Cuando ha transcurrido ya un año de la reconciliación con Rabat, las relaciones de España con Marruecos y Argelia siguen marcadas por la incertidumbre y los grandes interrogantes.
Si la cara de la moneda ha sido el fin de una agria y larga crisis con la monarquía alauita y una exitosa cooperación de las autoridades marroquíes con el Gobierno de Sánchez en materia migratoria en los últimos meses, la cruz fue ha sido la indisposición de las relaciones con el otro gran vecino del norte de África, Argelia, que a día de hoy mantiene su pulso al Ejecutivo en forma fundamentalmente de veto a las empresas españolas.
Tras haber cedido a la presión de Rabat, el giro en el Sáhara del Ejecutivo evidencia una estrategia en el Magreb cortoplacista e improvisada que deja a España al albur de nuevas turbulencias.
En el principio fue el verbo. A través de un despacho de la agencia estatal de noticias de Marruecos, la MAP, que citaba un comunicado del Palacio Real, las opiniones públicas de los dos países tuvieron por primera vez noticias en la tarde del 18 de marzo de 2022 de que el rey Mohamed VI había recibido una carta firmada por el presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez. En la misiva, según era citada por los canales oficiales marroquíes, el jefe del Ejecutivo español expresaba su apoyo a la propuesta de autonomía para el Sáhara Occidental presentada años atrás por Rabat al definirla como “la base más seria, creíble y realista” para la resolución del larguísimo conflicto.
Transcurridos ya más de trece meses desde la redacción y envío –el 14 de marzo- de la carta, la opinión pública sigue sin tener una copia de la versión original de la misma, sólo conocida a través de una filtración publicada por un periódico español. De los galicismos y erratas en su redacción puede deducirse fácilmente que o bien el contenido se redactó en Rabat o, al menos, desde instancias ajenas al Gobierno de España.
La carta, que quebraba la tradicional neutralidad española en el conflicto en torno a la soberanía de su ex colonia, resolvía de un plumazo una crisis bilateral con Rabat que ya exasperaba al Gobierno de Pedro Sánchez. La falta de cooperación de la Administración marroquí con el Ejecutivo español, sobre todo en el ámbito migratorio –las llegadas irregulares de inmigrantes a Canarias y a las fronteras de Ceuta y Melilla se sucedían-, empujaron a Sánchez a adoptar una decisión que no consensuó con sus socios de Gobierno ni consultó a la oposición.
La presión daba resultados a Marruecos, que por encima de todo ansiaba una declaración de apoyo español como la que quedó plasmada en la carta. Insatisfechos por las explicaciones de Sánchez y sus ministros a lo largo del último año, este miércoles la mayor parte de partidos representados en el Congreso de los Diputados volvió a insistir en preguntar al Gobierno las razones del cambio de posición en el conflicto del Sáhara.
Menos de tres semanas después, el 7 de abril de 2022, el presidente del Gobierno, acompañado por el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, visitaba oficialmente al rey Mohamed VI para sellar el reencuentro. El soberano alauita obsequió en Rabat a su invitado español con un iftar, que es la cena con la que se rompe el ayuno cada una de las noches del Ramadán. Las dos administraciones pactaron una “hoja de ruta duradera y ambiciosa” en la que se sentaban las bases de la “nueva relación”. El segundo punto de la declaración final dejaba constancia de que “los temas de interés común serán tratados con espíritu de confianza, a través de la concertación, sin recurrir a actos unilaterales o hechos consumados”.
Nueve meses después, y sin que se produjeran entretanto avances significativos en los frentes abiertos entre los dos países, se celebraba los días 1 y 2 de febrero pasados en la capital de Marruecos la XII Reunión de Alto Nivel (RAN) hispano-marroquí, un formato concebido con carácter anual aunque desde junio de 2015 las dos administraciones no habían tenido a bien convocar. España estuvo representada por once ministros –ninguno de Unidas Podemos, abiertamente contrarios al giro diplomático en el Sáhara- y por el presidente, quien aseveró que el compromiso de los dos gobiernos era evitar “todo aquello que sabemos que ofende a la otra parte en lo que afecta a la soberanía”. A pesar de una larga declaración final –de 74 puntos- la cita concluyó sin grandes acuerdos concretos. Lo más importante era escenificar el buen momento en las relaciones.
La mayor satisfacción para el Gobierno en la nueva etapa de la relación con Marruecos ha sido, sin duda, su cooperación en la lucha contra la migración irregular tanto en el Mediterráneo como en la ruta canaria y las fronteras de Ceuta y Melilla. Las llegadas irregulares han caído en todas las rutas. Con arreglo a los datos del último balance quincenal del Ministerio del Interior, entre el 1 de enero y el 15 de abril de 2023 entraron en territorio español de forma irregular 5.208 migrantes, un 44% que en el mismo período el año pasado (entonces fueron 9.302 personas). El descenso más abrupto es el que experimentan las llegadas a Canarias: un 62,6% menos (de 6.359 a 2.376 personas). Por tanto, en el frente que más preocupaba al Gobierno durante la crisis diplomática, el migratorio, Marruecos ha cumplido con Sánchez en los últimos meses.
