El suyo es un reto difícil, pero no imposible. Al menos menos remoto que hace unas pocas semanas. El líder del socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP) Kemal Kilicdaroglu está convencido de poder derrotar al todopoderoso Reyep Tayyip Erdogan, 68 años y veinte de ellos dominando la política turca, y convertirse en presidente de Turquía tras las elecciones generales (presidenciales y legislativas) del próximo 14 de mayo.
La oposición, la Mesa de los Seis, ha sido al fin –tras capaz de ponerse de acuerdo en un candidato. Desde el pasado lunes este funcionario jubilado de formas amables y moderadas y fama de honesto y eficaz lidera la electoral Alianza de la Nación. El frenazo del sueño económico turco, con una inflación desbocada –llegó a superar el 85% en octubre pasado-, y las gestión de las consecuencias del terremoto que recientemente ha golpeado el sur de Turquía –la catástrofe ha dejado más de 46.000 muertos- han dañado la imagen de Erdogan. Los especialistas auguran unos comicios ajustados.
“Hoy estamos muy cerca de derrocar el trono de los tiranos, créanme”, aseguró Kilicdaroglu el pasado martes para prometer “el comienzo de un cambio total”. Distante en las formas y a falta de dar a conocer un programa económico y social más detallado, el discreto y apacible candidato del kemalista CHP –principal partido de la oposición, que lidera desde 2018- se muestra como antitético a Erdogan también en el fondo. Cuarto de siete hermanos –y el único que completó estudios universitarios, en este caso economía y finanzas en Ankara-, entre otros apodos se le conoce como el ‘Ghandi turco’ (tanto por su estilo como por un cierto parecido físico). Según medios turcos, Kilicdaroglu sigue residiendo en un modesto apartamento en el centro de Ankara, lo que contrasta con el extravagante complejo presidencial –y sus más de mil habitaciones- de Erdogan en la capital turca.
Frente a la república presidencialista consagrada con Erdogan tras su reforma de 2017, Kilicdaroglu promete la vuelta a un modelo parlamentario. En 2003, hace dos décadas, el líder del AKP fue nombrado primer ministro. Desde 2014 Erogan se desempeña como presidente de la República, cargo que pasó de ser fundamentalmente simbólico a ejecutivo gracias a la citada reforma, que le ha concedido plenos poderes en el último lustro.
Además, frente al autoritarismo del que ha hecho gala el jefe del Estado turco en los últimos años, el líder del CHP promete “gobernar Turquía con la consulta y el consenso”, afirmó tras su nombramiento como candidato el pasado lunes. “Nuestra mesa es la de la paz. Nuestro único objetivo es llevar al país a días de prosperidad, paz y alegría”, zanjó Kilicdaroglu el pasado día 6.
Si, como máximo líder del AKP, Erdogan no ha tenido inconveniente en tejer alianzas con formaciones islamistas en Oriente Medio a pesar de ser Turquía Estado miembro de la OTAN, tendrá enfrente al líder de un partido laico, socialdemócrata y kemalista. No en vano, Kilicdaroglu, nacido en la provincia de Tunceli y alevita –confesión religiosa, rama heterodoxa del islam, que profesa en torno al 15% de la población-, puede acabar recibiendo el apoyo del kurdo HDP, tercer partido del país con aproximadamente más del 10% de los escaños del Parlamento. El posible árbitro de los comicios.
Como miembro de la alianza de seis partidos que apoya al candidato del CHP, apoya y acompaña a Kilicdaroglu el que fuera primer ministro y responsable de Exteriores con Erdogan Ahmet Davutoglu, líder hoy del Partido Futuro. El ideólogo de la teoría en la política exterior turca de “cero problemas con los vecinos” vio cómo la doctrina fue transmutada en algo así como “problemas con todos los vecinos” a partir del recrudecimiento de la guerra en Siria e intervención turca en el país árabe en 2016.
Desde entonces el neootomanismo, la voluntad de que Ankara vuelva a jugar un papel protagonista en el tablero de Oriente Medio tanto en lo político como en lo económico y hasta espiritual ha guiado la política exterior de Erdogan. Aunque lo cierto es que la época post-Primavera Árabe ha empujado a Erdogan a acercarse a sus antiguos antagonistas, entre ellos Emiratos, Arabia Saudí, Egipto o Israel. Y como constante, su obsesión por combatir al separatismo kurdo, al que ha golpeado dentro y fuera del país.
No es precisamente Kemal Kilicdaroglu un debutante, y no en vano Erdogan y él se han visto ya las caras en las elecciones de 2018. En 1971 fue nombrado asesor en el seno del Ministerio del Tesoro y Finanzas. Once años después sería designado director de la agencia de la Seguridad Social turca.
En su paso por la administración el veterano líder del CHP se ganó la fama de eficaz luchador contra la corrupción. Precisamente su carrera política comenzó gracias a una propuesta para luchar contra la corrupción que presentó al entonces líder de la formación kemalista Deniz Baykal. En 2002 logró escaño y cinco años más tarde se convirtió en segundo portavoz del grupo parlamentario del CHP.
En 2009 fue candidato a las elecciones municipales de Estambul, y fue derrotado por el candidato del AKP. Precisamente el puesto que Erdogan desempeñó antes de convertirse en primer ministro turco. En 2015 y 2018 Kilicdaroglu lideró su formación en las elecciones legislativas. En 2017, el hoy candidato presidencial adquirió fama nacional al protagonizar una marcha a pie entre Ankara y Estambul (450 kilómetros) para denunciar el “autoritarismo” del gobierno del AKP.
El último test electoral, las municipales de 2019, augura esperanzas para Kilicdaroglu: su formación se hizo con las alcaldías de las grandes ciudades turcas, con Estambul y Ankara a la cabeza, derrotando a la formación de Erdogan. Precisamente el líder del CHP ha prometido a los ediles de las citadas urbes sendas vicepresidencias de alcanzar la jefatura del Estado en los comicios del 14 de mayo (además de a los otros cinco líderes de los partidos de la plataforma electoral).
No es poco lo que hay en juego si acaba produciéndose el relevo en Ankara tras más de dos décadas de Erdogan. Una de las consecuencias del erdoganismo ha sido una polarización social que mantiene al país prácticamente partido por dos entre partidarios y detractores del líder del AKP. Un amplio sector de la sociedad turca está ya cansado del actual presidente y tendrá en el líder del CHP una alternativa aparentemente moderada y eficaz –la candidatura de Kilicdaroglu aspira a atraerse tanto a votantes de izquierdas como de derechas e islamistas-, pero otra, sin duda, cree que la mejor garantía para afrontar los inquietantes tiempos actuales es la de un líder con carisma y la experiencia de Erdogan. Un Ghandi contra un sultán.