¿Pasta y pizza con harina de insectos? El Gobierno Meloni dice no
La UE ha autorizado recientemente la venta de productos derivados en todos los países miembros
La FAO ha señalado que, por sus componentes proteicos, podrían ser claves para combatir el hambre en el mundo
Italia se mide en una batalla política y defiende el valor de su gastronomía tradicional frente a las nuevas propuestas alimentarias
El Gobierno italiano elige la línea dura en la tutela de los productos italianos y su gastronomía y cocina, conocida en todo el mundo. Se acaba de lanzar una propuesta de ley sobre la producción de carne sintética, el país transalpino pretende ser el primero en impedirlo explícitamente -si que estaría permitida, sin embargo, la importación-. Pero la madre de todas las batallas es contra las harinas creadas con insectos. La decisión más reciente es la firma de cuatro decretos que buscan ofrecer más información a los consumidores sobre alimentos que “no forman parte de la dieta tradicional” y que, entre otras medidas, separarán estos de otros productos en el supermercado. Según ha declarado el Ministro de la Agricultura, Francesco Lollobrigida, “hemos previsto estanterías especiales para que quien no quiera consumirlos, como imagino que pasará con la mayoría de italianos, pueda mantenerse alejado”.
Estas medidas del Gobierno derechista italiano llegan tras la decisión de la Comisión Europea para la comercialización del grillo doméstico en polvo como ingrediente alimentario para productos como pasta, pizza, galletas o cracker. Medida que se une varias normativas precedentes siempre en la línea del consumo de productos derivados de insectos, antes solo legales en algunos países, ahora en los 27. En los decretos que, a modo de respuesta, ha lanzado Italia se intenta completar el etiquetado de estos nuevos productos para especificar “los riesgos que conlleva su consumo” -como, por ejemplo, posibles alergias-, así como las cantidades. Pero necesitan aún el visto bueno de la Unión Europea y en términos generales responden a unas indicaciones en la comercialización ya presentes en la regulación europea general.
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Durante los últimos años el estudio de las harinas de insectos para la alimentación ha avanzado enormemente. La conclusión de los expertos es que son una fuente abundante de proteínas, grasas, vitaminas y minerales y su impacto ambiental, especialmente en comparación con la agricultura intensiva, es decididamente inferior al de la mayoría de los productos cárnicos que compramos en el supermercado. Es por eso que se ha determinado que el mercado continuará creciendo y para 2030 incluirá 390 millones de consumidores, que adquirirán 260.000 toneladas de estos nuevos alimentos. Sin embargo la potente gastronomía italiana, fuertemente tradicional en sus formas y en su contenido -el producto es uno de sus fuertes- se resiste a aceptar estas nuevas formas de alimentación, así lo explica una fuente cercana a las políticas europeas agrícolas. Si decidiese ir hasta el final en esta lucha, como han hecho prever algunos representantes del Ejecutivo, se pondrían en contra de un sector al alza.
Aún así, aunque el Gobierno muestre reticencia, -el mayor detractor ha sido el ministro de Infraestructuras Matteo Salvini- desde que fue aprobado el reglamento europeo que permitía su producción y consumo, no ha faltado quien ha querido probar suerte con productos realizados con esta harina derivada de insectos. En la novedad hay siempre oportunidad de venta y los italianos son expertos mercaderes. Es así para un panadero de Turín, Enrico Murdocco, que crea pan hiperproteico a 20 euros con harina de grillo. O también los cornetti, cruasán, de harina de insectos que se venden desde hace unos días en un bar Michele Taddio de Reggio Emilia a la hora del desayuno. En ambos casos el precio es más alto que el mismo producto con harinas tradicionales y es que, por ahora, el precio de mercado de la harina de insectos es, por su poca producción, bastante alto, va desde los 20 euros a 40 al kilo.
¿Qué piensan los italianos de estos productos?
“Según Coldiretti, la principal asociación agrícola en el país, 10 millones de italianos están dispuestos a comer insectos en sus diversas formas derivadas, como la pasta realizada con harina de grillo. Suponen el 46% de la población, no son la mayoría, pero es un gran porcentaje de personas interesadas”, habla para NIUS Emilio Calligaris que, junto a Riccardo Zamponi, desarrolló la patente de la producción de pasta con harina de insectos en 2015 y, tras el reglamento europeo, ha puesto en marcha su proyecto “Spagrillo” para la venta de estos productos. Ese año ambos ganaron un premio con su modelo de pasta de insectos que probaron todos los grandes productores alimentarios italianos, como Ferrero o Barilla.
Sobre la polémica política en Italia Calligaris lamenta que se hable del tema en esos términos. “Cuando se trata de temas alimentarios lo que se tendría que tener en cuenta es la seguridad alimentaria, que en este caso ya fue examinada pertinentemente por las autoridades competentes en la materia EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria). El ejemplo es un queso de Cerdeña milenario, llamado casu marzu, también llamado queso podrido, es ahora ilegal tras las normas técnicas emitidas por la Unión Europea que prohíben su producción y comercialización ya que no pasa los mínimos de las normas de higiene y salud alimentaria comunitarias. Los decretos anunciados por el Ministerio de Agricultura italiano aún no están disponibles, lo cual impide saber si contendrán otras restricciones más allá de las nombradas por el ministro Lollobrigida en cuanto al etiquetado y a la colocación en el supermercado, ambos emprendedores esperan que no sea así.
El procedimiento de producción, que explica Calligaris es “bastante simple”, los insectos, cuando son adultos, son congelados y sucesivamente convertidos en harina. “Este polvo contiene un 70% de proteínas, más del doble de la carne. Tiene además más calcio que la leche y el doble de hierro de las espinacas”, explica. Es por eso, defiende, que es un alimento perfecto, por ejemplo, para deportistas. En el aspecto ambiental, la FAO ha determinado que para obtener un solo kg de carne de ternera son necesarios 60.000 litros de agua, en el caso de un kg de carne de grillo solo 3.000, lo cual hace la producción mucho más sostenible. El sabor de la pasta de grillo, dicen, es similar al de la nuez.
En general la reticencia de los italianos, en la opinión pública, no solo se debe a la protección de una gastronomía propia y de una dieta mediterránea, sino también al precio que, en este momento donde el mercado está despegando, es aún bastante elevado. Ahora los decretos lanzados por el Gobierno Meloni, al intervenir en la normativa establecida ya por la UE tienen que ser revisados por la misma. Así, se espera una valoración para concretar si son contradictorias con las normas comunitarias.