El Macron más débil provoca un estallido social
El presidente aprueba la reforma de las pensiones por decreto presidencial y la oposición busca un frente unido para una moción de censura que haga caer al Gobierno
Emmanuel Macron, el liberal que venía a cambiar las formas de hacer política, el hombre que iba a abrir las ventanas del poder, es el presidente francés de posguerra que más ha usado el artículo 49.3 de la Constitución, el que le permite aprobar leyes sin pasar por la Asamblea Nacional ni siquiera para convalidarlas una vez aprobadas.
El Macron que quería modernizar Francia ni desde la derecha ni desde la izquierda (ningún dirigente que haya dicho eso ha sido nunca de izquierdas), liberal tirando a conservador de vocación pero ministro del Gobierno socialista de François Hollande entre tantas contradicciones suyas, puede haber provocado el mayor estallido social en Francia en décadas.
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Su decisión de aprobar por decreto presidencial una reforma de las pensiones que aplaude la patronal y los bancos y aseguradoras que venden planes de pensiones privados, de la que salen despavoridos los sindicatos y que rechaza más de la mitad del arco parlamentario (desde la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon hasta la mitad de los diputados conservadores, pasando por toda la extrema derecha, los ecologistas y los socialistas), provocó manifestaciones organizadas por la potencia de los sindicatos franceses pero también espontáneas y enfrentamientos entre manifestantes y policías en el centro de París y de otras grandes ciudades francesas.
Macron está movilizando a todos los que no votaron contra él y a buena parte de los que sí lo hicieron pero tapándose la nariz para evitar que llegara al Elíseo la extrema derecha de Marine Le Pen. El presidente que había recogido votos prestados de la izquierda y los conservadores tradicionales para derrotar a la ultra legisla ahora, por decreto, obviando los intereses de todos. Macron apenas negoció una reforma a la que no ha querido cambiar una coma.
Desde los sindicatos y la izquierda, que se movilizaron contra Le Pen en campaña pese a detestar a Macron hasta los conservadores, a los que el presidente parece querer borrar del mapa porque a pesar de ser la única fuerza política con la que podía pactar apenas hizo los esfuerzos mínimos necesarios para unirlos a esta reforma que ellos en principio hubieran debido aprobar.
Macron no puede siquiera alegar, como Pedro Sánchez en España o Alexander De Croo en Bélgica, que la Comisión Europea le exige una reforma de pensiones que según él es esencial y urgente porque de lo contrario Francia, segunda potencia económica de la Unión Europea, corría riesgos financieros gravísimos hasta el punto de arriesgarse a la quiebra, un pesimismo que no parecen ver ni los mercados financieros ni instituciones internacionales como la Comisión Europea o el FMI.
Mientras en Bélgica se negocia entre los siete partidos de la coalición de gobierno y con los interlocutores sociales a la espera del visto bueno de la Comisión Europea, mientras en España se consigue un pacto que debe votar una mayoría absoluta del Congreso, que aceptan los sindicatos y que acepta la Comisión Europea, en Francia el ordeno y mando se impone frente a todo y a todos.
Frente a una mayoría parlamentaria contraria a la reforma, cuya medida más polémica es la subida de la edad de jubilación de 62 a 64 años pero que incluye decenas de medidas que dificultan el acceso a una pensión completa, Macron no tiembla y usa el decreto presidencial. Lo que parece una señal de fuerza es en realidad una muestra de debilidad política, de su incapacidad para encontrar aliados políticos, de la soledad de su Gobierno.
¿Cambiará de gobierno Macron?
Es la decisión de un hombre por encima de la decisión de la mayoría parlamentaria, que sólo puede recurrir a una moción de censura que acabaría con el Gobierno de Elisabeth Borne pero no con el propio Macron, que podría nombrar a otro jefe de Gobierno y seguir adelante porque además no volverá a presentarse a las elecciones presidenciales. La oposición intentará este lunes acabar con Borne usando la única herramienta disponible, una moción de censura puesta en marcha por un grupo de pequeños partidos regionalistas a la que debería sumarse la extrema derecha, los ecologistas, los socialistas, la izquierda radical y buena parte de los conservadores.
Si el Gobierno es censurado Macron tiene dos opciones. Puede nombrar otro Gobierno, probablemente girando a la derecha en los nombres para lograr el apoyo de los conservadores, que con sus 61 diputados tienen la llave para que Macron obtenga mayorías. O puede disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas. Si las pierde deberá cohabitar con un primer ministro de otra formación, como tuvo que hacer el conservador Jacques Chirac cuando tuvo como primer ministro al socialista Lionel Jospin.
Macron tiene más de cuatro años de mandato por delante. Mientras la noche del jueves ardía en Dijon un maniquí con su cara y los policías tiraban gases lacrimógenos a los manifestantes en París, en el Elíseo probablemente se estaría ya pensando en el día después. Macron puede acabar con Borne, un fusible, como fueron antes de ella muchos primeros ministros franceses, la pieza que salta para que no salte todo. Un eurodiputado del partido de Macron confiesa bajo anonimato que despedir a Borne no tiene mucho sentido cuando todo el país sabe que la reforma de las pensiones le fue impuesta por Macron.
Macron debe buscar cómo salir del impasse. En las próximas semanas el Gobierno francés debe presentar reformas de calado, como la esperada de la Justicia, una sobre migración y otra sobre empleo. Pero el acto de fuerza para sacar adelante la de las pensiones, que los sindicatos se toman como un desprecio, deja al presidente sin interlocutores y con una Asamblea Nacional revuelta que se puso en pie a cantar la Marsellesa cuando la primera ministra intentaba hablar.
El presidente sabe que el único apoyo posible vendrá de las seis decenas de diputados conservadores, pero en los últimos días la comunicación del Elíseo ha querido hacerles responsables de la falta de mayoría para aprobar las pensiones. En lugar de cortejar al único socio posible, el portavoz de Macron se ha dedicado a cargar contra él.
¿Y tras un Macron debilitado y que deja un erial democrático?
Asesores del presidente francés contaban el viernes al diario ‘Le Monde’ que en los pasillos del Elíseo se especula con una idea arriesgada: la dimisión de Macron, la convocatoria anticipada de elecciones presidenciales a las que no se presentaría y su vuelta al escenario político cinco años después. Dejar a Le Pen gobernar, porque ahora mismo no se ve a nadie que pueda derrotarla en unas presidenciales, para que los franceses vieran el desastre y recurrieran desesperados de nuevo a él. Marine Le Pen acaricia el huevo de la serpiente.