“Humanidad y firmeza” esa es la línea que defiende el Ministerio del Interior italiano en la gestión de esta crisis migratoria desde hace días. Eran cuatro las naves de salvamento implicadas, algunas desde hace hasta 13 días, que esperaban completar su rescate con todos los migrantes en tierra firme. Dos consiguieron atracar en el puerto de Catania durante el fin de semana, pero habían sufrido el llamado “desembarco selectivo”, decreto que establece que solo pueden tocar tierra italiana enfermos, mujeres embarazadas y menores no acompañados. Situación que había dejado hasta la noche del martes en ambos barcos a decenas de migrantes considerados “no frágiles” y con los cuales las organizaciones humanitarias se negaban a volver a aguas internacionales porque, explicaban, vulneraría el derecho de asilo. Durante la tarde del lunes la situación se agravó en el puerto tras haberse lanzado tres migrantes al mar presos de la desesperación y otros, aún en el barco, comenzaron a negarse a comer. Las horas sucesivas fueron decisivas hasta esta la noche del martes cuando ambas naves, la alemana Humanity 1 con 35 migrantes y la GeoBarents de MSF con 214 pudieron desembarcar a todas las personas tras las evaluaciones médicas que determinaban una situación insostenible.
Una tercera nave ha desembarcado la mañana del martes en el puerto de Reggio en Calabria, en la península, 89 migrantes que pudieron bajar en su totalidad. En estas últimas horas han sido trasladados a un centro de acogida esperando ser transferidos a otras partes de Italia de acuerdo con el reparto nacional que establece en estos casos el Ministerio del Interior. Un pequeño gesto de apertura en la dura política del Gobierno derechista en Italia ante unas llegadas, a través de las ONG internacionales, que el gobierno contesta fuertemente pero que en realidad suponen solo un 15% de los desembarcos anuales, como explica para NIUS Flavio di Giacomo, coordinador para el Mediterráneo de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas). La cuarta nave desembarca finalmente en Marsella, gesto del Gobierno francés de socorro tras días de grandísima tensión y riesgo para la salud mental y física de los migrantes tras tantas jornadas en el mar.
¿Por qué el Gobierno ha dilatado tanto este desenlace?
Para marcar un gesto disruptivo en las políticas migratorias, el Ministerio del Interior dirigido por Matteo Piantedosi y el propio Matteo Salvini desde el Ministerio de Infraestructuras lanzaron el ya famoso decreto de “desembarco selectivo”. Una estrategia para marcar brazo de hierro en la problemática, política ya presente en su programa electoral y un guiño a su electorado, pero que ha desembocado en una mayor descoordinación. Así como ha empeorado el estado de salud de los migrantes que, en un primer momento, habían sido evaluados por las autoridades médicas como “no frágiles” pero que, alargando su estadía en las naves, han agravado las huellas traumáticas de sus historias personales con las de estar encerrados en un barco y ser rechazados por el país que, según el derecho internacional, debería socorrerlos y recibir, si es el caso, sus peticiones de asilo. Además en las últimas horas se ha determinado que en la nave más grande había también un brote de sarna. Evaluaciones que confirman el delicado estado de los migrantes que desde hace días escribían en grandes carteles que exhiben en la proa del barco con mensajes como “help us” (ayúdennos) ante las cámaras en el puerto de Catania debido a la gran atención mediática a la situación.
¿Qué acciones legales han interpuesto las ONG?
Ambas embarcaciones que habían llegado al puerto de Catania este fin de semana han expresado que consideraban que las acciones del Gobierno italiano estaban fuera de la legalidad. Sos Humanity, la Ong alemana, confirmó que ha puesto en marcha una acción legal contra el decreto del Ministerio del Interior y contra el inmediato desembarco de los 35 migrantes que desde el fin de semana no pudieron salir del barco. Como explica Patrizia Rinaldi, experta en estudios migratorios internacionales en esta temática confluyen muchos aspectos legales: la ley del mar, el derecho a asilo o a socorro o la protección del menor. “Esto complica mucho este tipo de procesos y muchas veces la visión es conjunta cuando, en realidad, cada caso es único. Todo esto tras veinte años de foco mediático en el Mediterráneo”, añade Rinaldi.
¿Tenía que terminar sí o sí con el desembarco de todos los migrantes?
Para Flavio di Giacomo sí, que explica que, al final, el derecho internacional prevalece. “En realidad la cantidad de desembarcos no es considerada de gran alcance, como cuando en 2016 llegamos a 180.000 migrantes. Pero es inevitable pensar que hay una doble vara de medir cuando con la llegada de los refugiados ucranianos, muchos más de los 88.000 que llegaron este año por la ruta Mediterránea, se supo gestionar sin problemas. Es una prueba de que lo que falla es la gestión, pero sí que puede hacerse bien”, añade. “En materia jurídica aquí se va incluso mucho más allá del derecho de asilo, lo que prevalece es la crisis humanitaria y muchas de las personas, vengan de donde vengan, han sufrido durante la ruta migratoria violaciones de los derechos humanos. Solo por esa razón ya deberían ser atendidos”, explica.
La gran ausente es Europa, dice el experto. El gran argumento de Meloni pero también de otros Gobiernos antes, incluida la izquierda que apoyó los acuerdos con Libia para la gestión migratoria, de los que ahora reniega. Pero en esta situación la Comisión advierte, lo ha hecho en diversas ocasiones, a Italia sobre su procedimiento irregular. Los intentos de mantener la línea dura se desvanecen cuando, finalmente, todos los migrantes están en territorio italiano. La postura de Giorgia Meloni, rebatida en las redes sociales por la propia primera ministra, dice marcar ser disruptiva en la gestión migratoria y presionar a Europa y a otros países de la Unión a compartir la responsabilidad de la llegada de solicitantes de asilo. Idea que ha compartido el propio Papa Francisco y que, en general, subyace en el debate abierto desde hace años en Italia con esta temática. Por el momento Meloni pierde de cara a Bruselas, forzada a dar su brazo a torcer en una política de puertos cerrados, pero gana poniendo el tema en la agenda mediática y dejando claro que, al menos, alargará los desembarcos todo lo que pueda.