¿Qué palabra podría describir estos diez años de papado de Francisco? Rupturismo, apertura, humildad, cercanía, mujeres, renovación. También renuncia, una sombra que acompaña su papado tras el precedente del recién fallecido papa Benedicto XVI, el primer papa emérito de la historia reciente. Pero, a pesar de que reconoce que piensa en irse si su cuerpo o su mente no están en buenas condiciones para gobernar, parece tener más fuerza que nunca. “Soy viejo. Tengo menos resistencia física, lo que me pasó en la rodilla ha sido una humillación física. Pero ahora está curando bien”, dijo en una entrevista estos días a RSI. Ni tan siquiera la enfermedad en estos últimos años lo ha frenado. En silla de ruedas (obligada) en los últimos casos, en una década de pontificado ha realizado 40 viajes internacionales y ahora tiene en programa ya viajar a Hungría, Lisboa y Marsella en los próximos meses. Quien lo conoce de cerca dice de él que, a sus casi 90 años, tiene la energía de un niño.
Jorge Maria Bergoglio (Buenos Aires, 1936), llegó al Vaticano con 77 años en un contexto único: el testigo se lo entregó, en aquella mañana de marzo de 2013, su predecesor. La convivencia entre dos pontífices en el país más pequeño del mundo marcaba ya el aire de una nueva época en la Iglesia, los 10 años sucesivos confirmaron que tras este jesuita argentino se encontraba, sin lugar a dudas, una sensibilidad decisiva y un papa diferente. Su convivencia ha sido siempre armoniosa, sobre todo a nivel personal, pero ahora, sin Ratzinger a unos pocos metros, el ritmo de su papado cambia.
“Pienso que estamos a mitad del pontificado, desde un punto cronológico pero también teniendo en cuenta que estos 10 años Francisco ha convivido con el papa emérito. Este aniversario coincide así con un inicio: gobernar la Iglesia sin la presencia de Benedicto XVI. Una nueva etapa de la que ya vemos cosas: reforma de la Diócesis de Roma y renovación del Consejo Cardenalicio. Hay una nueva dirección, el papado no está en una fase conclusiva, sino en una de nuevo comienzo”, explica el vaticanista Francesco Antonio Grana del periódico Il Fatto Quotidiano a NIUS.
Ha sido y es un pontificado que se sale de la norma, desde los temas más cercanos a Francisco a la manera que él mismo ha tenido de comunicar, completamente nueva, sin filtros, sin intermediarios. La mayoría de los expertos definen su pensamiento como el de un hombre que no teme los grandes debates sobre el futuro de la Iglesia, sino que los afronta. El director de la revista italiana de los jesuitas, Aggiornamenti Sociali, el padre Giuseppe Riggio, valora para NIUS cómo han sido estos años de Francisco. “Estaba claro que cuando lo eligieron, hace una década, en el cónclave se buscaba una persona que guiase a la Iglesia en un nuevo camino que necesitaba recorrer. De Bergoglio eran conocidas la capacidad comunicativa y la profundidad analítica, de su experiencia en Latinoamérica”, dice.
Cercano siempre a los que sufren, reconoce el jesuita, y con "una empatía única". Fue central su viaje a Lampedusa, zona cero de la ruta migratoria del Mediterráneo en 2013 para rezar por todos los que pierden la vida en el mar buscando un futuro mejor. Presente en batallas también como la del ecologismo, ha usado palabras que hasta ahora no formaban parte del vocabulario de un papa. Ha hablado de matrimonio tras el divorcio o de homosexualidad. Icónica fue la frase en la que, volviendo de un viaje papal, dijo a los periodistas con los que compartía el avión; “¿Quién soy yo para juzgar?”, refiriéndose a las parejas gays. Reflexiones llamativas para un papa, especialmente en la comparación con sus predecesores, aunque sobre otros temas especialmente sensibles para la religión, como el aborto, su condena ha sido siempre firme.
A nivel administrativo su objetivo ha sido siempre el de descentralizar un poder que en el Vaticano dependía solo de unos pocos, particularmente de la Secretaría de Estado. Aspecto que se materializó el pasado verano con la Constitución apostólica, el mayor trabajo para el rediseño de la Iglesia de Bergoglio en estos años. Un texto que abre la gestión de los dicasterios, los ministerios de la Iglesia, a laicos y mujeres, mete mato en la corrupción depredatoria que afectaba la Santa Sede y da forma a una reforma económica. Además, la Congregación para la Doctrina de la Fe se reestructuró con dos brazos: la parte de la doctrina y, fundamental, la que se ocupa ahora de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores. El paso definitivo para afrontar institucionalmente el tema más polémico de la Iglesia en el siglo XXI: los abusos.
