Diana de Gales murió en París hace 25 años con los 36 recién cumplidos. Ha pasado un cuarto de siglo desde aquel trágico accidente de tráfico en el túnel de Alma y la figura de la que fue considerada la "princesa del pueblo" no ha parado de agrandarse.
Uno de los momentos más significativos de la vida de Diana fue cuando se tuvo que enfrentar a la confesión pública de su marido, el príncipe Carlos reconociendo que le era infiel. Su respuesta fue un gesto que la situó en el lado bueno de la historia. Esa noche acudió a una fiesta con el conocido ya como vestido de la venganza.
Diana escogió un elegantísimo modelo corto de color negro con el que dejó claro que esa noche había enterrado definitivamente a la Diana anterior, la tímida profesora de guardería que no eligió ni su traje de bodas.
En la primera aparición en público, la prensa la martirizó por su escote abierto por lo que, a partir de ese momento decidió taparse hasta el cuello y disimular su silueta. Aún así sus cuidadísimos estilismos causaban furor.
La recién llegada impulsó la moda británica y resucitó la industria de sombrero. Su tirón no pasó inadvertido para los grandes diseñadores que enseguida la animaron a convertirse en icono de estilo. Una imparable transformación que costaba unas 10 mil libras al mes en los años 80.
Diana se sentía más segura y empezó a arriesgar hasta cortarse el pelo. Un de sus sellos fue introducir el glamur y el lujo en los actos benéficos. Ya separada la arropó el mundo de la farándula y empezó a reinar, pero de otra manera.