Los soldados rusos no querían testigos en la masacre cometida en Bucha. Sin embargo, a pesar de su empeño en destrozar las cámaras, no pudieron borrar las pruebas de los crímenes de guerra que cometieron en las calles de esta localidad ucraniana durante los primeros días de invasión. Un feroz ataque que provocó la repulsa de Europa, afirmando que Moscú tenía que "pagar" por ello.
Desde esta localidad a las afueras de Kiev llegaron historias terribles, como la de un joven de 15 años, Yura Nechyporenko, que vio en primera persona cómo un soldado del Kremlin asesinaba a su padre. Allí, en Bucha, los supervivientes cavaban con sus propias manos las tumbas de las víctimas. Dicha información coincide con la visita del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a la Casa Blanca. Tras el encuentro con su homólogo estadounidense, Joe Biden ha prometido una ayuda de más de 370 millones de euros.
Durante estos nueve meses de investigación, los reporteros del New York Times, que también sacaron a la luz la ejecución de prisioneros ucranianos, han visionado miles de horas de grabaciones, han entrevistado a testigos directos, han escuchado las comunicaciones por radio interceptadas y hasta han escudriñado pequeños papeles con códigos, como los que fueron abandonados en uno de los centros de ejecución.
Después, los periodistas han cotejado con los distintivos de cada carro de combate hasta identificar a los responsables de estos atroces crímenes: el Regimiento de Asalto Aéreo 234, una unidad de paracaidistas con base en la ciudad de Pskov, en el oeste de Rusia. Se trata de una de las mejores entrenadas y equipadas del Ejército de Vladimir Putin.
Además, estos paracaidistas utilizaron los teléfonos móviles de sus víctimas para llamar a sus hogares. Rastreando esas llamadas y las redes sociales de los destinatarios, los reporteros han logrado ponerles nombres y apellidos a cada uno.
Y también han logrado identificar a los mandos, quienes dieron la orden de matar a sangre fría a más de 400 civiles. Según revela la investigación norteamericana, el teniente coronel Artyom Gorodilov, comandante al mando del regimiento, supervisó las operaciones de la unidad de paracaidistas en Bucha.
Aunque han pasado bastantes meses desde que se conocieron los primeros asesinatos, queda mucho por hacer para que los responsables rindan cuentas, según detalló la misión de Naciones Unidas. De momento, las pruebas ya se encuentran en manos de la Corte Penal Internacional.