Los ya más de doce meses transcurridos desde el inicio de la nueva etapa en las relaciones con Rabat han quedado, en todo caso, ensombrecidos en materia migratoria por la tragedia ocurrida en la valla que separa Marruecos de Melilla en la mañana del 24 de junio pasado. Al menos 23 jóvenes subsaharianos murieron –las ONG elevan sustancialmente la cifra de fallecidos- como consecuencia del dispositivo policial marroquí que impidió que un grupo de dos millares de migrantes pudiera superar la doble valla y acceder a la ciudad autónoma española. A pesar de las imágenes de lo sucedido y los testimonios de los supervivientes, la masacre sigue sin tener responsables, al igual que desde ninguno de los dos gobiernos se ha pedido perdón a las familias de los fallecidos y heridos.
Normalizadas las comunicaciones por vía marítima y celebrada la primera Operación Paso del Estrecho tras la reconciliación, la gran promesa del Gobierno de España en la cita de Rabat de hace un año fue la reapertura de la aduana comercial de Melilla y la creación de una nueva en Ceuta. Cuando han transcurrido más de doce meses desde el anuncio, las aduanas –las fronteras estuvieron más de dos años cerradas a cal y canto- siguen en el aire. A pesar de que en enero y febrero pasados se produjeron dos “pruebas pilotos”, según el Gobierno satisfactorias, no hay calendario en torno a la apertura. Ningún miembro del Gobierno marroquí ha aventurado desde entonces cuándo empezarán a funcionar.
Aunque Sánchez celebraba este miércoles que la comisión hispano-marroquí creada para negociar la delimitación de los espacios marítimos de Marruecos y España en la fachada atlántica ha celebrado varios encuentros en los últimos meses, lo cierto es que no se han producido hasta ahora avances concretos en la materia.
Además, en la visita de Sánchez y varios de los ministros socialistas a Rabat con motivo de la celebración de la XII Reunión de Alto Nivel a comienzos de febrero, Marruecos anunció que el jefe del Ejecutivo español sería recibido por el monarca alauita “muy pronto” –algo que no sucedió durante la cumbre, pues el rey se encontraba fuera de su país- en una nueva visita oficial. Transcurridos casi tres meses de la cita no hay aún fecha para el encuentro entre el monarca y el presidente del Gobierno.
Una y otra vez tanto Sánchez como Albares esgrimen el buen momento de las relaciones comerciales con Marruecos como prueba del ‘idilio’ que viven las dos administraciones. Desde el Gobierno se celebra que las exportaciones al país vecino superaron en 2022 los 10.000 millones de euros. Lo cierto, con todo, al examinar de cerca los datos es que el flujo comercial no ha experimentado ningún repunte significativo en los últimos meses; al contrario, es el resultado de un intercambio económico estable desde hace años que ha quedado al abrigo de las crisis políticas. No en vano, España se convirtió en primer proveedor de Marruecos en 2012, desbancando a Francia.
Las noticias de la carta de Sánchez a Mohamed VI apoyando la propuesta de autonomía marroquí para la ex colonia española desató, de manera inmediata, la indignación de las autoridades argelinas, que son el principal apoyo del movimiento independentista saharaui desde hace décadas. Argel deploró no haber sido prevenidos por el Gobierno de Sánchez, algo que desde el Ejecutivo se negó para luego admitir tácitamente. La primera determinación argelina fue retirar su embajador de Madrid. Después dejarían de cooperar con el Ejecutivo español en materia de repatriaciones para acabar rebajando los lazos gubernamentales a niveles mínimos.
Pero el plato fuerte de las represalias argelinas llegaría durante el pasado mes de junio. Primero daba por suspendido el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación suscrito con España en 2002 el día 8 de junio. Un día después, a través de una asociación de profesionales bancarios, el régimen decretaba un boicot a las exportaciones e inversiones españolas. El veto continúa a día de hoy sin que ni las llamadas del Gobierno a las autoridades argelinas ni la mediación europea hayan dado resultado alguno. Las pérdidas de los empresarios españoles rondan ya los mil millones de euros.
Atrás definitivamente el tono de agresividad en los medios de comunicación con el Gobierno de Sánchez durante la crisis diplomática –el presidente llegó a ser representado en el interior de una diana en el semanario Al Ousboue Assahafi en plena controversia-, el trato de la prensa de Marruecos hacia el Gobierno español ha oscilado entre la simpatía contenida y el entusiasmo por el Ejecutivo de Sánchez. Ello no impide que la mayor parte de medios se siga refiriendo a Ceuta y Melilla como “presidios” o “ciudades ocupadas”. O que, como ocurrió hace apenas unos días, el presidente de la Cámara de Consejeros de Marruecos –el equivalente al Senado-, Enaam Mayara, llamara a las partes a negociar la entrega de las ciudades autónomas a Rabat.
Este mismo miércoles los medios oficiales del país norteafricano se hacían eco de las palabras elogiosas de Sánchez hacia Marruecos durante su comparecencia en el Congreso. La agencia estatal de noticias MAP titulaba ayer una de sus notas con el presidente del Gobierno al afirmar que ‘Marruecos es un país “amigo” y un “aliado fundamental” para la seguridad y el desarrollo de España’. Los mismos medios que se ‘olvidaron’ de las declaraciones del domingo pasado de la vicepresidenta segunda del Gobierno Yolanda Díaz cuando calificaba al país magrebí de “dictadura”.