Arranca el Ramadán más caro en décadas

  • La inflación marca el inicio del mes sagrado de los musulmanes en Marruecos y el resto del norte de África

  • El Gobierno se emplea en vísperas del comienzo de la festividad para aplacar la fuerte subida de precios de los alimentos, que son los productos que más se han encarecido

“Ha subido todo mucho, el pollo, la verdura, más de un cincuenta por ciento en un año”, nos confiesan Fatema y Jadiya mientras el propietario de una tienda en la medina de Rabat explicaba a este periodista las diferencias entre los diferentes tipos de huevos, que se siguen vendiendo por unidades, y sus precios respectivos. Nadie sabe muy bien quién tiene más culpa del incremento de precios de los alimentos, que es lo que más ha subido. Los vecinos se preguntan si los precios han subido coincidiendo con el Ramadán o si el Ramadán ha sido la causa última; si fue antes el huevo o la gallina –porque las dos cosas han subido, y en las medinas se venden pollos y gallinas, ciclo completo de la vida-, pero la realidad es que el Ramadán 2023, que comienza hoy jueves, será el de las apreturas y las calculadoras para la mayoría de la población en Marruecos. Una realidad muy semejante a la que vivirán los próximos treinta días –o 29- las familias en otros países de la región como Argelia, Túnez o Egipto.

Lo cierto es que todo parece haberse alineado para que los precios lleguen disparados al inicio del mes sagrado de los musulmanes nuevamente. Unidas a las de la pandemia, las consecuencias inflacionistas de la guerra de Ucrania se están dejando notar en los bolsillos de los marroquíes por segundo año, al igual que la sequía –el país norteafricano acumula tres años de escasez hídrica y no se atisba en el horizonte un cambio de ciclo-, que ha encarecido verduras, frutas y carne. A pesar de la vitola de empresario de éxito del actual jefe del Gobierno, el gabinete presidido por el liberal Aziz Akhannouch ha sido incapaz poner freno al encarecimiento de la vida su año y medio de andadura. La inflación marcó el pasado febrero en Marruecos un incremento interanual del 10,1%, según dio a conocer este miércoles el Alto Comisariado del Plan (HCP), el organismo estadístico oficial en el país magrebí. Un incremento que se explica por la subida del 20,1% de los precios de los alimentos, como también la del 8,3% marcada por el transporte.

En estas horas previas al comienzo del mes de recogimiento por antonomasia de los marroquíes los supermercados se llenan de vecinos que apuran las últimas compras antes del primer ftour, la comida familiar que marcará la ruptura del ayuno cada día al caer el sol (y la posterior cena entrada la noche). Pero no salen de los supermercados carritos llenos arriba de alimentos ni capazos llenos hasta arriba de las callejuelas de la medina. Los vecinos de los barrios del centro de Rabat, como a buen seguro en la inmensa mayoría de ciudades y pueblos de Marruecos, son mucho más cuidadosos a la hora de hacer la compra que otros años. Toca comparar precios y comprar lo imprescindible y necesario. Tocará, en fin, aprovechar las sobras de un día para otro y ser quizás menos espléndidos en los festines en que en muchos hogares se convierte cada cena durante el Ramadán. Una austeridad obligatoria para un pueblo acostumbrado a ella pero que es en este mes sagrado cuando habitualmente se permitir las mayores indulgencias. 

Los huevos han pasado de apenas un dírham, unos nueve céntimos de euro, en las tiendecitas de ultramarinos de barrio o en los zocos de las medinas, a casi el doble. Como al doble se vende el kilo de cebollas, 16 dírhams, euro y medio con el cambio actual. El tomate, uno de los más fieles indicadores de los vaivenes de la economía de Marruecos, se sitúa en el euro por kilo en la capital y lo supera en la región de Casablanca. Las naranjas alcanzan por kilogramo los 12 dírhams, lo que equivale a un euro, en la mayoría de comercios. La variedad de dátiles mejhoul, la más cotizada –originaria de Israel pero cultivada en Marruecos-, se paga a unos doce euros el kilo. Las patatas se acercan peligrosamente al euro el kilogramo. Las verduras, lo corroboraba este miércoles el citado organismo estatal para las estadísticas, constituyen la categoría cuyos precios subieron más entre enero y febrero: un 17,8%.

Si al lector los precios de los alimentos marroquíes le pueden parecer, en comparación con los de España, razonables, hay que tener en cuenta la diferencia de renta entre los dos países. En Marruecos, la renta per cápita se situaba en 3.795,4 dólares en 2021, último año del que tiene estadísticas oficiales el Banco Mundial. El salario mínimo legal neto para los sectores no agrícolas –pues en el sector agrícola, que emplea al 40% de la población activa, es inferior- en el país magrebí se fijó el pasado otoño en 2.769,87 dírhams, equivalentes a 251 euros, y el salario medio neto se sitúa en el entorno de los 360 euros. Estos datos dan una idea más ajustada del poder adquisitivo medio de los marroquíes.

Resistir, ¿hasta cuándo?

El Gobierno marroquí, dominado por ministros del Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI) –el partido liberal desbancó a los islamistas tras su estrepitosa derrota de septiembre de 2021-, se emplea en las últimas semanas contra la inflación consciente del test Ramadán. Hace un mes, el Ejecutivo decidía prohibir las exportaciones de verduras y frutas a los países de África occidental. Este mismo martes la ministra de Economía y Finanzas,  Nadia Fettah Alaoui, trataba de tranquilizar a la población asegurando que los precios se mantendrán estables durante el mes sagrado. Sus declaraciones coincidían con el anuncio por parte del banco central marroquí, Bank Al-Maghrib, de un aumento –por tercera vez consecutiva- de los tipos de interés hasta el 3% con el objetivo de evitar una “espiral inflacionista”. Entretanto, a comienzos de este mes, Marruecos solicitaba al FMI una línea de crédito flexible por valor de 5.000 millones de dólares.

Por el momento, la inmensa mayoría de los marroquíes asiste resignada a la subida de precios. El descontento no suele ir más allá de las conversaciones de sobremesa en los hogares o las colas de los comercios. Pero no siempre es el caso, puesto que en las últimas semanas tanto en grandes ciudades como también municipios pequeños los marroquíes han expresado su preocupación ante la incapacidad de las autoridades de dar soluciones a los problemas materiales saliendo a la calle a protestar.

Los tres años en que el estado de emergencia sanitaria ha estado en vigor –que el Gobierno levantó el pasado 28 de febrero- han tenido sin duda repercusión en las capacidades movilizadoras de los distintos partidos, sindicatos y organizaciones sectoriales del país. Las autoridades marroquíes vigilan de cerca a los islamistas del Partido Justicia y Caridad, movimiento ilegal pero tolerado, ante el riesgo de que sus militantes capitalicen el descontento en algún momento. Nada queda más que el recuerdo del Movimiento 20 de Febrero, plataforma que acogió en su seno durante la ya lejana Primavera Árabe una amalgama de organizaciones, entre ellas a los propios islamistas antisistema, en torno a reivindicaciones básicas en pro de la democracia y el fin de la corrupción.

En el aparentemente apacible arranque del inicio del mes sagrado de los musulmanes, nadie diría que los marroquíes puedan perder la paciencia, aunque tampoco nadie se atreve a descartarlo. Entretanto, el Ramadán de las apreturas y la ingeniería financiera doméstica ha comenzado con aire triste en el ambiente en medio de una siempre balsámica explosión primaveral.