Veinte años es una fecha importante para la memoria. La familia del cámara de Telecinco José Couso quiere mantener viva su imagen entre el recuerdo y la denuncia, la que nunca han abandonado desde que recibieron la fatídica noticia de su muerte el 8 de abril de 2003. José Couso ya había estado anteriormente en Bagdad, pero aquella ocasión era la definitiva. Estados Unidos, al frente de una coalición internacional, había lanzado la invasión de Irak dos semanas antes y en la madrugada del 8 de abril sus tanques estaban a las puertas del distrito gubernamental de Sadam Husein. Un equipo de Telecinco, con José Couso en el objetivo, estaba allí.
Después de horas de intenso intercambio de fuego, un tanque de la Unidad 64 de blindados estadounidenses, autodenominada “Los Asesinos”, giró su cañón y disparó contra el Hotel Palestina. El proyectil impactó en el balcón de la planta 15. Mató en el acto a Taras Protsyuk, cámara de la agencia Reuters, e hirió de muerte a José Couso. Previamente, la misma unidad blindada había disparado contra las instalaciones de la televisión Al Jazeera, alcanzando a sus profesionales, y había destrozado con una ametralladora el equipo de transmisión de la televisión de Abu Dhabi. La prensa internacional comprendió ese día que el ejército estadounidense no quería que ninguna señal en directo revelase sus movimientos. La secuencia de los hechos no parece dejar lugar a las dudas. Una tras otra, las cámaras fueron abatidas, dejando oscuridad informativa y un reguero de sangre.
Couso está muy grave
En el Hotel Palestina se alojaba el grueso de la prensa internacional que seguía la invasión de Irak. Allí estaban los medios que no iban “empotrados”, los que seguían de forma más autónoma el curso de los acontecimientos, sin depender directamente de las instrucciones del Mando General estadounidense. El Hotel Palestina era una conocidísima instalación civil, un punto de encuentro de informadores de todo el mundo en medio de un campo de guerra.
Cuando el proyectil estalló en el balcón de la planta 15 y mató a Protsyuk, varios periodistas españoles cayeron en la cuenta de que una planta más abajo, en la 14, estaba grabando José Couso. Las imágenes de Jon Sistiaga corriendo a su encuentro y dándole los primeros auxilios son dramáticas e históricas. Aunque José Couso llegó vivo al hospital y fue intervenido de urgencia, no superó la operación y murió ante la consternación de sus compañeros.
La familia mantiene su lucha
Para sus familiares, cada aniversario se reproduce el dolor, transformado veinte años después en una catarsis con la que pretenden lograr la reparación que nunca han recibido. Su lema es: José Couso, crimen de guerra, investigación y justicia. Pero lo fundamental para ellos, sentar en el banquillo a los responsables directos de lo que consideran un “asesinato público”, nunca ha ocurrido y creen que difícilmente ocurrirá.
David Couso, su hermano menor, charla con Miguel Ángel Oliver en este capítulo conmemorativo de “A ver si me he enterado”, el videopodcast de Nius. Igual que su madre, sus hermanos y la mujer de José, a David le resulta ignominioso el papel del presidente José María Aznar y considera que todos los gobiernos españoles les han dado la espalda y les han traicionado tras la reforma legal que limitó el alcance universal de la justicia española. De hecho, fue la Audiencia Nacional la que sentenció en 2016 que los hechos constituyeron un “ilícito internacional” y ordenó al Estado en 2020 a indemnizar a su viuda y a sus hijos por la “omisión de protección diplomática” que sufrieron. Pero será difícil que se llegue más allá.
José Couso, un profesional total
Couso era un hombre afable, enamorado de su profesión, que antes de llegar a la tele se había ganado la vida en cualquier empleo para ayudar a su familia a salir adelante, tras la muerte temprana de su padre. Sus hijos no han seguido sus pasos audiovisuales, pero todos sus seres queridos y sus antiguos colegas le siguen recordando al otro lado del objetivo, cuidando cada plano, elaborando las secuencias que le convirtieron en los ojos de la sociedad para la que trabajaba. El 8 de abril de 2003 estaba empeñado en grabar el paso de los tanques americanos sobre el rio Tigris por si ocurría algo excepcional. Su cámara estaba en los balcones del Hotel Palestina, él detrás de ella, mirando de frente al tanque que lo mató aquella mañana de hace veinte años.