El 30 de agosto se perdió el rastro a Hassan Iquioussen, el imán que las autoridades francesas quieren expulsar de su territorio desde comienzos de agosto por misógino, homófobo y antisemita. A pesar de haber anunciado que concedería el salvoconducto consular que permitiría su deportación, Marruecos ha suspendido de manera inesperada el procedimiento. Con el telón de fondo de la nueva crisis en plena gestación entre Rabat y París, el futuro del imán radical nacido en el norte de Francia hace 57 años aunque de nacionalidad marroquí promete convertirse en el culebrón del otoño.
El pasado 28 de julio, el ministro del Interior francés Gérald Darmanin anunciaba la expulsión del imán considerado próximo a los Hermanos Musulmanes a Marruecos en aplicación de la llamada “ley contra el separatismo”. La orden de expulsión hacía constar “un discurso prosélito trufado de declaraciones que llaman al odio y a la discriminación y portador de una visión del islam contraria a los valores de la República”. Unas ideas difundidas a través de exitosos sermones con la ayuda de las redes sociales, sobre todo de su canal de Youtube, que atesora decenas de miles de seguidores y millones de visualizaciones desde su lanzamiento en 2012.
Aunque el Tribunal Administrativo de París había suspendido el pasado 5 de agosto su expulsión, el Consejo de Estado la validaba finalmente tres semanas más tarde. Para el ministro del Interior francés, la deportación del imán es “una gran victoria de la República”.
Pero poco duró la alegría a las autoridades galas, que un día después perdían la pista del religioso. El martes 30, una vez se produjo el visto bueno del Consejo de Estado a la expulsión, la Policía se llevó la sorpresa de no encontrarlo en su domicilio en la pequeña localidad de Lourches, cerca de Valenciennes, en el norte del país.
Según las propias autoridades francesas, el predicador se encuentra casi con toda seguridad en Bélgica. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, afirmaba el pasado día 1 que ofrecería información sobre el caso del predicador a su homólogo belga. El hecho de haber huido de la justicia lo convierte, según las autoridades judiciales galas, en “delincuente”. Desde el día 2 de septiembre pesa contra el fugitivo predicador una euroorden, emitida por un juez de instrucción de la localidad de Valenciennes. Según el juez, Hassan Iquioussen “eludió la ejecución de una decisión de deportación”.
Para complicar un poco más el caso, en un inesperado giro de guion, ese mismo día en que trasciende su desaparición, Marruecos decidía suspender el salvoconducto consular que habría permitido la entrada del imán en territorio marroquí. La razón de las autoridades marroquíes, según recoge el semanario TelQuel: Francia no consultó ni concertó la expulsión con ellas. “Fue unilateral”, aseveran desde Marruecos.
Aunque nacido en Francia, concretamente en Denain (región Norte) un 2 de junio de 1964, de padres marroquíes naturales de la región del Sus, Iquioussen sólo tiene nacionalidad marroquí: según el medio marroquí Le Desk, renunció a los 18 años a la nacionalidad francesa. El imán, que cursó estudios universitarios de lengua árabe e historia, es padre de cinco hijos y abuelo de quince. Uno de sus hijos es concejal socialista en el Ayuntamiento de Lourches, donde reside habitualmente el prófugo de la justicia francesa.
Una versión que difiere de la del protagonista de esta historia, que asegura haber tratado de obtener la nacionalidad francesa en dos ocasiones sin éxito a pesar de tener un permiso de residencia que sólo debía renovar cada diez años. En 1999 las autoridades galas rechazaron su solicitud por sus “muy fuertes vínculos” con la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia. Según su abogada, que defiende que Iquioussen “defiende un islam político en la búsqueda de una combinación entre la identidad francesa y musulmana”, apenas ha visitado su país de origen, Marruecos, en vacaciones de corta estancia.
Próximo a los Hermanos Musulmanes, el imán dedica sus días a difundir sus prédicas mientras vive gracias a sus inversiones inmobiliarias, según las autoridades francesas, que siguen de cerca su actividad pública desde hace casi 30 años. “Nuestra sociedad occidental ha hecho todo para que la mujer no juegue su papel primero, fundamental y esencial, que es el de ser esposa y madre”, aseguraba en 2013 en religioso marroquí en una grabación que cita el ente francés de radio y televisión en su web.
