Cortocircuito en la izquierda italiana: la crisis del PD
Tras el batacazo electoral y la renuncia de Enrico Letta, aún en funciones, el partido se recompone y busca nuevo líder
La falta de propuestas concretas y la dinámica de corrientes estanca al partido en viejas dinámicas
Dos nombres que se posicionan ya para ostentar el liderazgo: Elly Schlein y Stefano Bonaccini
El Partido Democrático atraviesa desde hace años en Italia una crisis de identidad y de conexión con su electorado. En las pasadas elecciones, hace dos meses, llegó segundo y se quedó como líder de la oposición. La estrategia antagonista, “o nosotros o el fascismo” (en referencia a la coalición de derechas) de la campaña, no funcionó para convencer a los italianos que acusan al PD de no afrontar un programa verdaderamente de izquierdas. La experiencia en diversos gobiernos en la última década y una gran escisión, la de Matteo Renzi desde 2019 líder de su propia formación política, Italia Viva, le han pasado factura al partido. El pasado 25 de septiembre obtuvieron un 19%, pero la falta de un horizonte ideológico claro y la ruptura con los posibles aliados de izquierdas, como el M5S, señaron el fin de su líder, que no había superado la prueba de fuego de las urnas, Enrico Letta. Dimitió en aquellas horas inaugurando así una nueva era. Ahora, unas primarias el próximo 19 de febrero elegirán a un nuevo secretario general, pero el escenenario no es fácil. En las tertulias televisivas italianas, famosas por el formato de debate político, hace tiempo que resuena una tremendista opción B para el partido: la disolución. ¿Hay futuro o no para la que hasta ahora había sido siempre la primera fuerza política de izquierdas en Italia?
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Los dos candidatos a liderar el partido en este momento son, paradójicamente, dos personas que han trabajado juntas en el gobierno de la región Emilia Romaña, donde se sitúa la ciudad de Boloña, mano a mano. Uno el presidente, Stefano Bonaccini, y la segunda su vice, Elly Schlein. Vienen además del punto con mayor ritmo de producción de Europa, la llanura padana, por encima de Alemania. Lejos de ser un lugar acaso, en ese mismo enclave nacen las dos propuestas principales para la competencia abierta a presidir el partido. El primero, Bonaccini, un hombre popular en el partido, que acoge un importante consenso. La segunda, Elly Schlein, a la que llaman la Ocasio Cortez italiana, una mujer con una dialéctica importante y experiencia en Europa, que no está inscrita al partido, y que representa la parte más izquierdista del PD. En las últimas encuestas, de Euromedia Research, el primer puesto se lo lleva Bonaccini, con el 37,9% y el segundo Schlein con un 21,4% pero que crece en popularidad entre las franjas más jóvenes. Los inscritos, cuando se acerque el mes de febrero, decidirán a qué dos contrincantes envían a las primarias, pero ahora todo parece que, a pesar de que pueden llegar nuevos candidatos, estos son los dos nombres que realisticamente pueden ponerse en unos meses al frente del PD.
No solo es quién, sino el cómo, y, también, en qué condiciones. ¿A quién quiere convencer el PD? ¿Cuál es su propuesta de Italia? Dos preguntas que parecen descontadas pero para las que falta una respuesta desde hace tiempo. Los expertos concuerdan en señalar que la imprecisión en su estrategia política y la falta de un programa claro de izquierdas han marcado su declive. También la percepción de que el partido, que desde su fundación en 2007 tras la fusión de los Democrátios de izquierdas, los herederos del partido comunista italiano y de la Margarita, fuerza centrista, ha generado una élite política alejada de la realidad. A eso se suma que su propia fisiología, nacieron como un partido anti berlusconiano, aunó mucha gente que venía de realidades políticas diferentes, no solo con un alma izquierdista, que dio lugar a una diversidad interna que con el tiempo se reveló divisiva.
En la práctica esa tendencia se concretó en diversas corrientes a lo largo de estos años, que han predominado en la elección de secretarios generales e, incluso, de decisiones y votos políticos. Para la ex parlamentaria Alessia Morani el aspecto de las corrientes es íntrinseco al espírito diverso del partido, pero rechaza que haya significado durante estos años tantas rupturas. “Si una corriente pierde con su candidato no puede hacerse a un lado, tiene que continuar dentro al partido y seguir trabajando, haciendo su parte”, dice. “Hay que superar las corrientes como centro de poder, son el mal, pero no como elaboración de pensamiento”, añade Morani. Ella apoyará a Bonaccini en el voto de este mes de febrero, al que considera la persona más capacitada, pero aspira a una unión de los dos. “En EE.UU, en el partido Demócrata, Biden y Sanders conviven, a pesar de sus diferencias y se legitiman el uno al otro. En Italia nos falta eso en la izquierda”, añade. Critica, además, que el PD se haya alejado de la realidad, que ya no mire al espacio social y a la gente humilde.
Sergio Labate es profesor de Filosofía de la Universidad de Macerata. El PD, según como lo ve el filósofo, es un partido “obsesionado con sí mismo” que no sale de ese bucle y que eso le impide acercarse al electorado. Además, este aspecto es un síntoma, dice el filósofo, que se puede extender a una patología de todo el sistema político italiano. “Es el virus de un partido aplicado a la política de un país”, declara a NIUS. “Se discute de la forma del PD, de sus dirigentes, de sus corrientes, de sus secretarios generales. Sin embargo, el punto fundamental está al margen, que es la forma de la sociedad. El país que quiere construir el partido. Si un partido no representa con su propio ejemplo lo que busca para una sociedad, no podrá representarla”, finaliza.