Sánchez y Xi: más economía y menos política
Para ser amigo de Xi hay que ser discreto y Sánchez ha pasado el corte, pero, ¿a qué precio?
Para ganarse el respeto de Xi Jinping es necesario jugar con sus reglas. Bajo esta premisa, Pedro Sánchez ha aceptado una de las máximas del líder chino: chitón sobre la postura de Pekín en relación a la invasión de Ucrania. La mordaza del Partido Comunista no sólo se aplica a su población, también a todo aquel líder que tenga un encuentro con la figura de poder más importante del país desde Mao Zedong. Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, se quitó el trapo de la boca y cantó como los arrendajos. Pocas veces se ha logrado romper el caparazón del dictador chino, sin embargo, el trinar del canadiense sobre una conversación privada entre ambos permitió que el mundo entreviera una pequeña dosis de la personalidad de Xi. “Todo lo que discutimos ha sido filtrado a los periódicos. Así no funciona la diplomacia”, le espetó en un breve encuentro durante la pasada Cumbre del G-20 en Bali, donde puso en tela de juicio la “sinceridad” del canadiense. Trudeau le respondió que tiene la intención de tener un diálogo “franco”, de “trabajar juntos constructivamente” aunque haya asuntos en los que “no estemos de acuerdo”. Xi puso el punto y final tras decirle que primero es necesario “crear las condiciones”.
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Entre estas condiciones está la discreción, no como un valor que cada quién tenga, sino como una obligación. Para ser amigo de Xi hay que ser discreto y Sánchez ha pasado el corte, pero, ¿a qué precio? Si los acuerdos alcanzados entre China y España son sobre educación física y deporte, sobre medidas de promoción educativa y sobre la exportación de almendras, el encuentro no es que vaya a pasar a la historia como uno de los más fructíferos. Ucrania era lo sustancial y lo poco que sabemos sobre lo que ambos compartieron es que Pekín considera que se trata de un Estado soberano y que tiene derecho a existir. Menos mal que no son uigures.
Una foto más histórica que el encuentro
Lo que sí trascenderá más allá del vacío que deja el encuentro entre ambos es la foto, el apretón de manos entre un presidente intrascendente en la esfera global y un autócrata que se perpetúa en el poder con, por ahora, tres legislaturas que suman 15 años. Su próximo lustro acaba de comenzar con muchos de los objetivos del Partido cumplidos para alcanzar el “sueño chino” y el “rejuvenecimiento” de su nación. Xi tiene la sartén global por el mango y Sánchez ha contribuido inevitablemente a pulir la imagen que Xi quiere dar al exterior: la de pacificador, la de garante del diálogo, la de aperturista después de tres años cerrado a cal y canto por la pandemia, la de actor protagonista e interlocutor que es capaz de influir en Rusia y en Occidente.
Xi tiene su foto con Sánchez -una más de las docenas que se ha hecho en el último mes con otros mandatarios- el presidente de la próxima nación que ocupará la Presidencia de la Unión Europea, mientras que el español tiene su instantánea con una de las personalidades más influyentes en el panorama internacional, que considera los atentados contra los derechos humanos como asuntos internos que no conciernen a nadie, que se hace llamar “amigo sin límites” de Vladimir Putin, que ha confirmado que tiene la intención de fortalecer la colaboración militar con Rusia para “salvaguardar la justicia internacional”, que ha afirmado que Taiwán será una provincia china por las buenas o por las malas y que ha dejado claro que quiere cambiar el orden mundial.
Encuentros más fructíferos
La contrapartida española a tal validación de Xi parece nimia en comparación con los acuerdos comerciales que han firmado con China los máximos mandatarios de otros países durante este año. España ha cedido ante China durante las últimas décadas, a veces con más beneficios que otras. El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no visitó la China de Xi hasta que la causa contra dos exdirigentes chinos por la represión en el Tíbet quedó archivada. En 2013, el presidente chino suspendió una reunión en Pekín por problemas de agenda, encuentro que sí se llevó a cabo un año más tarde, cuando el proceso judicial no prosiguió. De aquel viaje de 2014 a Shanghái y Pekín se propició la firma de un total de 14 acuerdos comerciales por valor de 3.200 millones de euros entre empresas de ambos países. Rajoy y Xi se volvieron a encontrar brevemente en 2016, durante la Cumbre del G20 en la ciudad china de Hangzhou, donde ambos reforzaron los lazos económicos y su disposición para seguir trabajando en la Nueva Ruta de la Seda, para invertir en España en sectores como los de las telecomunicaciones, la energía renovable, las finanzas o la infraestructura. Del encuentro que ambos tuvieron en 2017 durante el Foro de la Franja y Ruta para la Cooperación Internacional sólo salieron halagos y buena disposición.
Eran otros tiempos y no había un contexto bélico como el actual, lo que sí hubo fue chitón sobre los asuntos relativos a los derechos humanos. Rajoy también cumplió con la condición de la discreción y de no buscar las cosquillas al gigante asiático con el Tíbet, los uigures de Xinjiang y demás. La contrapartida por ello fue superior a la de Sánchez. Desde el viaje del rey emérito en 1978, también han visitado China Felipe González en 1985 (se reunió con Deng Xiaoping), José María Aznar en el 2000 (se vio con Jiang Zemin en Pekín) y José Luis Rodríguez Zapatero en cuatro ocasiones entre 2005 y 2011 bajo mandato del predecesor de Xi, Hu Jintao.
A von der Leyen no le tiembla el pulso
Y ahora vienen las visitas realmente relevantes. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula con der Leyen, realizarán una visita conjunta a Xi Jinping la semana que viene. Ese sí será un encuentro que servirá para abordar las intenciones de paz en Ucrania, no sólo por la relevancia internacional de ambos sino porque en la balanza de relaciones con China le dan más importancia que Sánchez a lanzar un mensaje más directo sobre la posición china en Ucrania y su colaboración con Rusia. En un discurso de von der Leyen pronunciado este jueves, la máxima figura de la Comisión dejó clara su postura previa al viaje a Pekín.
“El presidente Xi está manteniendo su ‘amistad sin límites’ con la Rusia de Putin en lugar de verse afectado por las atrocidades y la invasión ilegal de Ucrania”, señaló la mandataria. “Debemos ser francos, la manera en la que China interactuará con la guerra de Putin será un factor determinante en las relaciones entre la UE y China”, declaró.
Ante la pasividad del canciller alemán, Olaf Scholz, al respecto de Ucrania y el rol de China en el teatro geopolítico tras su encuentro con Xi en noviembre -le dio prioridad al pellizco inversor que Pekín tendrá en el puerto de Hamburgo- y el poco peso de influencia de Sánchez, todas las miradas están puestas en la reunión con Macron y von der Leyen. Los antecedentes indican que ahí se hablará en plata y no será un encuentro para reforzar a Xi. Ambos corren el riesgo de polarizar más aún a las partes o el éxito de lograr que China no siga apoyando a Rusia -especialmente con la temida asistencia militar-. A pesar de los esfuerzos de La Moncloa por vender a Sánchez como el gran pacificador, esta etiqueta pertenece más al francés y a la belga que a Sánchez, al menos, al menos en los prolegómenos.