Según el antiguo funcionario del Ministerio del Interior Bernard Godard, Iquioussen no es exactamente un imán, sino un predicador. “No es un imán, porque nunca ha dirigido la oración. De vez en cuando reza en las mezquitas pero no es un teólogo. Es un conferenciante y un agitador de ideas”. Desde Francia se trazan paralelismos entre el marroquí y el islamólogo suizo Tariq Ramadan –nieto de Hassan al-Banna, fundador egipcio de los Hermanos Musulmanes- por su “doble discurso”.
Lo cierto es que, con fecha del primero de agosto –y una validez de 60 días a partir de esa fecha-, Marruecos había entregado a las autoridades francesas el salvoconducto consular que permitía la entrada en su territorio del imán, según el digital marroquí Le Desk. Lo hizo a través del Consulado General en la ciudad de Lille.
Todo apunta a que el cambio de parecer, el 31 de agosto -menos de un mes después de la emisión del salvoconducto-, de las autoridades marroquíes es una respuesta de Rabat al malestar por la restrictiva política de concesión de visados practicada por el Gobierno francés en el último año. Concretamente, en septiembre de 2021 las autoridades galas decidían reducir globalmente un 50% los visados a los ciudadanos marroquíes y argelinos; una medida que París justifica en las reticencias de las autoridades de los países magrebíes a colaborar en la repatriación de ciudadanos de sus países obligados a abandonar suelo francés y que no ha sido revisada desde entonces. Tampoco gusta en Marruecos el “peligro” potencial que podría suponer el imán una vez en su territorio.
Lo cierto es que las tensiones entre Francia y Marruecos vienen registrándose desde hace unos cuatro años. A pesar de haber sido tradicionalmente un socio aventajado del país magrebí –y haber sacado tajada de grandes proyectos empresariales durante décadas- para Rabat la actual administración presidida por Macron juega con una calculada ambigüedad en la cuestión del Sáhara Occidental para mantener su posición de privilegio en Argelia –patrocinador del Frente Polisario- y Marruecos. Precisamente esa falta de claridad en el dossier saharaui, piedra angular de la diplomacia marroquí, degeneró en la aguda crisis hispano-marroquí sólo superada con la carta de Sánchez a Mohamed VI el pasado mes de marzo.
En los últimos meses las cosas siguen en un tenor similar en la relación franco-marroquí. La reciente visita de tres días del presidente Emmanuel Macron a Argel, en la que el mandatario se propuso nada menos que refundar las relaciones con el país norteafricano –las dos administraciones firmaron la denominada Declaración de Argel para una asociación renovada-, fue percibida desde Rabat como la confirmación del viraje francés.
Para el consejero diplomático marroquí Samir Bennis, el actual escenario está forjando un nuevo eje anti-Rabat con la participación de la antigua metrópoli: “El contexto de la visita del líder del Polisario a Túnez, la escalada en las tensiones entre Rabat y Argel, las palabras del rey Mohamed VI sobre la centralidad del Sáhara para Marruecos y la visita de Macron a Argelia en medio de las tensiones entre París y Rabat apuntan al nacimiento de una alianza trilateral Argelia-Francia-Túnez”. A juicio de Bennis, esta entente “desea prolongar el conflicto del Sáhara Occidental y colocarse en medio del camino de los exitosos y ampliamente aplaudidos esfuerzos de Marruecos para dar carpetazo al expediente”.
Tampoco el caso del imán Iquioussen ha suscitado la unanimidad de la sociedad francesa. Un sector de la clase política, con la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon a la cabeza, cree que la persecución del religioso marroquí nacido en Francia es una muestra de la islamofobia de las autoridades francesas. Con todo, apenas dos centenares de personas se concentraron en las calles de París el sábado 3 de septiembre para apoyar al imán.
No parece, con todo, que el caso del predicador de origen marroquí vaya a ser el último imán, predicador o agitador en correr la misma suerte en Francia, pues el Ministerio del Interior ha preparado una ‘lista negra’ con potenciales candidatos de a la expulsión. En una entrevista con la cadena BFM TV, el ministro del Interior Darmanin aseguraba que “734 extranjeros radicalizados” habían sido expulsados desde la llegada a la Presidencia de la República de Emmanuel Macron.