavan en casa y el cambio de paradigma en la transparencia sobre los abusos, iniciado por Benedicto XVI y cimentado por el papa Francisco abrió un cisma entre un sistema establecido y una nueva manera de afrontar el mayor problema de la Iglesia en los últimos años. “El padre Zollner es como Robespierre, quiere llevar hasta el final la revolución, su visión es lineal, sin prudencia política y eso entra en contraste con quien, desde dentro, cree que si la revolución continúa la propia institución, en este caso al Iglesia, está en peligro”, explica el experto. "Es lo que sucedió en Francia, y en todas las revoluciones, con el paso de una fase más radical de cambio a una moderada", añade.
La visión de Zollner, dice el Schiavazzi, coincide con la linealidad y la practicidad alemana, “donde el pathos viene superado por el logos”, el razonamiento. Para él no hay ninguna posibilidad de que existan medias tintas. “Este es el enésimo caso en el que, por parte de la Iglesia alemana, se le dice al papa Francisco que no ha hecho suficiente, que decir que no juzga a las parejas homosexuales no basta. Sucede con Zollner concretamente el tema de la pederastia, pero sucede también con la bendición a las parejas homosexuales o la reforma que incluiría a las mujeres en el sacerdocio, que los alemanes solicitan para el nuevo camino de la Iglesia", añade.
Con su habitual precisión alemana son tres las grandes razones que, en un rictus preciso y tranquilo, enumeró a la prensa. “Falta de transparencia, de rendición de cuentas y de cumplimiento de las normas”, dijo Zollner. Tres aspectos que no estarían cumpliéndose en el engranaje de esta Comisión, dirigida por el arzobispo de Boston Sean Patrick O’Malley, ya enviado en su momento para solucionar el gran escándalo de abusos en EE.UU. El sacerdote alemán explica cómo ha sido imposible continuar a colaborar con la entidad creada por papa Francisco donde el funcionamiento desorganizado, que no acota responsabilidades y que no cumple con unos mínimos, impide dar un cambio sustancial en el enfoque del problema y, por consiguiente, una respuesta a las víctimas. “Zollner hace la reflexión de un dilema, si en nombre de trabajar en equipo, uno se abandona a la complicidad, si en nombre de discreción se produce una tapadera y en nombre de la lealtad el servilismo”, dice Schiavazzi.
Zollner ha siempre estado al lado de las víctimas y ese sigue siendo su principal objetivo, aún teniendo con ello que enfrentarse al sistema. Nombra, por ejemplo durante la rueda de prensa, un encuentro especialmente desolador que tuvo hace solo una semana en Alemania con uno de ellos. Es precisamente, como revela una fuente alemana, una personaje reconocido no solo en el Vaticano, también en su país de origen como una referencia en esta temática. “A veces en la Iglesia no se quiere escuchar a las víctimas”, dijo. Una situación desoladora de puertas para dentro, no solo en la practicidad de las medidas tomadas desde la propia Comisión, sino también en el enfoque del problema y la relación que se sigue teniendo con las víctimas, muchas de ellas abandonadas por todo un sistema. “Muchas víctimas me dicen, tú eres la primera persona que me ha escuchado. Y no es que no hayan hecho todo el camino canónico, hayan ido a sus diócesis y a sus congregaciones religiosas. Lo han hecho. Pero no han encontrado una oreja, una mente y un corazón abierto y esto para mí es un gran dolor”, dijo.
Resistencias a las que Zollner no quiso poner nombre y apellido, pero que provienen, sin lugar a dudas, de un núcleo duro dentro del Vaticano que se niega a afrontar el problema, a seguir el camino de la revolución, como dice el experto Schiavazzi. El propio sacerdote jesuita escribió hasta en cuatro ocasiones varias cartas a sus superiores, donde intentó hasta el final hacerles ver su visión del problema y las graves carencias que se estaba encontrando en la metodología con la que tendría que trabajar la Comisión. Nunca obtuvo respuesta, a pesar de coincidir con esas mismas personas a las que dirigía las quejas por escrito, también de forma presencial. "En mi interacción directa tengo la experiencia de que mis preocupaciones o nunca llegaron a su destinatario o no fueron consideradas pertinentes. Al menos esperaba que me lo dijesen y no que me dejasen sin respuesta. Si esto fue queriendo o no, no puedo responderlo. No es que diga que se tiene que hacer como yo digo, pero debes explicar por qué se tiene que hacer de otro modo al menos", dijo respondiendo a NIUS sobre el silencio querido o no de los órganos del Vaticano.
Una visión aún demasiado enraizada por la cual los problemas tienen que esconderse, aspecto que facilita el encubrimiento sistemático, en tantas ocasiones, de estos casos de abusos a menores. La idea de que los problemas deben esconderse, cambiar a los sacerdotes de parroquia, callar a las víctimas y que fue durante décadas el modus operandi en la Iglesia cuando de trataba del tema de los abusos, y no sol, empezó a cambiar cuando llegó el papa Benedicto XVI, que echó de la Iglesia a uno de los grandes abusadores de la historia, el mexicano Marcial Maciel y, tuvo un giro definitivo, con la llegada de Bergoglio, que afrontó el tema definitivamente. En su cambio de enfoque, que partía por poner a las víctimas en el centro, fue histórico el Summit de 2019 que reunió en Roma a supervivientes de abusos de todo el mundo y a todas las Conferencias episcopales, pero para Zollner, que elogió el enfoque de Francisco y sobre todo el cambio de paradigma, no ha sido suficiente.
Su renuncia no es la única. La irlandesa Mary Collins, superviviente de abusos durante su niñez, se marchó de la Comisión en 2017 por considerar vergonzosa la resistencia interna para afrontar esta lacra. Hablaba en aquel momento de las reticencias evidentes de la curia romana, algo que recuerda, aunque no con estas palabras tan explícitas, a la declaración de Hans Zollner, completamente decepcionado por un sistema inamovible. El jesuita alemán valoró, en definitiva, el éxito que suponía en sí que hubiese en el Vaticano una Comisión específica para afrontar el problema, pero no pudo esconder la pesadumbre, y lo que conlleva, su adiós, por ahora, definitivo.