María, una niña alemana de ocho años, llevaba casi toda su vida cautiva en la casa de sus abuelos en Attendorn, cerca de Colonia. Allí, en una habitación cerrada con llave, estuvo desde los 18 meses hasta que la Policía logró una orden judicial para liberarla. En todos estos años no ha visto la luz del sol y apenas puede subir las escaleras. Su madre y sus abuelos se han negado a declarar.
María nació en diciembre de 2013 y, poco después sus padres se separaron. Su padre la veía cada seis meses, hasta que cuando tuvo 18, la madre, Rosemarie G., se enteró que el progenitor había rehecho su vida con otra mujer. Entonces, le dejó una nota en el parabrisas del coche: se marchaba a vivir a Calabria (Italia) con la niña.
Sin embargo, la mujer nunca se marchó del país. Escondió a la niña en casa de los abuelos, en Attendorn, con la intención de que el progenitor no la viese. El padre se percató de que no vivía en Italia tras ver varias veces a la mujer en la ciudad y después de que le llegasen de vuelta los regalos y cartas que enviaba a su hija a la dirección que la madre le había proporcionado.
Así, en septiembre 2015, el padre de la niña denunció la situación a las autoridades. Los servicios de Bienestar Juvenil interrogaron a los abuelos maternos, quienes se negaron a que se llevase a cabo un registro en su vivienda y explicaron que la madre y su nieta vivían en Italia.
En julio, una pareja de un municipio cercano, alertó a la Policía del rumor de que la niña llevaba años encerrada en la casa de sus abuelos y estos volvieron a investigar el caso.
Allegados a la madre dijeron que esta nunca había vivido en Italia y así lo constataron también las autoridades de este país y que se podían comunicar con ella con un teléfono fijo alemán. La Policía hizo la prueba y esto fue suficiente para conseguir una orden judicial.
El 23 de septiembre, hallaron a la niña en casa de sus abuelos. "Ella no ha visto demasiado del mundo exterior”, ha detallado el fiscal Patrick Baron von Grotthuss al periódico local 'SauerlandKurier'. Pese a todo, la niña no presentaba malnutrición ni signos de maltrato, aunque tenía la musculatura infradesarrollada y apenas puede subir una escalera.
Tanto la madre como los abuelos se han negado a declarar. La primera, de 47 años, podría enfrentarse a 10 años de prisión. La menor, por su parte, permanece con una familia de acogida bajo supervisión psicológica mientras avanza la investigación.