Truss salva la cabeza, de momento
La primera ministra británica destituye a su amigo y ministro de finanzas, Kwasi Kwarteng, y nombra en su lugar a Jeremy Hunt, un europeísta seguidor de su rival
Cede también ante los mercados y su partido y cancela otra medida de rebaja de impuestos pasa subir las tasas a las empresas
Pese a estas concesiones, su partido sigue conspirando contra ella y se plantea una dupla entre Rishi Sunak y Penny Mordaunt para sustituirla
Liz Truss consiguió salvar la cabeza como primera ministra este viernes en otra jornada política alocada e improvisada y que sucedió sin que nadie siguiera ningún guion. La primera ministra hizo volver a su íntimo amigo, Kwasi Kwarteng, de Washington, donde participaba en una reunión del Fondo Monetario Internacional, con el primer vuelo que pudiera, para comunicarle que dejaba de ser el ministro de finanzas. En las últimas horas sonaba cada vez con más fuerza en el grupo parlamentario conservador que Truss tenía las horas contadas y que iban a forzar su dimisión apenas un mes después de llegar al poder como habían hecho con Theresa May y con Boris Johnson antes.
El problema de fondo era el plan neoliberal thatcheriano de recortes de impuestos que Truss y Kwarteng anunciaron el pasado 23 de septiembre con unas rebajas de tasas que ascendían a 45.000 millones de libras (51.700 millones de euros). El anuncio provocó la caída de los mercados de bonos, la caída de la libra a mínimos históricos y la intervención del banco central británico, que se vio obligado a comprar deuda pública para salvar los fondos de pensiones. Truss y Kwarteng defendieron sus planes, pero una revuelta en su partido provocó que dieran marcha atrás y el pasado 3 de octubre cancelaron la bajada del 5% de los impuestos a los 600.000 ciudadanos más ricos del país, una medida que habría costado 2.000 millones de libras (2.300 millones de euros).
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Este había sido el tema central de las primarias conservadoras de agosto que enfrentaron a Truss contra el exministro de finanzas de Johnson, Rishi Sunak, quien había desencadenado la ola de dimisiones que acabó políticamente con Johnson. Sunak defendía que no se podían recortar los impuestos hasta que no bajara la inflación, disparada hasta el 10%. Truss decía lo contrario, que había que bajar los impuestos. Sunak le avisó que eso no era realista. Sunak se impuso en la primera fase de las primarias con el apoyo de 137 diputados, por delante de Liz Truss, con 113, y de Penny Mordaunt, con 105. En la segunda fase, en el cara a cara Truss-Sunak, votaban los militantes del partido y se impuso claramente Truss con su promesa de bajar impuestos.
38 días en el cargo
Más tarde, Truss reconoció, en una entrevista, que ni ella ni Kwarteng habían consultado su bajada de impuestos con su gabinete, que fue una decisión personal. La presión sobre Truss se fue incrementando hasta que empezó a sonar que su grupo parlamentario se la quería cargar y que querían poner a la dupla Sunak-Mordaunt, que tuvieron el apoyo conjunto de dos terceras partes de los diputados (242) en las primarias. Se filtró incluso a los medios la conversación de un grupo de Whatsapp de pesos pesados del partido en la que discutían cómo sacarse de encima a Truss. La mayoría proponía colocar a la dupla Sunak-Mordaunt, pero la exministra de cultura, Nadine Dorries, advirtió que eso supondría la convocatoria de elecciones porque los ciudadanos no aceptarían un nuevo cambio de primer ministro sin pasar por las urnas. Y lanzó una pulla a los seguidores de Sunak. “Hicisteis caer a Johnson y ahora queréis hacer lo mismo con Truss, lo que estáis haciendo es cancelar la democracia”, les recriminó. Dorries es una fiel escudera de Johnson y uno de los que en partido quieren su vuelta.
Ante este ruido de lejos, Truss optó por cargarse a su amigo, que se convirtió en el segundo ministro de finanzas que menos tiempos ha ocupado el cargo, con 38 días contando los once días de duelo por el fallecimiento de la reina, por detrás del también conservador Iain MacLeod, que murió treinta días después de ser nombrado en 1970. El predecesor de Kwarteng, Nadhim Zahawi, estuvo 63 días, y Sajid Javid, el antecesor de Sunak, estuvo 204 días, todos ellos en los últimos tres años, desde la llegada de Johnson, lo que demuestra, la fragilidad del Gobierno ‘tory’ después del Brexit.
Irritada y abatida
Truss nombró este mismo viernes como sustituto de Kwarteng a Jeremy Hunt, de 56 años, exministro de cultura, de sanidad y de exteriores con Cameron y con May entre 2010 y 2019, hasta la llegada de Johnson. Hunt es un europeísta que se presentó a las primarias de 2019 y perdió ante Johnson y que dio apoyo a Sunak en las primarias de 2022 tras no conseguir él solo los votos necesarios. Truss también convocó este viernes una extraña rueda de prensa en la que anunció el despido de Kwarteng, el anuncio de Hunt y la cancelación de otra de las medidas de recortes de impuestos con la subida del impuesto a las empresas del 19 al 25% a partir de abril (cuando empieza el año fiscal en Reino Unido), una medida anunciada por Sunak antes de dimitir y que Truss había frenado.
Truss solo concedió cuatro turnos de preguntas en la rueda de prensa y, en todos ellos, los periodistas le preguntaron por qué no dimitía. La primera ministra, visiblemente contrariada y abatida, respondió las cuatro veces sin convicción que el interés nacional estaba por encima del personal, que lo más importante era la estabilidad financiera y de los mercados, un discurso aprendido que no convenció a nadie, y abandonó la sala sin permitir más preguntas, como escondiéndose. Consiguió salvar su cabeza, pero su continuidad sigue estando más que cuestionada. Los mercados se estabilizaron con la rectificación de Truss, pero la subida del impuesto a las empresas solo representa un ahorro de 18.000 millones de libras (20.700 millones de euros), cuando se estima que el agujero en las finanzas públicas provocado por Truss y Kwarteng es de 60.000 millones de libras (69.900 millones de euros). Por tanto, tendrá que dar marcha atrás en más impuestos.
El dilema
Kwarteng había programado la publicación de la revisión del presupuesto para el próximo 31 de octubre. De esta revisión de encargará ahora Hunt, que representa las ideas de Sunak. Seguramente forzarán a Truss a rectificar más medidas de recortes para llegar a los 69.900 millones. Truss ha perdido la credibilidad y la autoridad porque el plan de recortes lo idearon ella y Kwarteng. Por tanto, con el despido de Kwarteng no acaba con la crisis. Los conservadores saben que si echan a Truss, como dijo Dorries, tendrán que convocar elecciones y no tienen ninguna opción de ganar.
Truss no tiene apoyo popular. Fue elegida primera ministra con el voto solo del 0,2% de la población (por 80.000 miembros de su partido). Las próximas elecciones son dentro de dos años (tiene hasta enero de 2025 para convocarlas) y, tarde o temprano, tendrá que pasar por las urnas. Las encuestas dicen que ahora mismo los conservadores sería vapuleados. Los laboristas aventajan en 33 puntos a los conservadores (54% a 21%). Traducido a escaños, los laboristas conseguirían 498 (296 más que ahora) y los conservadores 61 (-304 asientos). Sería una debacle histórica. Incluso los diputados que siguen dando su apoyo a Truss saben que con ella de líder perderían su escaño en el parlamento. Mientras tanto, Rishi Sunak, sigue esperando la caída de Truss y los laboristas están preparados para ir a las urnas y para entrar en el Gobierno.