La desesperación del rey Carlos III con la tinta de una pluma y su gesto para que retirasen el tintero de un escritorio durante su proclamación han puesto el comportamiento del monarca bajo el foco mediático. Estas apariciones, que le han costado numerosos memes en redes sociales, también ha hecho que muchos ciudadanos se pregunten cuáles han sido sus exigencias como miembro de la familia real británica, incluso en su etapa como príncipe de Gales.
A este comportamiento hay que sumar el despido de 100 trabajadores de Clarence House en mitad del duelo nacional, algo que ha despertado sorpresa en los sindicatos. Pero, según algunos reportes, esto no viene de ahora: las exigencias más fastuosas del expríncipe de Gales ya se detallaron con anterioridad en artículos, libros y documentales, como 'Serving the Royals: Inside the Firm', de 2015. Al parecer, según este documento, al nuevo monarca le llamaban el 'príncipe mimado'.
El que fuera mayordomo de la reina Isabel II y la princesa Diana, Paul Burrell, reveló algunas de las indicaciones que recibía el personal del rey para atenderlo y servirlo cada día. El exempleado asegura que al monarca "se le hace de todo". No le gusta agacharse y se deben atender tareas muy sencillas. Algunas de las exigencias y manías, también comentadas por otros trabajadores como el chef Graham Newbould, son las siguientes:
"Es muy exigente con todo", comentó también una persona del entorno de la realeza a 'Mylondon'. Antes de cada viaje, el personal debe preparar en el punto de destino su "cama, muebles e incluso cuadros", apuntó en este sentido la periodista británica Tina Brown en el libro 'The Palace Papers'. Los empleados reales también tendrían que llevar el inodoro y el papel higiénico de terciopelo del monarca donde quiera que vaya.
Aunque su personal de viaje (un mayordomo, dos ayudas de cámara, chef, secretario privado, mecanógrafo y guardaespaldas) podía anticipar la mayoría de sus movimientos entre sus seis casas, la única confirmación definitiva de su destino final, especialmente para sus anfitriones, era la llegada de un camión con las maletas y las pertenencias del monarca.
Varios artículos, como uno de 'Daily Mail' en 2018, también destacan otros detalles de la vida del monarca. Hace años, los reportes apuntaban a que tenía 124 empleados a su servicio -la mayoría pagados por el Estado-, entre ellos cuatro ayudantes de cámara: estos acompañaban al monarca para que siempre hubiera dos disponibles para ayudarlo a cambiarse de ropa, lo que hacía hasta cinco veces al día.
También fue inusualmente particular su fijación con los jardines en Highgrove, por los que retrasaba citas o cambiaba planes ya establecidos, según estos informes. Debido a que se negaba a usar pesticidas, contrató a cuatro jardineros que se tumbaban boca abajo en un remolque tirado por un Land Rover para arrancar las malas hierbas. Además, se desplegó a militares retirados para merodear entre la maleza por la noche y recoger a mano babosas de las hojas de las plantas.
Son muchos los que alaban el comportamiento que mostraba la reina Isabel II, a diferencia de lo que presentaba el monarca como príncipe. En 2006, por ejemplo, usó el tren real simplemente para viajar a Penrith y visitar un pub, a un coste de unos 19.000 euros, como parte de su iniciativa 'pub in the hub' para revitalizar la vida del pueblo. Y gastó más de 20.000 en un viaje de un día en avión desde Escocia a Lincolnshire para ver una ceremonia de Guillermo. Por el contrario, la reina viajó en un tren ordinario a Sandringham unas vacaciones de Navidad. Su billete costó 50 libras esterlinas, en lugar de las 15.000 libras esterlinas que habría costado su viaje en el tren real.