Franceso Bruno, un niño de Chicago (EEUU) que pasó sus primeros 1.000 días de vida en hospitales, se ha ido por fin a casa. El pequeño, que cumplirá tres años el próximo mes de diciembre, no ha visto más que el interior de centros médicos toda su vida: durante este tiempo ha tenido que utilizar un ventilador para respirar, además de tener conectados varios tubos para ayudarle a comer.
El menor tiene una condición genética potencialmente mortal que afecta sus huesos y músculos. Le diagnosticaron una forma rara de displasia esquelética que afecta específicamente sus costillas, lo que dificulta que sus pulmones crezcan adecuadamente. El pequeño necesitó atención permanente, pero todo ha cambiado este martes: "Estamos muy felices y nerviosos, llenos de alegría. Es un crisol de emociones", ha comentado ante los medios locales el padre de Francesco, Emanuele.
El pequeño, según cuentan sus progenitores, ha sido un guerrero y un verdadero luchador: "Cuando iba a nacer nos dijeron que solo viviría 30 minutos. Es realmente un milagro que esté con nosotros hoy", ha comentado al respecto la madre del niño, Priscilla. Y es que su hijo ha estado en cuatro hospitales de tres estados del país. Los médicos que le han atendido este tiempo también han celebrado su salida y su evolución positiva.
El Hospital de Niños La Rabida fue el último en tratarle. Francesco no estará exento de desafíos tras irse a casa, pero el personal médico dice que se está fortaleciendo más cada día. Sus padres han tomado clases -formación de miembros de Enfermería- y están capacitados para manejar muchas de sus necesidades, según han destacado. Olivia Hayes, la coordinadora, apoyará a la familia.