El pasado verano en Italia la fuerte y alargada sequía, debido a la falta de precipitaciones durante meses y a unas temperaturas siempre más altas, dejó imágenes únicas como la del río Po, el principal río del país, que bajaba seco en varias zonas y la desesperación de un sector, el de la agricultura - y no era el único- preocupado por un futuro que se ve siempre más gris, acentuado por una infraestructura hídrica nacional claramente ineficaz. Lo preocupante en este momento es que a esta altura del invierno, en el mes de febrero, la situación es similar a la que se vería en verano, los niveles de recursos hídricos, sobre todo al norte del país, sufren una disminución que llega hasta el 60% comparado con los niveles habituales en esta época.
El río Po se extiende por toda la parte norte de Italia, es el más grande del país y su situación crítica en este momento repercute directamente en las condiciones hídricas de otros riachuelos y lagos adyacentes que abastecen la zona. Es el caso del famoso lago di Como, a menos de una hora de Milán, que está solo al 21% de su capacidad o el lago di Garda, a 40 minutos de Verona, que se encuentra al 39% de su capacidad lo cual permite caminar a pie hasta la isla de San Biagio, donde habitualmente se accede a través de una barca. En los Alpes italianos, en la zona del Piamonte, la imagen de las pistas de esquí vacías son también protagonistas, una estación invernal que se acorta cada vez más pero, sobre todo, la falta de la reserva hídrica que supone la nieve de las montañas en el deshielo durante las estaciones más cálidas.
Así, las grandes causas de esta sequía son las pocas precipitaciones durante el año, que influyen directamente en la falta de nieve en las montañas y un incremento de las temperaturas de al menos un 1º o 1,5º. Una receta fatal que se repite desde hace meses y que causa una tendencia climática anómala que podría causar otros fenómenos como el avance del agua marina hacia el interior por culpa de la baja cantidad de agua dulce de los ríos. Aspectos que preocupan a toda la cuenca del Po y que dejan un escenario desolador para las industrias de esa zona, especialmente las que viven de la tierra, los agricultores, que ya el año pasado tuvieron que perder, en algunos casos, más de la mitad de sus cosechas y que se ven directamente afectados por la falta de un recurso fundamental como es el agua.
Antonello Pasini es físico, climatólogo e investigador del Consejo Nacional de Investigación italiano. Alerta desde hace décadas, junto a otros expertos del sector, sobre que el cambio climático es un problema del presente, ya no del futuro. “Estas son señales evidentes del calentamiento global. Nosotros estamos especialmente atentos a los fenómenos de cambio en la circulación del aire. Es clave para entender el escenario italiano en este momento. Ahora son muy comunes los anticiclones africanos, que traen calor y sequía y, cuando se van, dejan entrada a las corrientes frías. No es que llueva menos pero llueve de forma más condensada, en menos días, lo que hace que el terreno no absorba esa agua”, explica a NIUS. “Además, como las temperaturas son mayores, nieva menos, antes nevaba, por ejemplo a 1500 metros, ahora a 1800, esa cantidad de nieve que falta es proporcional a los recursos hídricos que luego faltan en el deshielo”, añade.
Pero esta situación no es igual en todo el país. El norte sufre una sequía de la que no consigue recuperarse desde hace varios años, pero el sur, que cuenta con una mayor adaptación y que, paradójicamente, ha tenido más precipitaciones mientras escaseaban al norte, tiene sus reservas a niveles normales. En este momento del invierno, sobre todo en Cerdeña, Sicilia y Calabria, la situación está bajo control. Un poco menos en el centro, como el Lacio, la Toscana o Las Marcas, pero igualmente lejos del drama que se vive a orillas del río Po.
El climatólogo Pasini además ofrece la clave para entender por qué se produce esta gran diferencia entre norte y sur. “Cuando llegan las corrientes frías del norte se frenan en los Alpes, provocan nevadas en la parte suiza, por ejemplo, pero se desgastan en la parte italiana. Cuando vuelven a recobrar fuerza dejan nevadas en el centro y sur de Italia, pero ya no en el norte”, añade. “Harían falta 50 días de lluvia seguidos para que la situación remontarse a esta altura del año, algo prácticamente imposible y tampoco resolvería toda la situación, mucha de esta agua no se absorbe con tanta facilidad”, añade.
Pierluigi Randi, meteorólogo del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas Meteocenter, valora el escenario en el que se encuentra Italia en este momento. “Los tres grandes problemas principales son: falta de lluvia, falta de reservas de nieve y un invierno con una única ola de frío en tres meses. Es la situación en la que llevamos casi cuatro años, estamos hablando de una sequía que no se recupera de verano en verano, sino que es continua. En este momento tenemos tres regiones, Piamonte, alta Lombardía y Véneto con una sequía entre grave y extrema. La única esperanza está en el sur, donde la situación está bajo control en este momento. La otra esperanza es que en marzo llueva mucho, algo que podría ser habitual en ese mes del año, pero de lo que aún no podemos estar seguros”, añade.
La eterna burocracia italiana
Los proyectos para la mejora de la estructura hídrica italiana, que no se revisan desde hace décadas, están encima de la mesa, pero no arrancan. Los fondos del Next Generation UE prevén 3 mil millones de euros para realizar 10 mil cuencas antes de 2030, pero, hasta el momento solo han salido adelante el 2% a causa de problemas estructurales y lentitud en el proceso burocrático habitual en Italia.