Ha sido en numerosas ocasiones un tema recurrente en las declaraciones del papa, es el primer pontífice que afronta definitivamente esta mancha negra en la historia de toda la Iglesia, no sólo con palabras, sino también con decisiones concretas. El contexto era complejo: tras la última parte del pontificado del papa Benedicto, completamente oscurecido por una polémica ya incontenible sobre la difusión de casos de abusos sexuales, llega papa Francisco. Su viento de “novedad” se percibe desde sus primeras apariciones públicas, pero hubo también algunos pasos en falso.
El viaje papal a Chile en 2018 se convierte en una pesadilla, en sus palabras defiende a Juan Barros, un párroco acusado de encubrir casos de abusos sexuales. “Contra Barros no hay ninguna prueba, son calumnias”, dijo el pontífice. Las críticas le llovieron dentro y fuera del Vaticano. Tanto que termina, tiempo después, reconociendo su error a las víctimas en una carta y con la decisión histórica de hacer dimitir a todos los obispos chilenos. Pero no fue el único “error”, en el 2017 interviene en el funeral del cardenal Law de Boston, conocido abusador, un gesto incomprensible para las víctimas.
Pero, el peso y el paso del tiempo y la envergadura de un problema casi sistémico trajo de la mano de Francisco una serie de reformas que quedarán para la historia de la Iglesia a la hora de combatir los abusos. Impuso la dimisión de varios obispos por negligencia y la obligación de denunciar los casos sospechosos a superiores. Cuando salen a la luz los abusos del cardenal americano Theodor McCarrick, arzobispo emérito de Washington, no duda en expulsarlo del Colegio Cardenalicio. Todo este cambio de ruta culmina en 2019 cuando convoca en Roma a todos los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo en un vértice de cuatro días sobre pedofilia con una jornada de escuchas de las víctimas. Este encuentro cambia la lectura institucional del Vaticano de la crisis, las víctimas están en el centro, la prensa participa y deja de ser el enemigo. “Este, junto a la reforma de la Curia, es uno de los mayores logros de su pontificado”, valora el vaticanista Grana.
El don de la ironía
Sobre su carácter afable se ha hablado mucho en estos años y también sobre su pasión por las cosas más simples y geniales de la vida, como la música. Amante de artistas como Mina fue “pillado” hace poco más de un año comprando tranquilamente en una tienda de discos en el centro de Roma. Durante esta década el mundo se ha acostumbrado ya a sus gestos genuinos, pero se recuerda especialmente cuando en 2015, ante la mirada atónita de los transeúntes, se desplazó a una de las vías más concurridas de la capital italiana para cambiar la montura de sus gafas.
“Pienso que ninguno de nosotros hubiese imaginado un papa que llamase personalmente con su teléfono a todos con los que necesita hablar, incluido a mí”, explica el vaticanista para justificar el personaje, completamente diverso a todos sus predecesores, que es Francisco. “Su libertad y su autonomía, que demostró en sus primeras decisiones hace años es aún la de ahora, tiene una frescura mental que no es normal para un hombre de casi 90 años. Su entusiasmo es el de un niño y, además, tiene el don de la ironía”, dice el vaticanista. “Es así también en su manera de comunicar, parla a braccio (dicho italiano que se refiere a ser espontáneos o improvisar)”, añade el jesuita.
En los últimos meses su mayor preocupación, y también polémica, ha sido el trato que ha reservado a la Guerra de Ucrania, donde muchos criticaban que no nombrase de forma directa a Putin como el causante de la guerra. Francisco ha insistido en ofrecerse como mediador y eso, dice Francesco Antonio Grana, hace que quiera apoyar a ambos pueblos, el ruso y el ucraíno, con el fin de poder hacer valer una mesa de negociación con el aval del Sumo Pontífice. Aún le queda mucho por hacer, comparten los dos expertos. Su objetivo es completar las reformas de pensamiento, más allá de las estructurales en las que ha removido las complejas arenas movedizas de la Santa Sede en estos 10 años de papado.