Durante toda la pasada noche, miembros del Ejército del Reino Unido han ensayado el traslado de los restos mortales de la reina Isabel II hasta la abadía de Westminster. Lo han hecho con un féretro vacío, para poder medir al segundo los tiempos de ese funeral de Estado que se celebrará el próximo lunes. Y es que está claro que los británicos no dejan nada abierto a la improvisación.
El palacio de Buckingham ha desvelado más detalles sobre la solemne ceremonia del 19 de septiembre, que contará con una alfombra española, a la que acudirán numerosos jefes de Estado y otros destacados líderes políticos. En total, unos 2.000 invitados.
Antes, el rey, Carlos III, y sus tres hermanos realizarán una vigilia de 15 minutos ante el féretro el viernes por la noche, que terminará con un silencio nacional de dos minutos.
El cortejo fúnebre se trasladará a Windsor, en concreto a la capilla de San Jorge, donde finalmente será enterrada a las 16:00 horas (17:00 en España peninsular) junto a su marido, el príncipe Felipe de Edimburgo, fallecido en abril del año pasado.
El ataúd de la reina será transportado durante la procesión en una carroza armada de 123 años remolcada por 98 marineros de la 'Royal Navy' en una tradición que se remonta al funeral de la reina Victoria.
Carlos III caminará justo detrás del féretro junto a la princesa Ana, el duque de York y el conde de Wessex. Detrás del cuarteto estarán los nietos de la reina, Peter Phillips, el duque de Sussex y el príncipe de Gales. Les seguirán el yerno de la difunta monarca, el vicealmirante Sir Tim Laurence, el duque de Gloucester, primo de Isabel II, y su sobrino, el conde de Snowdon.
La procesión estará encabezada por una multitud de flautas y tambores de los regimientos escocés e irlandés, la Brigada de 'Gurkhas' y la 'Royal Air Force', que suman 200 músicos.
Tres horas después de que la soberana sea enterrada, el mismo lunes, a las 19:00 hora local, se celebrará un servicio familiar privado en el que el nuevo monarca esparcirá tierra sobre el ataúd de su madre.
El duque de Norfolk, quien está al cargo de los arreglos ceremoniales, incluido el funeral de Estado, dijo que "los eventos de los últimos días son un recordatorio de la fuerza de nuestra Constitución, un sistema de Gobierno que es la envidia del mundo". "El respeto, la admiración y el afecto en el que se tenía a la reina hacen que nuestra tarea sea a la vez humilde y abrumadora. Un honor y una gran responsabilidad", añadió.